AÑO 18

NUMERO 61629

Política

Año: 1

Número: 6

Nadie piensa en los pibes

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En el asunto de la venta o no venta de bebidas vamos a dejar en claro algunas cosas (si es que se puede). Cosas en claro para nosotros y para los protagonistas de esta historia. Y que nadie se llame a engaño porque solo se trata de un tema menor, aunque algunos pretendan llevarlo hasta la mismísima frontera del ridículo desenvainando el artículo 14 bis de la Constitución y todo la menesunda jurisprudencial, constitucional y hasta demencial para estos casos.

Seamos claros: Si vamos a evitar la gambeta, el tema clave es NO VENDERLE BEBIDAS ALCOHOLICAS A MENORES. Nos imaginamos que la ordenanza que impone la prohibición de vender bebidas espirituosas a partir de las 22 (a todo el mundo) pretenderá ayudar en algo a la protección de nuestros muchachos. Creo que en el fondo, esa es la intención. Porque de lo contrario no tiene gollete lesionar algunos derechos de ciudadanos comunes o consumidores responsables, que han sido incomodados por la decisión (unánime) del Concejo Deliberante y no pueden comprar su porroncito (¿Será la birra de las diez y cinco?) en la despensa de barrio. Convengamos que tampoco es un malestar como para llorar desconsoladamente apoyado en la puerta de la heladera, es un inconveniente (Injusto para algunos. Es cierto) pero fácil de solucionar, porque con decirle al sodero que con los sifones te traiga unos porrones ya está. ¿Para qué querés el artículo 14 bis de la Constitución? ¿Vas a llevar el asunto a la Corte Suprema de Justicia? ¿Estás seguro que querés tomar un porroncito, che? ¿O se trata de algún resentimiento no resuelto. Digamos radichetis paranoica crónica ...?

Estimado e inteligente lector y amigo, acá parecería que se está gambeteando alevosamente el asunto principal, que voy a proceder a recordar por las dudas: NO HAY QUE VENDERLE BEBIDAS ALCOHOLICAS A LOS MENORES (¿Capiche?). El 14 bis es un articulazo pero con el sodero alcanza para darle rápida solución a nuestras incomodidades. Le decís al sodero que con los sifones te deje unos porrones y listo el pollo (de paso te sale más barato).

En cuanto al asunto de los menores alcoholizados ese sí que es un tema importante, porque el alcohol potencia accidentes, delitos y otras pestes. Para los kiosqueros del centro (que son los más enojados) este asunto hasta podría decirse que es una cuestión de conciencia porque (si no vimos mal) nos pareció observar que cada tanto (cada mucho también) se le vende uno que otro porrón a menores. ¿O quienes son los que consumen la espectacular cantidad de litros de cerveza que se vende los fines de semana? ¿Cuántos tipos grandes van al centro a comprarse un porrón? No macho. Yo no voy. No va casi nadie. No hay gambeta. Los clientes son los pibes. La macana es que después el muerto (metáfora) se lo agarra la policía. Y acordate que si la cana no previene, no anticipa... Si no se fija, si no investiga, si no averigua quienes son los que le venden alcohol a los chicos, después (indefectiblemente) los abaraja en los hechos consumados. ¿Quién recibe a los accidentados, golpeados, chorros y chupados? ¿Te lo digo? La policía. Miremos los partes policiales, contemos cuantos menores hay en los partes de la policía. ¿Y ahora? ¿Qué me decís? ¿Vale un porrón?

Los que venden alcohol a menores cometen un delito que nos afecta directa o indirectamente a todos. Hay legislación que impide hacerlo. No se debe hacer porque es un delito. Los litros de alcohol que se venden van a algún lado. Los más inofensivos terminan dañando paredes y puertas de los vecinos. Los más patéticos van a la cabeza de esperancinos menores de edad que terminan en la Unidad Regional XI como protagonistas de hechos lamentables y a veces irreparables.

La ordenanza (que tanto da que hablar), será conflictiva o no. Tal vez lo sea. Pero lo que habría que preguntarse es si contribuye en algo para evitar que se le venda basura a nuestros pibes. Porque si por esas casualidades resulta que es útil, que viene al caso para combatir ese flagelo, entonces cualquier precio que se pague será poco.
 
(Hasta, digo yo, llegado el caso extremo, como solución desesperada, digo, se podría realizar el tremendo sacrificio de pedirle unos porrones al sodero.)
 
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