AÑO 18

NUMERO 61629

Opinión

Año: 1

Número: 88

Recibimos y publicamos: Hablan Oscar Lamberto y Enrique Gorriarán Merlo

Hablan Oscar Lamberto y Enrique Gorriarán Merlo
LOS AÑOS DEL MENEMISMO, BUSTI Y LOS CARAPINTADAS Y EL CASO RAZZETTI
Carlos del Frade.

Protagonistas de la historia de los últimos cuarenta años, Enrique Gorriarán Merlo y Oscar Lamberto, ex líder del Ejército Revolucionario del Pueblo y senador electo por la provincia de Santa Fe en las últimas elecciones del 7 de setiembre, respectivamente, hablaron sobre momentos cumbres de la crónica política nacional y regional. El crimen impune de Constantino Razzetti, el rol del ex gobernador entrerriano Jorge Busti durante el supuesto intento de golpe militar que desat la toma del Regimiento 3 de La Tablada en enero de 1989 y la política económica del menemismo en tiempos de kirchnerismo. Cada uno de estos hechos marcan el presente de los argentinos, en general, y de los santafesinos y entrerrianos en particular. No son testigos secundarios, sino actores de los últimos años vividos en estos arrabales del mundo. Ambos decidieron volcar parte de sus recuerdos en sendos libros, "Los cien peores días", el texto del ex Secretario de Hacienda de Eduardo Duhalde y ex titular de la Comisión de Presupuesto y Hacienda del Parlamento nacional, Oscar Lamberto; y "Memorias. De los setenta a La Tablada", es el título escogido por el dirigente recientemente indultado. Entre las contradicciones y lo inexplicable, también asoman denuncias e indicios que marcan el presente y también el futuro próximo de estas pampas.

"Los cien peores días"

"Nos conocimos en los tiempos fundacionales de la Renovación Peronista, a mediados de la década del 80, cuando un grupo de dirigentes justicialistas nos dimos a la tarea de rescatar a nuestro partido de la derrota electoral sufrida en octubre de 1983, aggiornando su identidad y democratizando su vida interna. Representaba al peronismo de Santa Fe e integró una corriente interna que enrolaba a hombres que luego tendrían una participación descollante en la vida política del país: Eduardo Duhalde, Felipe Solá, José Manuel de la Sota, Jorge Remes Lenicov, Roberto Lavagna, Jorge Busti, Jorge Matzkin, Eduardo Amadeo, entre otros. Y también Néstor Kirchner", comienza diciendo el prólogo escrito por el senador nacional Antonio Cafiero al libro del ahora electo senador nacional Oscar Lamberto. El título de la crónica es "Los cien peores días. El fin de la convertibilidad".
Ya en esas líneas de Cafiero se advierte una adecuación a las maneras de decir que tienen esto tiempos kirchneristas: hay una marcada tendencia a reciclar un tono jauretcheano muy típico en la vieja revista "Unidos" que dirigía Carlos "Chacho" Alvarez y una permanente diferenciación con el menemismo.
Pero allí reside el problema político, histórico y hasta ético, no solamente del prólogo sino también del texto de Lamberto.
Tanto Cafiero como el hombre nacido en la ciudad de Gálvez en 1944 fueron dos de las principales espadas políticas económicas del ex presidente de la Nación.
Sigue diciendo Cafiero en su presentación del trabajo de Lamberto que aquella década del noventa fue un "proceso de transformaciones positivas" que "tuvo desde su comienzo, sin embargo, "pecados originales", a los que se agregaron otros "pecados actuales", que no fueron previstos o no fueron corregidos a tiempo. Y esto a pesar de las advertencias de numerosos economistas y políticos, entre los que se encontraban Lamberto y el que esto escribe".
Para el ex ministro de Perón "el "pecado original" más evidente fue el hecho de que las reformas de los años 90 fueron financiadas en gran parte con la venta de activos públicos, un creciente endeudamiento externo y con déficits fiscales, todas fuentes no renovables ni sustentables en el tiempo. Como consecuencia, la brecha fiscal aumentó en una forma alarmante. Entre 1995 y 2001 el déficit del sector público nacional pasó de 1.374 millones a 8.719 millones de pesos", sostiene Cafiero.
Y agrega que "la posibilidad del derrumbe de la convertibilidad ya se había hecho visible a mediados de la década. Si el presidente Carlos Saúl Menem y su ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo hubieran dejado de lado pujas y rencores personales y hubieran aplicado la dosis de humildad propia de los verdaderos estadistas, habrían salido airosamente del cepo de la convertibilidad y de su paridad rígida. Posteriormente, el gobierno de la Alianza, a pesar de sus promesas electorales, no se animó a encarar las medidas de fondo que reclamaba la crisis de la convertibilidad e insistió en el "uno a uno", también por razones de prestigio".
No hay menciones en torno a lo que generó aquella década menemista y su continuismo durante la Alianza: se triplicó el número de pobres y desocupados al mismo tiempo que se afianzaba y consolidaba la concentración de riquezas en pocas manos.
Y no fueron cuestiones personales, sino de intereses.
En el medio de ellos estaban Cafiero y Lamberto.
Ni por afuera, ni en el costado, sino en el corazón, en el medio de esos intereses que se expresaron con nitidez y furia rubicunda durante el menemismo.
Para el santafesino, el plan de convertibilidad "devino una nueva cultura: todo estaba al alcance de la mano, la riqueza parecía no tener fin y, como en el Titanic, mientras los pasajeros se divertían, el choque con el iceberg era inminente. El primer impacto no vino de las frías aguas del Atlántico sino de las calientes tierras mexicanas regadas de tequila...La crisis del tequila, que no tuvo fuertes repercusiones en el mundo, en nuestro país causó un desastre. Se perdieron casi el 20 por ciento de los depósitos bancarios, hubo quiebras de bancos, se produjo una caída masiva de pequeñas y medianas empresas y llegó para quedarse el flagelo que reemplazó a la inflación: el desempleo", sostiene Lamberto.
Según esta particular forma de ver la historia reciente que lo tuvo como protagonista "la economía, en forma gradual, empezó a perder competitividad, el desempleo se alimentaba por el efecto de las privatizaciones y las fábricas bajaban sus persianas por la competencia externa y el encarecimiento del crédito interno para la producción. Se importaba mano de obra de países vecinos y hasta se traían plantas llave en mano con obreros extranjeros. Una a una se fueron cayendo las marcas tradicionales, que fueron orgullo de la producción nacional, sea porque las empresas se transformaban en meras importadoras o por la imposibilidad de competir, y vendieron sus activos a fondos del capital financiero", remarca el electo senador nacional por Santa Fe.
¿Y en dónde estaba Lamberto mientras ocurrían estas cosas?.
Lo dice él mismo en una de las solapas del libro: "Fue durante dieciséis años diputado nacional, ocupando los cargos de presidente de las comisiones de Finanzas y de Presupuesto y Hacienda por más de una década".
Para el legislador "los bancos llamaban a sus clientes importantes y les ofrecían transferir sus depósitos al exterior. En las páginas de los diarios especializados se podía seguir mes a mes cómo se producía la fuga de 18 mil millones de dólares entre marzo y diciembre" de 2001.
"Como en Pompeya, los truenos del Vesubio formaban parte de la rutina diaria. Los piquetes en distintos lugares del país, en demanda de trabajo o de planes sociales, no afectaban a la clase media, que los consideraba una molestia. Las movilizaciones del interior por reclamos de todo tipo eran indiferentes a los habitantes de la ciudad de Buenos Aires", describe Lamberto.
Asegura que "toda esta etapa será debatida y analizada durante mucho tiempo, pero hay una primera conclusión inevitable: la economía tiene sus propias reglas; en el corto plazo se pueden orientar sus procesos, pero finalmente buscará su equilibrio y, si no se lo advierte a tiempo, seguramente se transformará en una acción brutal...Muchos fuimos responsables por no tener la fuerza suficiente para poder cambiar el rumbo o no haber sabido alertar a los gritos que el choque era inevitable".
Remarca que "la clase dirigente argentina está enferma de cortoplacismo, de fotos con tipos exitosos, de confundir decisiones de gobierno con el acto de barrer la basura debajo de la alfombra. El arte de gobernar se ha transformado en la forma de pasarle los problemas a los que vienen. Los éxitos rápidos son tentadores, pero cuando los problemas se postergan para no pagar costos políticos, en algún momento se producirá el estallido. Esos son los momentos donde se diferencia la grandeza de la mediocridad, al demagogo del estadista. Los pueblos siempre encuentran la verdad y el juicio de la historia resulta implacable", sentencia Lamberto en el fin de la introducción.
Luego viene un libro muy bien escrito, de ágil lectura y en el que abundan las metáforas y alegorías de la mejor tradición peronista.
Pero la defendida autocrítica de la que hizo gala en la presentación del libro en la ciudad de Rosario y en ciertos párrafos de la obra no llega nunca a profundizarse.
Cuando asumió como Secretario de Hacienda de Eduardo Duhalde en "los peores cien días de la historia" argentina, Lamberto sintió que era uno de los maquinistas del Titanic y así lo expresa.
Luego hay reconocimientos para Reutemann y Obeid, Duhalde y Kirchner y una pequeña crítica a Menem.
Porque Lamberto, ex dirigente juvenil durante los años setenta es, por sobre todo, un peronista, según sus propias palabras.
Un hombre que ayer estuvo con Menem y hoy con Kirchner.
Quizás una síntesis de la política argentina y santafesina de los últimos treinta años.
Una extraña ecuación que siempre sirve para estar ubicado en el lugar exacto en el momento indicado como bien se trasluce de la entrevista que este cronista tuvo como con el senador.

El menemismo y el kirchnerismo
(según Lamberto)

Después de la presentación de su libro en la ciudad de Rosario, Lamberto accedió a este breve pero jugoso diálogo con el autor de la nota.
Aquí están las preguntas y las respuestas de un hombre ubicuo al que poco le interesan las contradicciones.
-¿Cuál es su autocrítica luego de haber sido durante diez años presidente de la Comisión de Presupuesto durante el menemismo?.
-El presupuesto es de todos los argentinos, no de un gobierno en especial. Yo creo que hicimos las cosas con absoluta objetividad. Nueve años con presupuestos que se aprobaban en término. Le dimos al país por primera vez información sobre sus cuentas públicas. Recuerde que Alfonsín se fue porque no pudo votar su presupuesto y que cada vez que hay problemas con el presupuesto hay problemas en el país. Lógicamente que hubo problemas. Yo lo dije allá por 1997, 1998, que la Argentina había empezado a vivir de prestado. Y que esto es peligroso: porque usted puede vivir un tiempo de prestado, pero no todo el tiempo. Lamentablemente esto se fue agravando. Los últimos cuatro años de la convertibilidad nos costaron cien mil millones de dólares. 25 mil millones por año. Esto era ruinoso e iba a terminar como terminó.
-Usted ahora recupera un discurso a favor de los trabajadores, de política industrial, pero durante el menemismo lo que menos hubo fue algo de todo esto. Seamos sinceros...
-Mire, yo le digo...el congreso hizo mucho más de lo que ha trascendido con respecto a la protección de la industria y otros sectores...Por ejemplo, una de las empresas que es orgullo del país, INVAP...
-Lamberto, en Santa Fe cerraron 1.701 empresas entre 1989 y 1999, según los censos nacionales económicos...
-Yo le digo las cosas que pudimos hacer. INVAP, esa empresa que fabrica satélites, la salvó el congreso cuando la sacamos de la órbita del gobierno y le pusimos capital para que funcionara. Y hoy está funcionando. Sin dudas que hubo elementos de la política en general que era como era... La autocrítica....En algunos casos no tuvimos la fuerza, en otros casos nos faltó la voz para alertar lo que era el desbarranque inevitable.
-¿En qué les faltó la voz?.
-Creo que uno de los temas centrales es que el país en su conjunto quería la convertibilidad.
-Por eso usted dice que la gente quería eso...
-La prueba está en que De La Rúa nos ganó con el discurso un peso, un dólar. Cuando Duhalde empezó a decir que había que salir del sistema, perdió las elecciones. En esto la sociedad no digo que tiene la responsabilidad, pero si tenía la opinión pública para que esto sucediera.
-Cuando usted se levanta todos los días y dice que estuvo con Menem y ahora está con Kirchner, ¿es estar con lo mismo?.
-No. No creo que sea estar con lo mismo. Creo que hay un país...Ehh...Primero...yo tengo...un valor...yo soy peronista. Y yo no estaba con Menem por Menem ni con Kirchner por Kirchner, sino porque soy peronista. Son de mi partido y les tocó siempre hacerse cargo del gobierno en circunstancias difíciles. Y así que como respaldamos antes también lo vamos a hacer ahora para que pueda sacar al país de la crisis. No espera un largo camino con mucho esfuerzo y que sin dudas terminará con otro país distinto en el cual los mojones que uno puede poner o aportar sirven sin ningún tipo de pretensión, salvo de la de un cuadro político del peronismo.

Busti según Gorriarán Merlo

-Busti dejó en claro que si el sector nacionalista del ejército encabezaba el golpe contra Alfonsín, él estaba de acuerdo -repitió Enrique Gorriarán Merlo, uno de los principales líderes del Ejército Revolucionario del Pueblo, en diálogo con este cronista.
Aquellas palabras fueron el prólogo del intento de copamiento del Regimiento de Infantería 3 en La Tablada, el 23 de enero de 1989.
"Un nuevo alzamiento nos parecía muy probable, ya que la revelación sobre una nueva conspiración provenía de las mismas personas -oficiales panameños- que nos habían permitido anticipar lo ocurrido en Villa Martelli, a lo que se agregaban las expresiones ahora insolentes de protagonistas y promotores. Pero, además, ese conocimiento se reafirmaba en conversaciones que manteníamos, al mismo tiempo, con radicales y peronistas", escribió Gorriarán en su libro "Memorias. De los setenta a La Tablada".
"Las conversaciones con el peronismo fueron diversas y se hicieron, en algunos casos, a través de compañeros que por distintos motivos tenían relación con ciertos dirigentes del Partido Justicialista y que, sin conocimiento de éstos, también la tenían con nosotros. En otras ocasiones las entrevistas se realizaron entre personas identificadas por ambas partes, también en sus militancias. En ambos casos las charlas se daban naturalmente, ya que por aquellos días el tema militar era objeto de comentarios casi inevitables. El que quisiera oir a los menemistas, sin excepción, podía escuchar que el ejército era un factor de poder, que ese ejército estaba dividido, y dentro de esa división ellos preferían a los nacionalistas. Por ejemplo, la respuesta textual del entonces gobernador de Entre Ríos, Jorge Busti, ante el cuadro expuesto por un interlocutor enviado por mi fue: "Entre el ejército liberal y el nacional, prefiero el nacional", expresó el ex líder revolucionario.
"Las conversaciones más importantes con el radicalismo las hicimos con Nosiglia, que en ese momento era ministro del Interior, y con Gil Lavedra, que lo secundaba en ese ministerio. Incluso el contenido de una de ellas fue publicado por los periódicos en los días previos a La Tablada. En esos encuentros pudimos advertir que el gobierno de Alfonsín estaba convencido de la inminencia de un nueva sublevación pero que no tenía la decisión ni la voluntad de resistir, de recurrir al pueblo, se encontraba asustado, impotente", agrega el libro.
"Dentro del peronismo vimos que no sólo la totalidad del menemismo sino también sectores que no pertenecían a esa corriente apoyarían a los carapitantadas. Verificamos entonces que tanto radicales como peronistas estaban seguros de que habría sublevación, y también constatamos la impotencia de unos -los radicales- y el apoyo de otros -los menemistas- hacia los golpistas", narró el dirigente recientemente indultado por el senador nacional en ejercicio de la presidencia de la Nación, Eduardo Duhalde.
Este fragmento del libro fue contado tanto en la presentación del libro en la ciudad de Rosario como en una entrevista que Gorriarán tuvo con el autor de esta nota en un programa radial.
La figura de Busti no es menor en la interna del justicialismo nacional y aquella mención a los sectores nacionalistas del ejército a finales de la gestión alfonsinista resulta un dato inquietante y merecería algunas explicaciones del ahora nuevamente candidato a gobernador en Entre Ríos.

El caso Razzetti

El 14 de octubre de 1973 fue cosido a balazos el vicepresidente primero del Banco Municipal de Rosario e histórico dirigente del peronismo vinculado a la Juventud de aquellos años, el bioquímico Constantino Razzetti. Fue después de una cena partidaria celebrada en la zona norte de la ciudad y a solamente dos días de haber asumido Juan Domingo Perón por tercera vez la presidencia.
La investigación que mereció el crimen político más importante de la historia de la provincia de Santa Fe hasta ese momento apenas superó el centenar de páginas.
No hubo careos ni tampoco se citaron a los presuntos imputados que aparecían en distintos comunicados que emitió el Ejército Revolucionario del Pueblo acusando a dirigentes políticos y gremiales del otrora poderoso Sindicato de la Carne rosarino.
Tampoco hubo actuación de la fiscalía.
Se construyó impunidad.

Más allá de las promesas que se hicieron frente a su cadáver, el caso ingresó en el archivo de los tribunales santafesinos.
Treinta años después, como consecuencia de la tozuda búsqueda de justicia de la familia, el Concejo Municipal de Rosario declaró al doctor Razzetti "ciudadano ilustre post mortem" y el Congreso de la Nación bautizó al tramo de la avenida Circunvalación que desemboca en el acceso al puente Rosario - Victoria con el nombre del dirigente asesinado.

La familia quiere reabrir la causa penal para que se ponga presos a los responsables materiales e intelectuales del asesinato.

Por eso resultó vital la confirmación que ofreció Enrique Gorriarán Merlo sobre aquel juicio popular llevado adelante por el ERP y que fue el prólogo y el fundamento de los distintos comunicados emitidos en torno al caso.
Gorriarán relacionó los resultados de aquella acción con el trabajo que la organización venía haciendo en el frigorífico Swift y como continuidad del secuestro del gerente de la empresa y al mismo tiempo cónsul inglés en Rosario, Stanley Silvestre, practicado en mayo de 1971.

"Era la única forma que encontramos para lograr las reivindicaciones de los trabajadores que estaban aplastadas por toda una burocracia sindical que dirigía Gerardo Cabrera. Que fue después uno de los instigadores del asesinato de Constantino Razzetti. Nosotros como integrantes del PRT y del ERP la confirmamos. En el mes de noviembre de 1973 capturamos a un personaje ligado a Luis Rubeo quien después fuera senador y al propio Cabrera que se llamaba Pedro Saucedo quien nos relató pormenorizadamente el crimen de Razzetti a quien mataron en la puerta de su casa. O sea que Cabrera tenía todo ese aparato burocrático que tenía aplastadas las posibilidades de lograr reivindicaciones laborales y era uno de los que integró después la Triple A. Con el propósito de obtener ciertas reivindicaciones sindicales en el frigorífico Swift fue que capturamos a Stanley Silvestre, cónsul honorario de Gran Bretaña y gerente de la empresa. Duró una semana. Y la verdad que tuvo una actitud muy digna porque en todas las declaraciones que hizo siempre destacó que lo tratamos correctamente a pesar de todas las presiones que seguramente debió soportar para hablar en contrario", dijo Enrique Gorriarán Merlo en relación al asesinato de Constantino Razzetti.
Las palabras de Gorriarán no apuntan al pasado, sino al presente de ciertos factores de poder que todavía se hacen sentir en la vida cotidiana de los santafesinos.
 
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