AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 13

Número: 609

LA NOVELA MUNICIPAL:
HOY: "¿ALFONSO, POR QUÉ LA PLAZA ESTÁ DESIERTA?"

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La señora alcaldesa de la Suiza de las Pampas se acercó a los ventanales del Municipio y dijo:

-¿Alfonso, por qué no hay gente en las calles?

- Por el estacionamiento inteligente, señora –contestó Alfonso.

La señora observó como un solitario automóvil se acercaba a uno de los lugares afectados con la tarifa, lentamente, el tipo, un presunto chacarero con Falcon Futura arrimó sigiloso al cordón, dando toda la impresión que estacionaría su bólido, más al divisar el chaleco amarillo de los cancerberos -que ya “pelaban” sus herramientas-, individuo aceleró como si hubiese visto a la Intendenta en paños menores y se alejó.

-Otro que se escapa Alfonso. –dijo la Intendenta.

-¿Le vio la patente? –preguntó Alfonso.

- Intenté, pero la tenía embarrada.

-Viene del campo entonces, ha llovido mucho en la zona rural.

La señora “carpeteó” la Plaza desértica y después se derrumbó en el gran sillón del reino. Se acomodó el blusón azul que tenía en la delantera una inscripción que decía: “Estacionamiento Inteligente” y miró con cierta tristeza a su secretario y mano derecha, Alfonso Gómez.

-¿Qué estamos haciendo Gómez? Hemos corrido a nuestros ciudadanos de las calles sin motivo aparente, merecemos que las generaciones futuras nos recuerden por esta macana.

-Es solo que la gente se ha ido porque no quiere pagar, señora.

Un camión con acoplado dio una vuelta completa a la plaza San Martín y luego encaró con dirección a un corralón de materiales cercano. Un ciclista se subió a la vereda y una anciana con un perro saltó para evitar que la aplaste.

-¡Qué ratas que son estos gringos, Alfonso, les duele pagar nueve pesos miserables! –dijo la gran dama y agregó:-. ¡Mire, Gómez, mire, la plaza parece la plaza de Felicia!

-Sin ofender señora –dijo Gómez.

-¡Sin ofender a quién, che! –gritó caliente la señora poniéndose de pie..

-Sin ofender a Felicia.

Un autito azul se arrimó lo más campante y estacionó sin más trámite frente al municipio. Tres inspectores que estaban cerca se arrimaron y uno venía corriendo desde el centro de la plaza. Desde arriba el vehículo presentaba un extraño diseño para los tiempos que corren. La escena, compuesta por inspectores con atuendo amarillo rabioso y el móvil de tono azul primario, hacían casi la camiseta de Boca. El conductor, quién descendió relajado, era un sujeto pequeño con bigote a lo Chaplín, pantalón blanco y remera roja (casi un jugador de Mitre) a quién los inspectores le gritaron “Grande Gucho” abriéndole paso y guardando los celulares.

-Bueno, por fin, uno que paga, -dijo la señora.

Alfonso miró por la ventana y relojeando el descapotable del año 1929 del que había descendido el susudicho “Gucho”, se secó la frente con la ordenanza tributaria y exclamó con cierto cansancio.

-No, señora, ése no paga, es uno de los exentos. Es uno de los nuestros.

La señora alcaldesa de la Suiza de las Pampas, tomó un abanico y se apantalló el cuello. Acto seguido le ordenó a Gómez que se retire de inmediato. Una vez sola en el gran despacho donde subsistía la fama de otros grandes mandamases, miró otra vez el histórico paseo de los esperancinos, abandonado de todo abandono y lloró amargamente. 
 
 
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