No creo que haya tanto drama para publicar la lista de los contratados municipales con su nombre y apellido detallando servicio que presta a la comunidad y el monto de sus contratos. Sin embargo, no hay problema pero hay problema, pues hay que reconocer que, es casi un tema de novela policial la dificultad para acceder a esa información (a pesar de que hay obligación de darla) y que son, por lo menos, curiosas, las características de tema “tabú” que existe alrededor del asunto.

Las respuestas que recibe todo aquel que pretenda averiguar sobre contratados municipales son dignas de una intriga de narcotráfico.  Parece que “No se puede” dar la lista. No se puede y no hay caso, no se puede. Pero el secreto produce efectos contrarios a los deseados porque cualquier dato filtrado adquiere proporciones inesperadas. Hay leyendas sobre asesores fantasmas y periodistas “aceitados” dignas de escenarios de corruptela política que no se corresponden con una ciudad decente (“como la nuestra” iba a decir, pero no me animo)

Cuando las sospechas salen a la luz, los involucrados se rasgan las vestiduras y nos echan en cara largas peroratas con pesadas frases sobre la honestidad, la capacidad, el buen nombre y honor, en fin, todas esas cosas. Claro que cuando uno requiere las listas de contratados municipales con el fin de deslindar responsabilidades, es como pedirle la edad a Mirta Legrand, parece que es imposible darla a conocer. Entonces el mal entendido sigue.

La Intendenta Meiners debería zanjar este incordio publicando las listas de contratados en la página web del Municipio. Esto permitiría saber quiénes están y quienes no, qué hacen los que sí están y cuánto se llevan de los dineros públicos. Los contribuyentes tienen derecho a saber adónde se dirige el dinero que proveen a la Intendenta. Si los contribuyentes ignoran ese dato crucial no pueden opinar con propiedad sobre el tema, cuando no se tiene información generalmente se es injusto y se opina mal.