AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 13

Número: 607

LA NOVELA MUNICIPAL, CAPÍTULO EXTRA DE FIN DE SEMANA. HOY: "La abuelita de Heidi"

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Señora –dijo el Secretario de Gobierno Gómez- dicen los turistas que vienen a conocer el pueblito donde gobierna la abuelita de Heidi.

¿Heidi? ¿La nena de las montañas? Esa chica no tenía abuelita, tenía abuelito, Gómez, acaso no vio la película, usted vive en un frasco.

Los turistas conocen la historia, señora, pero igual, insisten en que el mayor estímulo para visitarnos es el hecho de que la alcaldesa de la comarca sea una señora mayor, que podría haber sido, dicen, la abuelita de Heidi. 

La señora alcaldesa lucía una blusita blanca con un chaleco azul bordado en dorado. La pollera cortona de un amarillo furioso y un cinturón ancho de charol colorado. “Con los lentes y las medias blancas –dijo la Secretaria de Turismo- la verdad, tranquilamente, podría haber sido la abuelita de Heidi”.

El cuadro se completó cuando irrumpió en el recinto el concejal Elena, quién llevaba, tiradores anchos y pantalón bermuda,  zapatillas azules con suela de doble espesor y una botellita de agua.

¿Qué hacen estos cosos vestidos así? –dijo la señora mirando con gesto severo a Elena y al concejal Dellaporta que entraba en ese preciso instante con musculosa negra y pantalón corto.

Estábamos reunidos con el doctor Dellaporta para acordar sobre el aumento de la cuota para los bomberos -dijo Elena tomando un trago de agua mientras su acompañante asentía.

¿Por qué nos citó con tanta urgencia señora? –quiso saber el doctor Dellaporta.

Dígale, Gómez –dijo la alcaldesa.

La señora necesita con urgencia de vuestros conocimientos médicos. –dijo Gómez mientras se soplaba el flequillo.

¿De qué se trata, otra vez el ciático? –preguntó Elena.

Sucede que la señora alcaldesa ha llegado en el día de la fecha a su despacho, temprano, como de costumbre -informó el susodicho Gómez y continuó diciento-. Luego de degustar un ligero  desayuno consistente en un tazón de café con leche y tres especiales de mortadela, la primera dama intentó levantarse de su sillón de mando para dirigirse al baño, no consiguiendo hacerlo. Se intentó por todos los medios ayudarla a lograr su cometido es decir lograr su posición vertical con ayuda de los aquí presentes,  pero todos los esfuerzos inútiles. Por lo tanto, después de una rápida reunión se consensuó llamar al personal médico afín al gobierno municipal para que solucione de inmediato el inconveniente.

¿Dónde le duele? –dijo Dellaporta acercándose a la Abuelita de Heidi.

Ese es el problema –dijo la doña- no me duele nada.

Oiga –dijo Elena rascándose la cabeza- no será que está trabada en el sillón.

Los dos matasanos y los ministros presentes se miraron, miraron a la alcaldesa, se miraron nuevamente entre ellos como diciendo “puede ser”, secretearon un rato, se acercaron al sillón donde la señora se encontraba, colorada y dura como pastel de polaco, notando que la Intendenta parecía hacer fuerza en vano por levantarse y, entonces, enseguida, uno gritó: ¡llamen urgente al carpintero! ¡Carpintero, carpintero! Clamó con desesperación Gómez el ministro de gobierno.

Lo que siguió a continuación de la entrada del carpintero, un tipo robusto con un serrucho bajo el brazo, es un misterio, porque Gómez dio la orden de desalojar la sala. El único que dio una declaración al salir del salón fue el doctor Elena quién, estirando los tiradores, dijo que “gracias a Dios no se trataba de un tema médico, aunque la señora, quedó en observación para mayor seguridad”. En cuanto al carpintero que, cuando salió llevaba un brazo de sillón envuelto en diario, dijo que “la abuelita de Heidi estaba bien” y enfiló hacia la escalera silbando bajito. 
 
 
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