El amor en la fiesta de la agricultura.
-Diálogo romántico (Casi un Neruda)
¿Vino para la fiesta?
No vine, me trajeron.
¿Quién?
¿Quién, qué?
¿Quién lo trajo?
Me trajo mi abuela, a ella le gusta, porque nosotros somos de Felicia.
Y si a usted no le gusta por qué vino, usted es grandecito.
Es que mi abuela me sobornó, señorita. Me dijo que si venía se hacía cargo de los choris y de los jarros de cerveza.
¿Y eso a usted lo condiciona?
Eso es irresistible señorita.
No me diga.
Si le digo ¿Y usted de dónde es, si se puede saber?
Ah, yo soy de Buenos Aires, señor.
¡Ahhhh, de Buenos Aires! ¡Claro, se nota que es de Buenos Aires!
¿Por qué se nota?
Usted tiene un aire, una elegancia, no sé… ¿Y por qué vino, señorita?
Vengo siguiendo a Coplanacu. Me gusta Coplanacu.
Tanto le gustan esos muchachos.
El dúo me puede. Sabe qué pasa, me gustan, y le voy a decir un secreto, me acerqué a usted porque usted es parecido un uno de ellos.
¿A cuál, al de la barba?
Los dos tienen barba.
Tiene razón, tal vez me parezco al más feo.
No son feos.
El que toca el bombo es más fulero que el otro.
Bueno, usted se parece al otro.
Gracias. ¿Gustaría un choripán y un porrón, señorita?
Muy amable.
Había mucha gente. Gente de la colonia que camina alrededor de la plaza en el sentido de las agujas del reloj y en el otro sentido también. El amor puede nacer en cualquier esquina, el destino se presenta y no importa dónde ni cómo. La fiesta de la agricultura siempre fue una oportunidad para conocer gente. Muchos se conocieron en esos amontonaderos, comprando una artesanía o mordiendo una hamburguesa. Pero, lamentablemente, este amor se frustró antes se arrancar, porque cuando la pareja encaraba hacia el kiosco de una de las escuelas, entre el humo de las parrillas llenas de chorizos, casi fantasmal se arrimó “el gato”, un gaucho que trabaja en el Banco, y, como si fuera un pasador de quiniela clandestina le dijo al galán al oído: “¡guarda!”. Esa palabra mágica fue suficiente para que el nativo de Felicia abandonara el romance y se perdiera entre la multitud. Lástima, esto podría haber terminado un poco mejor, lo que pasa es que hay mucho intruso que conspira contra el amor. En el siglo XXI también entran los que atienden por los dos teléfonos.