Y para la fiesta del pueblo tenemos pensado un desfile de gente disfrazada durante todo el día, venta de comidas típicas a la tarde y llegar a la elección de la reina a la noche.
La Secretaria de Cultura exponía frente a dos o tres cronistas amateur sobre el programa de la fiesta nacional de la agricultura. Uno de los periodistas destacados quiso saber quienes serían los disfrazados.
¿Señora, como es el asunto de los disfrazados, tienen que ser actores, comediantes locales o cualquiera puede participar?” –Preguntó Juan Sapo para “edición humo”.
Cualquiera puede participar, siempre que sea gratis. Dijo la mujer.
O sea que cualquiera que venga disfrazado puede participar de los festejos como protagonista.
Cualquiera sí, siempre que sea gratis –recalcó la ministra- aunque no disfrazado de cualquier cosa, los que quieran participar tienen que venir disfrazados de tanos, turcos, polacos, suizos, algo alusivo, ¿vio?
¿De inmigrante japonés? –insistió Sapo.
Pero gratis –dijo la ministra.
Gratis, claro, es una condición del municipio. Si no es gratis no va.
¿Y la Municipalidad que pone para la fiesta? –preguntó el director del boletín “ El lagarto embalsamado”
¡Mucho, señor, la Municipalidad pone todo el cotillón! Nos estamos ocupando como locos, hasta tenemos una sorpresa que si nos sale nos hacemos famosos.
¿Sorpresa, qué sorpresa? –quiso saber un jubilado que pasaba por ahí.
La secretaria de cultura miró para todos lados, se arrimó a los periodistas y dijo bajando la voz.
No digan nada, pero estamos tratando de conseguir un camello.
¿Un camello, para qué un camello? –se extrañó el periodista estrella del El Colono.
Tenemos un árabe que viene lookeado con todos los chiches y nos pidió un camello.
¿Y se va a pasear por la plaza con un camello?
¿Va a ser una locura, no es cierto? –dijo entusiasmada la funcionaria
Mientras se desarrollaba la entrevista entraron al palacio municipal, dos chicas con escote profundo, una petisa con cara de dibujo animado y una grandota de rodete y ojotas. La secretaria las miró y les dijo que “suban que ya las atendía”, después dijo a los periodistas que “ya estaban llegando las reinas”.
¿Las reinas de qué…? –preguntó Juan Sapo de “edición humo”
La enana es la reina del quinoto y la otra la reina del caballo –dijo la secretaria mirando al interior del edificio- Bueno, me voy.
¿Y el camello? –preguntó Adalberto Ropolín de la FM Anémica.
¡Qué pasa con el camello! –se calentó la tipa de cultura.
¿Cuándo llega? –insistió Ropolín
La funcionaria dio media vuelta y encaró, visiblemente molesta, en dirección a su despacho, arrepentida tal vez de haber mencionado al bicho atracción de la fiesta de la primera colonia. Cuando puso un pie en las escaleras para escapar al primer piso volvió a escucharse la tormentosa vocecita de Adalberto Ropolín de FM Anémica.
Señora, no nos deje así por lo menos díganos cuántas jorobas tiene.
¿Quién? –gritó mostrando los dientes la fulana oficialista.
El camello, no va a ser usted.
La secretaria desapareció en dos zancadas por las escaleras. Ropolín miró a sus colegas y guardando una libreta y un lápiz dijo, "esta mujer me odia porque pensó que lo de las jorobas era por ella".
Qué lo parió –cerró Juan Sapo de "edición humo".