AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 13

Número: 603

¡LA NOVELA MUNICIPAL AL ROJO VIVO!
Tremendo capítulo titulado: "¿Para qué carajo nos reunimos, señora?"

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“¡Atención, atención señores, se va a dar inicio a la reunión número doscientos mil doscientos veintidós del reino de la primera colonia agrícola bajo la protección de la señora alcaldesa Ana María de las Mercedes, se ruega a los señores funcionarios y ministros apersonarse en la sala de reuniones!”

Eso anunció el locutor del reino Alexis Bruno Bonette mientras un integrante de la banda municipal hacía sonar los platillos. A continuación entraron al recinto una docena de secretarios y burócratas quienes, previo aguardar la entrada de la jefa municipal se ubicaron alrededor de la mesa de reuniones.  

¡Qué traigan los sánguches! –vociferó Bonette y sonaron los platillos. Dos empleados contratados de rigurosa chaquetilla blanca irrumpieron con sendas bandejas de triples que depositaron en el medio de la mesa. La Intendenta ordenó que una de las bandejas se arrimara a un tranco de pollo de la cabecera, lugar en el cual se ubicaba ella. Eso hicieron de inmediato y la señora inauguró los triples, después preguntó con la boca llena “¿Qué vamos a tomar?”

Señora –dijo con sutileza Alexis Bruno- tenemos agua, vino o cerveza, usted dirá.

¿Qué día es hoy? –preguntó la reina.

Viernes –respondió Bonette.

¡Fenómeno! –dijo la mandamasa- Traigan cerveza.

Usted lo pide, usted lo tiene –dijo eufórico el locutor.

Sonaron otra vez los platillos y entró al salón un carrito empujado por dos inspectores, uno gordo y el otro flaco, que transportaba un barril de treinta litros con chopera, un fuentón con agua para lavar los vasos y todos los chiches. El carrito y los dos individuos se detuvieron a la derecha de la señora en posición de firmes.

¿Quién va a tirar los lisos? –vociferó la reina madre.

Yo –dijo un hombrecito con bigote a lo Chaplin que respondía al apelativo de “Gucho”.

¿Y usted señor “Gucho”, sabe tirar los lisos? –quiso saber la Intendenta.

Quién dice que no –dijo el señor “Gucho”.

¡Yo lo digo! –dijo la señora- Usted tiene fama de saber solo de autos viejos.

Le haré una demostración –dijo el chaplinesco sujeto y tiró un liso.

Pruébelo usted primero –ordenó la reina madre.

¡A la orden! –dijo el tipo y se mandó un liso al horno- ¡Exquisito! –dijo con espuma en los bigotes.

Todos aplaudieron y, una vez que la Intendenta despachó un liso y dos triples, atacaron sin piedad la bandeja del medio. Sonaron los platillos para parar la mano de la degustación y suspender la tranca por orden de la alcaldesa que con los cachetes inflados por los triples habló y dijo:

“Señores, alguno de ustedes me puede decir para qué carajo es esta reunión”

Volvieron a sonar los platillos y, fue entonces que tomó la palabra el orador y Licenciado Mauricio Caussi conocido como “San Cayetano” porque le consigue trabajo a todo el mundo. Mauricio o “San Cayetano”, tragó primero y mirando a todos los presentes dijo que se trataba de la reunión doscientos mil doscientos veintidós cuyo orden del día se refiere justamente a averiguar por qué carajo seguimos haciendo estas reuniones.

Se hizo un silencio de muerte. La señora se mandó al buche un liso “pura espuma” que le manchó la nariz, depositó lentamente el vaso en la mesa y miró con cara de guerra a los funcionarios y burócratas presentes.

¿Entonces, no sabemos ni para qué nos reunimos, hicimos más de doscientas mil reuniones al reverendo pedo? –Rugió al borde del llanto la primera dama.

(Debemos aclarar, para tranquilidad de los lectores, que la palabra “pedo” no llegó a escucharse porque en ese instante sonaron los platillos.)

El locutor Bonette se quedó sin palabras y lloró.

Los contratados retiraron el carrito con el barril haciendo chirriar las ruedas.

El señor Gucho hizo una reverencia y se retiró.

La señora se puso de pie y le dijo a todos que se retiren de inmediato a hacer lo que estaban haciendo.

El último que salió del recinto, un contratado flaquito e insignificante, con una bandeja vacía en la mano, se dio vuelta y antes de cerrar la puerta, miró con ternura a la señora, sola de toda soledad y sentada en la cabecera de la mesa desierta y dijo:

¿Y qué es lo que estábamos haciendo señora? ¡Nada estábamos haciendo!

Eso dijo el fulano y desapareció por la puerta.
 
 
 
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