-Señora, llegó el compañero chivo. –dijo la secretaria del municipio, refiriéndose al militante K que responde a tal apelativo campestre.
La señora Intendenta estaba tejiendo un posa vasos y cuando escuchó el anuncio se conmovió un poco y gritó “meeee”. “¿Qué dice?”, dijo la secretaria. “Nada –dijo la señora- que meee parece bien”. “Ah” dijo la chica y se retiró.
El chivo entró con dos custodios. “¿Y estos quiénes son?” preguntaron en la puerta del despacho. “Este es la oveja Andreoli y este otro el cordero Elena”, dijo el Chivo.
Los tipos pasaron y se presentaron ante la señora Intendenta que como estaba en la hora de la merienda mandó buscar tres porciones más de mortadela y queso para los visitantes.
-Señor Chivo –dijo la señora con la boca llena de queso- nosotros ¿en qué lugar vendríamos a estar?
El Chivo se refregó los bigotes y dijo “nosotros estamos a muerte con Cristina, Bonafini y Parrili, como siempre y hasta la pelucha, y al que no le guste que se vaya a misma mierda”
-Señor Chivo –agregó la primera dama- entonces, según usted dice, iremos a elecciones el año que viene con esos nombres en las listas.
-Esos son los nombres y no se cambian.
-¿Y quién los puso?
-El dedo los puso –dijo el Chivo levantando el índice.
-Señor Chivo, le aclaro que este pueblo es muy gorila y no perdona a los chorros –dijo la primera dama metiéndose un dedo en la nariz.
-¿Meeeeee? –baló el chivo.
-Que meeeee parece que si vamos con esos nombres perdemos seguro –dijo la señora.
Los custodios se inflaron. El cordero Elena levantó la mano como para pegarle un sopapo a la Intendenta. “No le pegués ahora que tiene los lentes puestos”, dijo el chivo.
La alcaldesa viendo que el chivo y sus custodios pretendían reclutarla a fuerza de sopapos, dio por terminada la reunión diciendo que “lo tenía que pensar”.
El chivo entonces dio vía libre para africarle. “Por traidora”, dijo. La oveja Andreoli se negó a pegarle un chirlo porque “no le puedo pegar a una señora”, dijo, aunque la Intendenta le tiró un trozo de mortadela en dirección al ojo y entonces la oveja dijo que “sí, que le daría para que tenga”.
-¡Traidores, traidores! –gritaba el chivo- antes querían y ahora no se dejan, que lo parió.
El cordero Elena quiso agarrar a la señora del cogote pero no pudo porque se les resbaló. “Tiene puesta crema”, dijo. El chivo, viendo que llegaba Gómez y gente de la cocina, ordenó la retirada. “Váyanse a la mierda”, dijo y se fue.
La señora se había refugiado bajo el escritorio. “¿Ya se fueron?”, preguntó. “¿Quiénes?” quiso saber Gómez. “La oveja, el chivo y el cordero”, dijo la señora.
-Sí –dijo Gómez.
Entonces la señora salió de su refugio se hizo un sánguche de mortadela y retomó su tejido. “Déjenme sola”, dijo. Enseguida, todos se fueron y la dejaron sola.