Y DALE CON EL CULEBRÓN, SIGUE Y SIGUE EL NOVELÓN MUNICIPAL
Hoy: "Tomar caña con ruda, tomar ruda o tomar caña"
“¿Usted cree que esto sirve para algo Gómez?”, preguntó la señora con el codo en el mostrador.
“Dicen que un poco de caña con ruda alcanza para limpiar el cuerpo y el alma de los excesos del año”, contestó el secretario tomando un sorbito del líquido ambarino.
“Sirve, claro que sirve –dijo un viejo de boina y nariz colorada desde una mesa al fondo del boliche- pero tiene que ser empinada en este templo, caso contrario el efecto no tiene garantía”
La capilla a la que refería el parroquiano era ni más ni menos que el boliche de Córdoba y Janssen que estaba al tope de fieles participando del culto.
“Oiga Gómez, pregúntele al gordo aquél cuántos toques hay que darse para que la cura sea efectiva” –ordenó la alcaldesa que ya iba por el cuarto vaso de linimento.
El gordo aludido tenía la camisa chica y el ombligo expuesto, se sintió discriminado por los dichos de la Intendenta y le dijo a Gomez “no me preguntés fruncido porque no te voy a contestar y si la doña se dirige a mí de nuevo, casi seguro le voy a arrimar un sopapo”.
“Tranquilos muchachos”, dijo el bolichero y monje de la parroquia, muy ocupado con una hilera de copitas que se iban vaciando con velocidad. La señora no se percató del percance porque se encontraba en el centro de un grupo que le festejaba cada trago. ¡Uepa! Gritaban los fulanos y la señora le daba sin asco.
“¡UEEEPA!”
“¡UEEEEPA, VIVA PERÓN!”, gritó la primera dama, espichó un trago y le quedó una hojita de ruda en la comisura.
“Guarda”, dijo Gómez estirando la mano para limpiar la jeta de su jefa.
“¿Qué hace insensato? ¡Saque las garras, che!”, se quejó la señora y se mandó al buche otro poco de caña.
“¡UUUUEEEEEPA!”, gritó a coro la concurrencia.
“Ya está inmunizada” dijo el viejo de boina y nariz colorada
“Que se lleven a los funcionarios para que amaine el kilombo”, reclamó el gordo de ombligo expuesto.
Dos inspectores que hacían guardia en la vereda del boliche, entraron y escoltaron a la señora hasta un camión regador, la invitaron a subir y con la alcaldesa arriba el camión desapareció por la calle Janssen.
Llegando a la esquina de 3 de Febrero, la señora sacó la cabeza por la ventanilla y gritó: “¡Viva Perón!”. Después no se escuchó nada más.