"Dios te ve", decían las buenas madres hace unos años. Con su sabiduría nos querían decir que se puede simular ante cualquiera  pero no ante Dios. Nos inducían a decir la verdad siempre. Estamos acostumbrados en este país a que nos macaneen, sobre todo los "agentes" del Estado que fingen a lo loco que trabajan, que sufren, que se sacrifican, cuando, en la mayoría de los casos, no hacen absolutamente nada. 

La Intendenta Meiners y sus amigos llevan casi diez años simulando. Hoy, pasando la zaranda, vemos que no se ha hecho prácticamente nada, lo poco que se ha hecho termina costando una fortuna a los contribuyentes. Diez años de recaudación alimentada por impuestos cada vez más expropiatorios, dieron como resultado en la ciudad unos pocos lomos de burro, rampas, algunas zanjas liberadas y no mucho más. ¿Para eso fue elegida la señora?

Algunos disculpan al Intendente, diciendo que es elegido para juntar la basura. Eso dicen. Aunque la basura se junta sola, la rutina de subir a los camiones cada mañana funciona con cualquiera, los muchachos ya saben como hacerlo, no necesitan de ninguna comandanta para salir a levantar las bolsitas. 

Un tipo que no hace lo que tiene que hacer, según el argot del Estado, es un "ñoqui".  El "ñoqui" se presenta los 29 a cobrar, eso es lo que hace. Con las purgas de hoy en día se ven saltar numerosas irregularidades en la plantilla del Estado. El coraje para corregir estos desfasajes incluye la acción de "rajar" a los que se llevan los cheques con fondos que provee la gente. 

Uno se pregunta por qué no hay purga en nuestra ciudad. Es posible que nadie tenga el coraje de limpiar a aquellos que se pasean por los pasillos del Municipio sin hacer nada. También es posible que la Intendenta tenga vergüenza de hacerlo porque si hay alguien en la Municipalidad que no hace nada, es ella misma. A las pruebas me remito. En diez años la ciudad no avanzó un metro, ni siquiera está en el mismo lugar que en el 2007, está peor. 

Meiners podrá seguir simulando, hacer teatro todos los días, cumpliendo el papel de una señora atareada a la que no le alcanza el tiempo y que se gana, con creces, los 30 o 40 grandes que se lleva todos los meses, pero ya no engaña a nadie. La rutina de llegar, sentarse, aburrirse y mirar el reloj todos los días esperando que toque el pito para irse corriendo a dormir la siesta, no es vida digna, es vida triste, culposa. Es cierto que no se puede hacer nada. El pueblo la eligió. Sí se puede apelar a su conciencia para que cambie el rumbo recordándole que que "Dios la ve". Si es que realmente le importa que Dios la vea.