La señora alcaldesa, reina y madre de los esperancinos, entró en el gran salón y le dijo a Gómez que era hora de despertarse de la siesta.
-¡Gómez, levántese, pedazo de atorrante, hasta cuando va a dormir, inútil!
Gómez se asustó. Los ojos de Gómez acusaban algo espanto y desesperación. Estaba blanco como un papel. Todo transpirado con el corazón en la boca pensó "vieja de mierda casi me mata de un bobazo". La Intendenta repitió. ¡Arriba la puta que te parió!. Gómez miró para todos lados como queriendo tirar a su jefa por la ventana. Cuando se recompuso, habló y dijo:
- Le pertenezco señora, qué necesita.
- Estamos inundados Gómez, haga algo de inmediato.
- ¿Dónde estamos inundados? -Gómez miró hacia abajo buscando agua y no vio nada.
- La farmacia Perín llamó y dice que estamos inundados.
-Ellos estarán inundados -dijo Gómez.
- Dicen que para cruzar la calle tuvieron que sacrificar una puerta y usarla de canoa para llevar a los empleados.
- ¿Los empleados exigieron ser cruzados?
- La CGT está exigiendo que los empledos sean cruzados, Gómez, haga algo.
Gómez miró con cierto desdén a la señora alcaldesa mientras marcaba un número en el teléfono. "Hola, corralón, mantenimiento, por favor traigan tres flotadores de plástico al despacho de la señora Meiners, de Bode, sí urgente, si no consiguen, váyanse a una gomería y me alcanzan tres cámaras de camión, infladas. ¡Infladas, infladas, infladas, che, la puta sos sordo". Gómez colgó.
- Eso, lo de las ruedas de camión es muy berreta Gómez -dijo la señora con cara de asco.
- No hay presupuesto para más. Piense usted que es un privilegio faraónico hacer lo que se hace por un ciudadano particular, común como el ciudadano Perín. Si cada ciudadano nos pide una cámara de camión nos fundimos.
- Perín no es un ciudadano común. -Dijo la primera dama muy contrariada.
- No se me ocurre por qué el tipo ése, Perín, tiene que tener privilegios. -dijo Gómez.
- Perín no es un coso común porque su apellido es el diminutivo de Perón, Gómez y la puta que te reparió. Usted no entiende nada, ustede es un inservible, haga lo que le digo porque de lo contrario lo voy a cagar a patadas.
Dicho esto, la señora tomó el monitoreador de inundaciones, un aparatito que constaba de una manguerita para chupar y un relojito para medir, bajó los escalones, transpuso los portales y desandandando la Avenida Córdoba llegó hasta la esquina del ciudadano Perín, allí, tiró la manguerita en el agua de la calle que estaba inundada de cordón a cordón y sopló con fuerza. El relojito subió hasta cuarenta. "Cuarenta" dijo, "cuarenta, cuarenta" gritó. La puta madre.
-Está monitoreando -dijo una vieja que pasaba por la calle, en patas y con paraguas.