HISTORIAS DE LA CIUDAD SECRETA. HOY: NAVIDAD NEGRA.
-Nunca creí que se iba a ver tanta inseguridad, don Colo… –dijo el dueño del boliche de la avenida Córdoba mientras se estiraba para pasarle el plumero a unas botellas de ginebra.
-Sobre todo en esta época, parecería que los chorros salen a juntar para las fiestas. Mire cómo será la cosa, que esto que usted dice me trae a la memoria el asalto a la fiambrería del gordo Cabañas en vísperas del año nuevo de 1988.
-Cuente entonces, si sirve para coronar la mañana -dijo el otro bajando el plumero para atender al relato.
-Los ladrones se hicieron pasar por clientes y cuando vieron la oportunidad lo apretaron al gordo.
-¿Estaban armados?
-Le metieron la mano en la máquina de cortar fiambre. “Dame la guita”, le dijeron. –Estaba por llover y el Colo se miró los dedos de la mano izquierda mientras movía suavemente el vaso de vermú.
-Son tiempos violentos, don Colo.
-Cabañas le entregó la recaudación, que no era mucha que digamos porque el grueso se vendía con libreta, y entonces los ilegales lo hicieron desnudar y lo metieron en la exhibidora.
-Qué lo parió, pobre gordo.
-Usted sabe que ese aparato no tiene manija por dentro y, para colmo, ese año la Navidad cayó viernes o sábado y el gordo estuvo todo el fin de semana adentro, hasta el lunes, cuando el dueño abrió el negocio. Lo único bueno es que el gordo sufría mucho el calor y en la heladera no lo pasó tan mal.
-¿Y qué pasó cuando lo encontraron dentro del exhibidor?
- La primera que lo vio fue una clienta que al principio creyó que era una promoción. Imagínese, Cabañas, desnudo, de espalda, la señora preguntó que “a cuánto estaba el chancho”.
- ¡Una falta de respeto! ¿Y entonces?
-Y entonces, no se sabe como hizo, el gordo pudo escribir “socorro” en el vidrio con un salame.
-¡Qué lo parió! Después se asustan con los asaltos que hay ahora. –dijo el bolichero arrimando un plato con queso.