AÑO 18

NUMERO 61629

Cultura

Año: 12

Número: 586

NO SABEMOS LO QUE QUEREMOS NI DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO.

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Es increíble pero carecemos de los conceptos mínimos. No sabemos de qué hablamos cuando hablamos de Cultura, cada uno piensa de una manera distinta con respecto al Progreso y hemos llegado al colmo de no ponernos de acuerdo en lo que entendemos por verdad y mentira. 

Cuando nos prometieron 5000 lotes, en tiempos del primer ministro Albarracín (tal vez con buena intención) la gran mayoría tenía la convicción de que se trataba de una macana, una falacia utilizada para que Meiners gane las elecciones, pero igual pusimos el voto a la mentira. Lo más extraño es que rápidamente olvidamos la mentira y no nos quedamos ahí, vivimos con la mentira, la padecemos y hasta la abonamos. ¿Será que no estamos tan seguros de que se trate de una mentira? Tal vez, en la época del conocimiento, no hemos conseguido diferenciar la verdad de la mentira. Entonces estamos arreglados. No definimos las cosas esenciales y entonces no nos ponemos de acuerdo. Si la mayoría de los ciudadanos entiende que su deseo es vivir en una ciudad azul, entonces obrarán en consecuencia y tarde o temprano tendrán la ciudad que quieren. Pero si todos los días se propone un color distinto, entonces no terminaremos nunca. 

Los concejales repiten hasta el cansancio que se ocupan de controlar al ejecutivo municipal, años repitiendo esa consigna. Ahora resulta que los mismos controladores nos dicen que Meiners y su Secretario de Hacienda gastan los recursos públicos en cualquier cosa menos en obras productivas para la ciudad. Publicidad, Fiestas, Empleados contratados, Alquileres, en fin gastos. Si hubiese un control férreo de los dineros públicos Gómez y Meiners plantearían alguna vez la necesidad de recortar esos gastos volátiles, pero nunca lo hacen, les resulta más fácil inventar destinos insólitos para el chorro de plata ajena, se ríen del control del Concejo, le toman el pelo.

Hubo generaciones más dignas que ésta. Por lo menos mentían menos. Hoy la ciudad está disfrutando de obras que se hicieron hace más de treinta años. Uno se pregunta qué haríamos en la actualidad sin la red domicialiaria de gas natural o que calidad de vida tendría la ciudad sin cloacas.  Eso se hizo hace años, con bastante audacia y contra viento y marea. Las obras de aquellos tiempos tuvieron opositores, controladores implacables, algunos destructivos como la Señora Copes Bergamasco que con su voto definitorio en el Concejo destruyó la empresa municipal que hacía pavimento. No aprobó ni una sola cuadra para que la empresa siga trabajando y la hizo desaparecer. Hoy los frentistas pagan locuras. Es una realidad, los vecinos disfrutan y también padecen los aciertos y errores del pasado.
 
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