La muerte por suicidio de Brenda Brondetta, una niña de 14 años que vive en la calle Belgrano al Sur de nuestra ciudad no solo entuta y entristece a la familia, sino a toda la ciudad que se ha paralizado ante la terrible decisión. 

Lo que lleva a una adolescente con toda la vida por delante ha cumplir con el macabro trayecto que va de su espacio habitual hasta el lugar de la tragedia es un misterio que hoy es imposible de explicar y de entender. La chica tomó los tenebrosos enseres , un banco y una soga, cosa que certifican la premeditación y en el arbolado campo de la Escuela Normal Mixta Domingo Faustino Sarmiento (tremenda paradoja, justo en una escuela) se quitó la vida. 

Solo resta preguntarse qué se puede hacer para desterrar estos flagelos. Durante años se ha repetido en esta ciudad que hay que crear espacios de convocatoria para la juventud. Declaraciones, charlatanería de campaña. No basta con ponerse a pensar que es lo que atrae a los jóvenes y ofrecerlo diariamente, a los muchachos y chicas de esta geneneración hay que ir a buscarlos, entusiasmarlos, procurar que se sientan útiles, importantes, imprescindibles. Los mayores son los que deben dar lugar al paso de los adolescentes, invitarlos a que ocupen un lugar. Esta ciudad parece estar pensada para los ancianos. Hay más ofrecimientos para ellos que para los chicos. Todo lo disfrutable de la ciudad parece hecho a la medida de los mayores, de los maduros, de los viejos. 

Si para algo sirven estos hechos terribles son para tomarlos como enseñanza. Empecemos a inventar protagonismo para las generaciones que vienen. Es responsabilidad de todos. Busquemos y demos ayuda concreta a músicos, actores, pintores, deportistas, vayamos a buscarlos a las escuelas, en los bares, en la calle. Pensemos un proyecto integral. Rápidamente, antes que sea tarde. Hagámoslo en homenaje a esta chica que se sintió acorralada y nadie pudo echarle una mano.