AÑO 18

NUMERO 61629

Opinión

Año: 1

Número: 74

La propaganda política en la suiza de las pampas.  (Edgardo Ferrero)

"Propaganda política y realidades"
(E. Ferrero)


La publicidad política como la publicidad en general debe ser enfática,  y resulta que es así es porque no puede ser de otra manera. Nadie compraría un producto o contrataría un servicio si éstos se dieran a conocer diciendo que son "regulares" o "de dudosa eficacia".  Si alguien dijera: "Viaje a Santa Fe por el servicio de transporte X que es más o menos" o  "Vote al político tal por cual que en una de esas hasta gobierna bien y todo", tal vez no faltaría a la verdad pero fracasaría como marketinero.  Es evidente que ese no es el camino de la promoción, y es por eso (y no por otra cosa) que la publicidad  debe ser en cierto modo un poco mentirosa.  También es cierto que existe cierta complicidad en la gente o sea que algo de mentira hay y "nos mienten porque nosotros dejamos que nos mientan".  Nadie cree a rajatabla que tomando un poco de Coca Cola pasará de "croto" a "winner", pero acepta el concepto como una verdad relativa, codificada, como regla de un juego virtual para presentar una bebida o lo que sea. Nos macanean y nosotros dejamos que nos macaneen. El asunto es saber si tales condiciones comunes a la publicidad ordinaria se dan para el posicionamiento de candidaturas a los distintos cargos en el gobierno.  La influencia del estilo comercial es notable, al igual que con cualquier cosa se comienza por pensar al candidato como si fuera una galletita, luego se inventa una frase cortita que puede ser "vote al mejor",  "Mengano conducción",  "¡Ahora sí, fulana!" o algo parecido y listo el pollo.  Y aunque nadie crea en definitiva que la enfática síntesis sea la verdad verdadera todos aceptan con inconsciente complicidad la ficción publicitaria. Lo que quiero decir es que (de cajón, dijo Acastelo) nadie creerá que Ana (por decir un nombre) es una caudilla que al mando de las montoneras pedepetes  tomarán por asalto el poder municipal, nada que ver, tal vez ni ella misma lo crea, pero, así y todo el código subsiste en la mente del receptor y después de unas cuántas veces de sufrir el jingle, todos terminarán escuchando las barbaridades más absolutas como quien escucha llover. Y si algo queda, Goebbel,  habrá triunfado otra vez. 
La cosa es saber hasta donde la propaganda puede difundir en la masa las ideas de fondo y, fundamentalmente, una imagen positiva ya sea de un candidato o de un partido político. Lo que sí es cierto es que tal vez algunos exponentes necesiten más ayuda de la ciencia del marketing que otros, por ejemplo y con todo respeto, un Bonini no será tan fácil de instalar entre los ganadores por más reducida que sea la capacidad de asimilación o intelección de las masas electorales. Algunos creen que las ideas solo pueden penetrar entre la gente ordinaria si se trata de ideas sencillas, en lo posible pocas y machacadas o en todo caso si se expresan en forma de mito. Por tan atendibles razones será que algunos se eximen de expresar ideas en sus propuestas y prefieren sugerir imágenes. Imagen de bueno, imagen de honesto, imagen de culto, imágenes... Aunque hoy en día y en este pequeño oasis de la convulsionada Argentina, que se da en llamar Esperanza, no será tan fácil que la gente se coma el sapo de la imagen, los "bultos que se menean" obsesionados por la urna y buscando el favor de la gente habrán de tener esta vez algo más que una cara pintada o una sonrisa Kolynos, porque la mayoría de los que en septiembre irán a votar lo harán munidos de un sano individualismo aprendido de sus propios dirigentes. En definitiva todos votaremos directa o indirectamente por nosotros mismos y no habrá ninguna ley de marketing que nos sorprenda. Los revolucionarios podrán hacer propaganda pero ninguna propaganda hará ni la cuarta parte de un revolucionario.  Lo dicho, dicho está. Hasta la próxima.    
 
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