AÑO 18

NUMERO 61629

Actualidad

Año: 12

Número: 566

HISTORIAS DE LA CIUDAD OCULTA: LA ENTRADERA.

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No todas las entraderas son iguales, hay entraderas y entraderas.


Era viernes y, aprovechando la tardecita, las mesas del histórico bar de la esquina de San Martín y la Plaza estaban colmadas.
"El Colo" despatarrado en uno de los sillones que daban a la avenida participaba con dos parroquianos de una sesuda conversación sobre la inseguridad que, a decir verdad, había captado, por el tenor de los vozarrones y la efusividad de las carcajadas, la atención de las mesas vecinas.
- El petiso Barbero -dijo el Colo aclarando la garganta- fue víctima de un curioso hecho de inseguridad que se podría calificar como una "entradera", aunque, con algunos matices originales, digamos, notable, por la forma en que el ladrón hizo de las suyas.
- Mire que bien, mi amigo, -dijo un jubilado peinado con glostora- eso sí que suena interesante.
- Resulta que el petiso llamó pidiendo un plomero, vieron como es eso:  "mire tengo un caño así así, debajo de la pileta y de pronto el agua no corre".
- ¿Y qué tanto tiraba su amigo en la pileta, si se puede saber? -intervino un flaco de mameluco azul que se ocupaba de todo servicio.
- Bueno -dijo el Colo- cosas de soltero, la comida que no le gustaba, polenta, pucherete, la cosa es que se le tapó y llamó a un plomero. El plomero vino, se agachó y el petiso se quedó parado al lado y le hablaba.
- Eso es molesto don Colo, el profesional pudo pensar que Barbero quería mirar para aprender y después arreglarlo él -dijo el flaco todo servicio.
- Tal vez, -dijo el Colo- pero en un momento parece que el tipo lo agarró al petiso de las piernas y lo ató, lo amordazó y lo dejó encerrado en el bajo mesada.
- ¡Qué bárbaro che, esto es una locura, como hay que tener cuidado, no se puede confiar en nadie! -dijo el jubilado engominado.
- Lo grave es que Barbero vive solo y el pobre estuvo tres días encerrado, tomando agua que goteaba del caño del mesón, hasta que una vecina lo encontró.
- Disculpe don Colo, con todo respeto, no es que dude de su relato, pero como es que su amigo tomaba agua si usted dijo que el ladrón lo había amordazado -dijo el flaco achicando los ojos inquisitivamente.
- Barbero tenía un diente postizo con el que jugaba a sacárselo permanentemente. Con el diente postizo rompió la mordaza. -dijo el Colo tomando aire-. La vecina de la casa de al lado escuchó los gritos a eso de las cinco de la mañana del tercer día, la mujer se vino como estaba, recién levantada de la cama prácticamente desnuda. Según cuenta Barbero, la dama es una señora grande y soltera que cuando lo encontró en esa incómoda situación le dijo: "¡Qué ocasión para hacer un brindis!"
- No hay mal que por bien no venga don Colo, la suerte que tienen algunos. ¿Y su amigo, el petiso, que hizo? - preguntó el mozo que se había sumado al auditorio y escuchaba con singular atención.
- Y, hay que entender, parece que el petiso pidió disculpas a la señora, imaginate, no tenía energía, tanto tiempo tomando agua podrida... -dijo el Colo pidiendo otra ronda. El mozo asintió con la cabeza, se puso la bandeja bajo el brazo y dio media vuelta sin poder creer lo que escuchaba.
 
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