Cuando se produzca el llamado a elecciones del 2015, la Intendenta andará cerca de las setenta primaveras. Nadie dice que eso puede llegar a influir en el olor a naftalina que tiene el gobierno de la ciudad, pero algo tendrá que ver. Naturalmente cuando los años vienen lo más común es que uno vuelva dos o tres veces sobre sus pasos porque se olvidó la llave del auto o porque no cerró la hornalla. A propósito de la hornalla, la señora se olvidó de insistir ante sus jefes nacionales para que nos provean de gas, mandó una notita en el 2008 y después se le hizo una laguna, ahora todos quieren que habiliten la válvula, mas vale tarde que nunca, con tal que no sea tarde. Ese es un olvido importante.

En época de retiro uno tiende a rascarse el higo. Todos los jubilados lo hacen, primero se quejan de que no tienen nada que hacer y después se acostumbran. La Intendenta es jubilada, un jubilado en el Municipio pasa desapercibido porque la mayoría se rasca. ¿Qué le gusta hacer a un jubilado? Sentarse en la plaza, jugar con los nietos, tomar caña con ruda y jugar al chin chon. Bueno, eso, salvando las distancias, estuvo haciendo la primera dama en estos años.

Resultado: la ciudad es la ciudad de un jubilado. Así como la casa de un jubilado es una casa de jubilado, la ciudad también. El jubilado por ejemplo ama a las palomitas y deja que caguen por todos lados. Bueno, qué le parece, se acuerda de alguien. Todo se deja para más adelante, para cuando "quién sabe si vamos a estar", en lo posible para que lo haga otro, total la vida es corta y hay que disfrutar. No calentarse. Cenas, entrega de premios, corte de cintas y suelta de globos y palomas, eso sí, ahí el jubilado sale de la cueva, porque quiere reconocimiento, falso o lo que sea pero reconocimiento al fin. Sin desacreditar a los que peinan canas, la cosa es seria, aunque dicen que cuando se muere un viejo es como si incendiara una biblioteca. Acá no es tan así, si no habría viejos, seguiría habiendo bibliotecas pero las cenas y comilonas se quedarían sin comensales.

El recambio generacional no tiene mucha polenta que digamos. Camissi y Elena son los únicos pingos que hay en las gateras. Si se produce el milagro y uno de los dos arranca tendrá menudo despelote porque la señora les deja todo empezado. Todo sin terminar. Cloacas, Gas, viviendas, para decir algo, porque cuando decimos TODO lamentablemente es TODO.

Si la Intendenta es reelecta, para el mundial de Rusia ni la esquina de Castellanos y Sarmiento va a quedar para festejar en caso que haya festejo. Todo roto vamos a tener. La calle interior de la plaza será peatonal porque los pozos que hizo Blangini tendrán la profundidad suficiente como para que entre un auto completo. Entrar a la plaza desde el sur por Belgrano será imposible porque los escombros del palacio Stoessel cubrirán la esquina. Eso sí, es muy posible que se hayan terminado las casitas de la calle Janssen. La señora iría derecho hacia los 80 pirulos y si ahora le importa poco lo que pasa en la ciudad por esa época imagínense ustedes. Otra cosita: ¿A quién le gusta el chaqueño Palavecino? A todos tal vez, pero más a los que no se ablandan con el primer hervor. Para muestra basta un botón.