AÑO 18

NUMERO 61629

Economía

Año: 12

Número: 561

El Hijo del Padre: SADESA y Flia

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De nuestros correponsales en Rosario, especial para esperanzanews: 

Nota ilustrativa que nos aproxima a la realidad de unos pocos, mas bien "bien pocos". La familia Galperín, dueña de una gran empresa productora de cueros y uno de los mayores empleadores de Esperanza y la región, han sabido criar a hijos que multiplican la fortuna de la familia.

Terminar de consolidarse como el gran faro para el e-business de la región inspirado en lo que fue HP para el desarrollo tech del Silicon Valley. Dejar todo en orden para abandonar su empresa antes de cumplir 45 años (en cinco años). Volver a vivir a la Argentina. Esa es, por estos días, la lista de pendientes de Marcos Galperín, fundador, CEO y presidente de MercadoLibre. No está apurado, no es su estilo: no tiene esas metas anotadas bien grande en las pizarras de su oficina. No suenan alarmas ni en su iPhone ni en su iPad recordando esas cuestiones, pero sin dudas son los temas que ocupan su horizonte cercano. 
Como la de la propia HP o Apple, la suya es una historia de garaje. Pero garaje coqueto. Heredero de una familia emprendedora que maneja hace décadas una de las productoras de cueros más importantes del mundo, con estudios locales en San Andrés y college y maestría en Estados Unidos y ex empleado de YPF y JP Morgan, Galperín se convirtió, sin embargo,  en un empresario modelo por mérito propio.
Serio pero afable —algo soberbio y brillante, según los que lo conocen en la intimidad—, Galperín está al frente de la cuarta compañía argentina de más valor entre las que cotizan en alguna de las bolsas del mundo (detrás de Tenaris, YPF y Ternium): casi US$ 4.000 millones al cierre de esta edición. Y él, con un patrimonio personal que supera los US$ 400 millones, es el empresario emblema de la Internet vernácula y quizás el ejemplo más claro de las últimas décadas de un emprendedor exitoso a escala global.
Galperín quiere trascender. Por eso nunca se le cruzó por la cabeza vender su empresa, aún en momentos en lo que todo –inversores, amigos, contexto global– parecía indicar que ese era el camino. Por eso se desvive por posicionarla, cada vez más, como eje del entrepreneurship virtual de la región. “Somos un núcleo alrededor del cual se está formando un verdadero ecosistema. Formamos a buena parte de los expertos latinos en comercio y pagos electrónicos, marketing on line, marketplaces, comunidades virtuales. Los que dejan la empresa —la mayoría se va bien— van a hacer cosas buenas a la industria. Silicon Valley es eso. Yo hablo con políticos y muchos me dicen que les gustaría recrear Silicon Valley en el país, pero no se crea Silicon Valley apretando un botón o teniendo la idea. Sí se puede recrear variables, condiciones para que las cosas pasen”, le dice Galperín a FORBES en el headquartes de la compañía en el barrio de Saavedra. Galperín prefiere no decir con qué políticos habla, pero dispara al menos una docena de ex empleados en cargos de decisión en otras empresas (ver aparte). Ése es “su” ecosistema, uno de sus mayores orgullos. 
“Estamos lejos de tener un Silicon Valley, pero están pasando cosas importantes. Y MercadoLibre ocupa un rol muy importante. Nuclear, diría. Los emprendedores prometen que van a ser el próximo MercadoLibre y los inversores les creen —o los escuchan, al menos— porque no es una locura: nosotros sí lo hicimos. Y, además, los inversores de riesgo miran mucho para ver donde aparece y no perderse al próximo MercadoLibre. Eso trae mucha inversión a la región”, afirma.

MercadoLibre es cosa seria. Realiza 60 millones de transacciones —2 por segundo durante todo el año— que generan US$ 5.000 millones anuales. Unas 19 millones de personas usan en sitio, con 5 millones de vendedores y 14 millones de compradores. Y unos 135.000 obtuvieron todos o la mayor parte de sus ingresos vendiendo en la plataforma.
¿Cuál es la foto de la compañía?
La foto es increíble, pero la película es más interesante. Hablar de foto en este mercado es riesgoso: sólo basta mirar las de Blackberry o Nokia hace 3 años. El año pasado fue el de más crecimiento de nuestra historia, y es bueno que eso pase en el año 13 de una empresa cuando se supone que ya está madura. Somos rentables y empezamos a dar pasos importantes en áreas estratégicas como verticalización, pagos y el mundo móvil. Estamos en medio de una trasformación muy grande. En esta industria, cada 5 años tenés que renovarte o quedás obsoleto.
¿Cuál es el principal desafío de la compañía para los próximos años?
Somos una empresa de tecnología con soluciones para ecommerce que le da un sistema de pagos electrónicos a miles de empresas, como Walmart, en Brasil. Hoy, podés poner tus productos en Mercado Libre (el 80% son cosas nuevas y el 95% es venta directa, la subasta quedó como un nicho), usar Mercado Shop (con el que ya 5.000 usuarios tienen su propio portal de ventas con la dirección web que eligieron), cobrar con MarcadoPago, y comprarnos tráfico con MercadoClick. Tuvimos una trasformación brutal. La mitad de las transacciones de la Argentina y Brasil ya se pagan por medio de MercadoPago, pero la otra mitad, no. Ahí tenemos que crecer.
MercadoPago es una de las grandes apuestas de la compañía, y uno de los grandes aciertos de Galperín. El sistema permite que los vendedores paguen en cuotas y los vendedores cobren el monto total en el acto. ¿Cómo se logra? Negociando con los bancos y las tarjetas gracias al volumen de transacciones que genera la plataforma. “Así, un artesano del Chaco tiene mejores cuotas que Walmart. Empezó siendo sólo para nosotros, luego lo abrimos y su crecimiento es de 3 dígitos desde más de dos años. En un plazo razonable, MercadoPago fuera de MercadoLibre será más grande, a pesara de que esperamos que todos nuestros pagos se gestionen por ahí”, explica el empresario.
Demoraron mucho en llegar al mundo móvil.
Recién ahora dimos el paso con nuestra aplicación sobre iPhone, Android, BlackBerry y Windows Phone. Estuvo bien no adelantarnos: de nada sirvió gastar en portales WAP en 2005. Paso mucho tiempo estudiando tecnología y tendencias y estar adelantados no siempre es bueno. Ahora lo hicimos y tenemos unas 100.000 transacciones móviles por mes. 

El 9 de agosto de 2007 el mundo financiero hizo crack. Ese día, la crisis subprime de EE. UU. se trasladó a las bolsas del mundo. Los mercados se derrumbaron 400 puntos y, por primera vez desde el 11/9 los bancos centrales de EE. UU., Europa y Japón intervinieron con inyecciones de liquidez. Ese día, MercadoLibre lanzó su oferta pública de acciones (IPO) y comenzó a cotizar en el Nasdaq. Galperín busca la palabra para definir ese momento. Piensa y piensa y sólo se le ocurre una: “horrible”. “Habíamos hecho nuestro roadshow. Tres semanas con un equipo en EE. UU., donde estaba yo, y otro en Europa. En las reuniones, los inversores tenían detrás las pantallas de Bloomberg: todo rojo. Una IPO en ese momento era imposible y menos para una empresa latina. Fue insólito”, recuerda.
Con todo, la salida a la Bolsa tuvo 10 veces más demanda de las 4 millones de acciones que vendieron y un precio de US$ 18. A pesar del contexto, el ticker subió: al día siguiente abrió en US$ 28 y luego pasó a US$ 35. Luego, subibaja. En febrero de 2008 llegó a US$ 80 y en marzo cayó a US$ 8. Más tarde, pasó US$ 100 y ahora está en US$ 85.
"Nunca, pero nunca, nos enfocamos en la cotización de la empresa o su valor de mercado. Las acciones no se pueden controlar por eso pensamos en lo que sí podemos hacer: soluciones para pagos, logística, lo nuestro”.
Usted no mirará las pizarras, pero tendrá ejecutivos que sí lo hacen.
No, de verdad. Nuestra cultura es distinta. Si hacemos las cosas bien, en el largo plazo, la acción va a acompañar. Antes de salir a Bolsa, en 2006, nuestros ingresos fueron de US$ 50 millones. Salimos, en 2007, y crecimos a US$ 80 millones. Luego: 2008, US$ 130 millones; 2009, US$ 180 millones; 2010, US$ 230 millones y 2011, US$ 300 millones. En 2011 tuvimos US$ 80 millones de ganancias, lo mismo que los ingresos de 2008. Yo pienso que en cinco años me gustaría que nuestra ganancia sea los ingresos que tenemos hoy.
El empresario tiene todos los números en la cabeza. Los repite sin dudar. Quizás el valor de la acción no lo desviva, pero pasó años mordiéndose los labios pensando que su empresa no era rentable. Es más, asegura que no se sintió un “hombre de negocios” hasta que tuvo el primer trimestre con ganancias, en 2006. “De 2002 a 2004 trabajábamos muy fuerte pero no dábamos ganancias. Éramos el poster-boy, pero yo tenía mucha angustia porque manejaba una máquina grande y líder que no era sustentable. El día del primer balance positivo me saqué una mochila gigante de la espalda y sentí que la empresa iba a trascenderme”, recuerda.
Galperín tiene 40 años y asegura que no quiere cumplir 45 dirigiendo el día a día de su compañía. Le preocupa poder hacer una transición ordenada, algo que no suele ser moneda corriente en el mundo tech. “No quiero tener 60 años y seguir acá. A los 45 quiero retirarme de MercadoLibre... o antes. Esta industria es apasionante pero no termina nunca. Ya pasaron 14 años. Cuando empecé tenía 27 y era soltero, ahora tengo 40 y tres hijos (de 11, 8 y 5 años). La transición es todo un desafío”.
¿Por qué?
Como todo es tan cambiante, cuando el fundador se va los que quedan muchas veces no se animan a tocar nada de lo que él hizo. Ahí comienzan los problemas. Eso pasó en eBay, que por suerte ahora atraviesa una trasformación positiva.
Hace poco, en una entrevista pública en Endeavor, dijo que no se ve haciendo otra actividad en el sector privado, más allá de MercadoLibre. ¿Sí se imagina trabajando en el sector público?
Puede ser, pero en el largo plazo.
¿Haciendo qué?
No tengo idea. No es algo que me dé satisfacción, pero es una responsabilidad que si vuelvo a la Argentina debería cumplir.
¿Sólo como un deber, sin vocación?
Las dinámicas del sector público no me entusiasman demasiado. Pero uno crea su propia realidad y hay que involucrarse. Es un deber, pero no lo planifico ni estoy pensando en hacerlo.
Vive con su familia en Uruguay desde 2002. ¿Por qué se fue?
Me fui por temas personales. Encontramos un país muy parecido con una democracia que funciona como ninguna en la región, es el único que de verdad separa religión de Estado, algo que para mí es valiosísimo. Nos sentimos muy cómodos allá.
¿Se sentía mal en la Argentina?
Si, la verdad que sí. Estaba muy angustiado. Pero nunca pensé que íbamos a pasar 10 años en otro país.
¿Piensa volver?
Sí, me encantaría. Es mi plan, el de mi esposa y creo que hasta el de mis hijos, que se sienten argentinos.
Hernán Kazah conoció a Galperín en 1997, en Stanford. Fundó junto a él MercadoLibre, donde trabajó más de 10 años, como COO y CFO, y si bien ahora está alejado de la conducción de la compañía, sigue siendo accionista. “Marcos se enfoca en el largo plazo, y está muy convencido de su visión. Es un tipo muy derecho: durante años tuvimos acuerdos de palabra que se cumplieron mejor que con un contrato”, asegura el socio de Kaszek Ventures, el fondo local de venture capitals tecno que maneja US$ 100 millones e inversiones en 21 compañías. “Recuerdo reuniones de directorio en las que Marcos hablaba con lágrimas en los ojos porque algún inversor se ponía duro para repartir la caja. Luego, esos mismos inversores hicieron mucho dinero”, asegura.
“Es austero y algo soberbio, auque entiende muy bien sus fortalezas y debilidades”, lo define otro ex empleado que asegura que es muy difícil ver a Galperín fuera de control o llevándose mal con alguien. “Lo único que lo enoja es que alguien que se compromete a hacer algo, no lo haga y culpe a otro o ponga excusas”.
Lo fascina conocer en detalle historias que hablen de su idea, de como alguien que se quedó sin trabajo prospera vendiendo on line, personas que se conocieron por la plataforma y se casaron, o cuánto recaudó tal ONG en una subasta virtual. El impacto social de MercadoLibre: otra vez la idea de trascendencia. 

Galperín nació el 31 de octubre de 1971 y es el cuarto de cinco hermanos. Su familia es dueña de la curtiembre SADESA, una de los vendedores de cueros más grandes del mundo. “Nunca trabajé ahí, salvo algunos veranos. Cuando mis amigos estaban en Punta de Este yo estaba en Santa Fe, en la fábrica. Pero nunca fui empleado. Mis abuelos fueron emprendedores: el paterno llegó de Rusia con un dólar en el bolsillo y sin hablar el idioma, el materno llegó de Alemania y armó la empresa de cueros que mi padre, que sólo fue a la escuela pública, internacionalizó”, explica.
El colegio San Andrés, de Olivos, fue el elegido para la educación de los hermanos Galperín, aunque Marcos siempre lo consideró un ambiente muy cerrado. Por eso, decidió irse a estudiar a EE. UU., cuando apenas tenía 17. Optó por Finanzas, en Wharton, en la Universidad de Pensilvania. Allí, en medio de una tensa relación con un roommate muy ruidoso, mucho estudio y muy pocas salidas a bares de la zona a ver fútbol, estrechó relación con otros argentinos, como José Estenssoro, hijo del presidente de YPF. A esa compañía ingresó en 1994, cuando terminó el college y regresó al país.
Dos años después, con Karina, su novia de toda la vida ya convertida es su esposa y con Félix, su primer hijo, volvió a EE. UU. para realizar un MBA en Stanford (evaluó Harvard, pero siempre la consideró más tradicional y snob). Cuando YPF se vendió a Repsol supo que no nunca volvería a su antiguo empleo.
Ya desde entonces estaba interesado en los negocios on line. Su primera idea fue con finanzas, pero Patagon, de Wenceslao Casares le ganó de mano. La anécdota más recordada de la génesis de MercadoLibre fue cuando, aún estudiante de Stanford, en 1999, Galperín consiguió que uno de sus profesores lo dejara llevar al aeropuerto, luego de una charla, a John Muse, uno de los inversores de riesgo estrella del momento. Un viaje ideal para, en pocos kilómetros, contarle su proyecto y pedirle dinero. “Me encanta la idea. Si necesitás dinero, avisame”, le dijo Muse mientras Marcos elegía a propósito salidas de la autopista equivocadas para ganar tiempo.
“No quiero tener 60 años y seguir acá. A los 45 quiero retirarme de MercadoLibre... o antes. Esta industria es apasionante pero no termina nunca”.
Después, lo conocido: el lanzamiento, las rondas de inversión millonarias y la competencia feroz con DeRemate, el sitio casi gemelo que lanzó al mismo tiempo otro argentino, Alec Oxenford, y que MercadoLibre iba a terminar comprando años después. “Al principio fue muy duro todo, estresante. Todos relacionan a De Remate con Alec, pero Guido Grinbaum se le ocurrió el tema, reservó el nombre y es una persona que yo admiro mucho y es muy importante en este ecosistema regional”.
Sí, pero la competencia era con Oxenford.
Durante un tiempo quisimos ponernos de acuerdo. Pero no hubo caso. Parecía que teníamos estilos similares pero nosotros nos enfocamos más en armar un equipo y una tecnología. Además, gastamos menos: mucho, pero no tanto como ellos. Ellos estaban más enfocados en cosas personales: hacerse conocidos, la prensa. Eso no siempre ayuda.
¿Cuándo fue la última vez que le quisieron comprar la compañía?
En 2006, eBay. Habían querido comprar antes y tampoco nos pusimos de acuerdo con el precio. Dieron marcha atrás y nos lanzamos a la Bolsa.
eBay es el principal accionista minoritario de la compañía, con un 18%. Si bien tuvieron un acuerdo de no competencia entre 2001 y 2006, hoy compiten. “Es una relación rara porque somos socios y competidores. Es algo que suele pasar en la industria tecnología: el buscador del iPhone es  de Google”, asegura Galperín.
¿En qué otros negocios invierte, además de su empresa?
Prefiero no hablar mucho de eso. Soy mentor y pongo dinero en muchas aceleradoras y fondos, a nivel personal. No lo suelo hacer directamente porque me saca mucho tiempo.
Dígame su mayor error y su mejor acierto.
[Piensa mucho]. Siempre decimos que gastamos más en marketing al principio de lo que deberíamos. Pero ahora, a la distancia no sé si eso fue un error tan grande. Sí nos dimos cuenta tarde del cambio dramático de tecnología en el mundo móvil. Estábamos con la IPO y es un milagro que no nos hayan sacado del ring en ese tiempo. Mi mayor acierto es nunca conformarme con que las cosas estén bien. Aspiramos a la excelencia, pero no en el país y la región, sino en el mundo. Eso lleva a armar equipos buenos y a arriesgar.
Galperín es un líder nato. Fue capitán de sus equipos juveniles de fútbol y rugby —estuvo preseleccionado para Los Pumitas— y si bien hoy intenta pasar la mayor cantidad posible de tiempo con su familia, practica golf, tenis y algo de esquí. El fútbol lo dejó cuando los ligamentos dijeron basta. Otra cosa que ya no hace es leer libros, al menos los tradicionales. “No tolero el papel. Leo mucho en el iPad”, dice. Por estos días hace click en clásicos de behavioral economics, como Dan Ariely y su “Predictably Irrational”, y Daniel Kahneman con “Thinking, Fast and Slow”. Terminó la biografía de Steve Jobs y ahora se concentra en repasar las enseñanzas orientales de “El arte de la guerra”. Otro de sus preferidos: Malcolm Gladwell, autor de “Outliers”, del que está leyendo su primer libro, “Tipping Point”.
Hace unos meses, Galperín escribió en su Twitter (@marcos_galperin): “Avergonzado por la expropiación de #YPF. trabajé ahí del ‘94 al ‘97. conocí bien la corrupción de la YPF estatal”. Con la gestión estatal de la petrolera en marcha, la opinión del empresario no cambió mucho: “No se tendría que haber vendido en su momento, pero tampoco se tendría que haber expropiado sin pagar. Me da miedo que ahora pase lo que pasaba antes, algo que era de terror. Sería muy triste que no aprendiéramos de nuestros errores”.
Otra de sus experiencias, aunque breve, fue en JP Morgan, uno de los bancos en el ojo de la crisis financiera. Galperín habla de finanzas y se entusiasma, después de todo es lo suyo, lo que lo apasiona —asegura que le gustaría dar clases en algún momento de su vida—. El empresario está convencido de que el modelo financiero tenía fallas estructurales y que eso se evidencia más ahora, en la crisis, cuando las ganancias son privadas y las pérdidas de la sociedad. “La solución no es más regulación. Quizás sí pagar más impuestos a las ganancias para generar fondos anticíclicos. Hay que alinear mejor los incentivos, no puede ser que cuando ganen se la lleven y cuando pierden hay que salvarlos para que no se arme una crisis catastrófica como la de 2001, aquí”, opina.
¿A qué empresarios admira?
Estoy en el board de Endeavor y todos los años, desde hace tres, damos premios a empresarios. El año pasado se lo dimos a Federico Braum, un genio. Y los dos anteriores también son admirables: Paolo Rocca y Luis Pagani. Fuera de la Argentina, admiro a Elon Musk, el fundador de PayPal.
Hablemos de armar equipos. Imagino que ya no contrata gente directamente, pero...
Yo miro y contrato casi absolutamente a todos. Unas 30 ó 40 personas por año, en persona.
¿Por qué?
¿Por qué no? Es la gente que va a trabajar en mi empresa.
¿Qué busca en ellos?
Pasión, que apuesten a la excelencia y que tengan buen encaje con la compañía. Gente inquieta que se sienta cómoda con el riesgo. Eso no quiere decir que sean igual a mí. Los miro y pienso: ¿me gustaría sentarme junto a este pibe 12 horas por día, cinco días a la semana? Hay gente muy capaz a la que no estoy dispuesto a tener cerca ni dos minutos. 
 
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