Fueron tres segundos fulgurantes, eléctricos, conmovedores, que enterraron noventa minutos pálidos, grises, de bajísimo vuelo. Fue una maniobra colosal, con la marca de origen de su gestor, que hizo digerible el combo de limitaciones, choque, errores y nervios servido antes de ese dulce postre. Una aparición única para quebrar un partido con destino de sorpresa mayúscula. Un golazo de Lionel Messi en el segundo minuto de tiempo recuperado permitió que Argentina derrotara 1 a 0 a Irán, en un encuentro que se disputó en el estadio Mineirão de Belo Horizonte, y asegurara su pasaje a los octavos de final de la Copa del Mundo de Brasil.
Tras una semana en la que mucho se habló sobre el esquema utilizado frente a Bosnia, Alejandro Sabella optó por volver al 4-3-3, con Fernando Gago y Ángel Di María en el medio, junto a Javier Mascherano, y el tridente Messi-Gonzalo Higuain-Sergio Agüero en ataque. Enfrente se plantó un equipo con una premisa clarísima, agrupar gente en el fondo para cuidar el arco defendido por Alireza Haghighi.
Frente a una muralla roja que apelaba a una presión intensa y al roce físico para cortar cualquier intento, a Argentina le costó encontrar los caminos para romper el cerrojo. Manejó la pelota a placer, pero no tuvo lucidez en los últimos metros de la cancha. Cuando se encendieron las luces, intermitentes, de los que más dotados, el gol empezó a olfatearse en el Mineirão.
Así, a los 14 minutos Gago puso un pase preciso a espalda de los zagueros iraníes e Higuaín perdió en el mano a mano con Haghighi. Siete minutos más tarde, Di María combinó con el Pipita, que aguantó en el área y cedió para la entrada de Agüero. El derechazo con comba del Kun encontró el manotazo providencial del arquero iraní. Enseguida, un cabezazo de Marcos Rojo, tras un córner desde la izquierda de Di María, salió pegado al palo izquierdo.
De todas maneras, las insinuaciones se fueron haciendo cada vez más esporádicas y lo que a priori asomaba como un trámite, adquirió una complejidad inesperada. Hasta el final de la primera etapa, la única herramienta para llevar peligro fue el juego aéreo. A los 35, ganó Ezequiel Garay, tres un tiro libre de Messi; y sobre la hora lo hizo Federico Fernández, luego de un córner de Di María, pero en ambos casos no le acertaron al arco.
Por la misma vía, los asiáticos, que ejecutaron a la perfección su libreto, generaron su única aproximación riesgosa para Sergio Romero: Jalal Hosseini se elevó más que toda la defensa argentina en el primer palo, conectó un córner de Ashkan Dejagah y su cabezazo salió muy cerca del travesaño.
Si el final del primer capítulo no había sido auspicioso, el arranque del complemento siguió en la misma sintonía, con un equipo nublado, que chocaba sistemáticamente contra el embudo defensivo del rival y no conseguía encontrar los espacios ni los hombres libres que necesariamente dejaba el sobremarcaje de Messi, quien bajaba demasiado a la mitad del campo a buscar la pelota.
Para colmo, la defensa del conjunto de Sabella no daba garantías. Los iraníes lo advirtieron y se animaron de contragolpe. Así, a los 7 minutos salieron rápido desde el fondo, Masoud Shojaei la bordó, Pejman Montazeri tiró el centro desde la derecha, Reza Ghoochannejad cabeceó y obligó a un revolcón de Sergio Romero.
Enseguida los asiáticos reclamaron penal en una jugada en que Pablo Zabaleta se dejó anticipar por Dejagah y fue al piso a intentar subsanar su fallo. Las alarmas sonaban cada vez más intensa y frecuentemente, apenas atenuadas por un intento de Messi, que a los 14 recibió en tres cuartos, descuidado por primera vez, levantó vuelo y sacó el zurdazo esquinado que se fue cerca del palo derecho.
A los 21, los corazones argentinos presentes en el Mineirão se congelaron por un instante, cuando Montazeri despachó el centro desde la derecha, Dejagah le ganó de arriba a Zabaleta y Romero debió exigirse al máximo para enviar el balón al córner con la yema de los dedos.
Para el tramo final, Sabella apostó por Rodrigo Palacio y Ezequiel Lavezzi, quienes reemplazaron a Gonzalo Higuain y Sergio Agüero, ambos de flojo desempeño. Sin embargo tampoco aportaron las soluciones buscadas y Argentina, desesperada, quemó sus últimos cartuchos con centros, bien contrarrestados por la zaga iraní, y con algún intento desde afuera del área.
En ese mar de confusión navegaba el seleccionado. Nuevamente estuvo al borde de la cornisa, cuando Reza Ghoochannejad tomó otra vez mal parada a la defensa a los 41, corrió, remató y obligó a Romero. Hasta que apareció el hombre que con un pase mágico hizo olvidar, al menos por un rato, los muy pobres 90 minutos anteriores. En el segundo minuto de descuento, Messi tomó la pelota en la entrada del área, enganchó hacia adentro y sacó un zurdazo imparable que dejó clavado a Haghighi, sacudió la red y le dio forma a una victoria que valió la clasificación a octavos, pero dejó flotando una nube de dudas que deberán resolverse para cuando el listón a superar sea más alto.