Cuando se aproxima fin de año la Intendenta manda a sus muchachos a la televisión alquilada para proclamar el amor y la paz.  No es casualidad que el primero que saque la cara sea el Secretario de Hacienda Alfonso Gómez.  Cualquiera puede suponer que a la señora le está haciendo falta plata.  Ese solo motivo alcanza para explicar el milagro de que los menos dotados para anunciar  la noticia de que hay chispas en el presupuesto, salgan a decir que:  “todos unidos triunfaremos y que en caso contrario terminaremos en la lona”.  

Gómez es un funcionario prolijo. Su temor es que los números no coincidan como tienen que coincidir. No le cierran los gastos con las partidas autorizadas y quiere que lo habiliten para sacar de un lado y  meter en otro. Un asunto burocrático que el Concejo va a autorizar porque no representa erogación alguna para el bolsillo de los contribuyentes. 

El problema principal, sin embargo, es otro.  Ana Meiners quiere un aumento significativo de impuestos.  El secretario Gómez es el que argumenta  poco a poco tirando por elevación a los concejales,  hablando de inflación y otras yerbas, tratando de que el peso de la culpa vaya para otro lado y, para eso, pone cara de serio, como si fuese un martir contable,  avisando sobre  todo lo que tendrá que sufrir el ejecutivo Municipal si no hay un aumento de las tasas.  El problema que enfrenta Meiners es que (aunque se diga lo contrario) la carrera hacia el 2015 comenzó y la oposición (que es cruel y es mucha) en el Concejo pensará dos veces antes de levantar la mano. Nadie quiere patear el hormiguero piantavotos de meterle la mano en el bolsillo a los vecinos.  Esa es una carga que hoy atormenta a Elena y sus compañeros de ruta.  La foto de Elena levantando la mano para votar un aumento alevoso de impuestos será poco menos que fatal. Eso lo sabn los radicales. Los otros también.