Cualquiera puede ser Intendente. La prueba está a la vista. Aquellos que consideran que mandar en una ciudad consiste en llegar temprano a la mañana y sentarse a mirar como las palomas cagan los balcones, pueden candidatearse tranquilos, porque precisamente de eso se trata.  Los que ahora están sentados en el gran edificio de calle Aarón Castellanos han denigrado tanto a la actividad que cualquiera se anima a gobernar.

No hace falta saber escribir, ni leer tampoco, menos cumplir con algunas obras chiquitas, menos que menos trabajar. La señora que hoy nos gobierna se sienta en la mesa grande y sonríe cuando viene algún visitante, hace un chiste y se ríe. Conb eso cree que se gana el día. Esas son las razones por las cuales en las listas de candidatos hay tipos (y tipas) que no saben ni como se llaman. Tipos y tipas que no se animan a vender una ristra de ajo puerta por puerta. Pero a candidatearse a Intendente ni que hablar que lo hacen. A Presidente, lo pensarían, pero no estaría mal, según están las cosas hoy en día,  no creo que sea tan difícil.