AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 11

Número: 530

LA NOVELA MUNICIPAL: "FIERROS"

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Muy contrariada porque los envidiosos de la ciudad y hasta sus amigos andaban diciendo que se encontraba fuera de línea, la gran señora, jefa espiritual del barrio Los Troncos y madrina del barrio La Orilla, arrancaba en el día de la fecha con una serie de ejercicios que perseguían el saludable objetivo de eliminar los carbohidratos depositados en las "ancas", muslos y papada de Ana María de los Angeles, concentraciones que conspiran con la innegable belleza de la rubia, para colmo Intendenta, exitosa y en boca de todos. Cumplimos en informar que deschavamos el presente relato solo a título de ilustración, con buena leche y con todo respeto.

"Andan diciendo que estoy gorda como si fuera un pecado" dijo la señora en voz alta como para que oyera el señor Miliki Fernandez convocado como testigo para llevar la cuenta de los abdominales y, de paso, las veces que la alcaldesa levantaba las pesas, reemplazadas por un invento casero del propio Miliki que "cumplen la misma función y salen más barato" según declaraciones del ex comisario y milico de raza.

Ingenioso como él solo, el comandante Fernandez había confeccionado un curioso y práctico adminículo para que la señora "haga pesas sin gastar un peso de rentas generales". Constaba el susodicho objeto de un palo de escoba del cual colgaban por ambos extremos dos cacerolas que el policía iba reforzando con kilos según pedido de su jefa la intendenta.

- Métale un kilo de arroz a cada una señor Miliki -ordenó la primera dama para que el otro tomara la mercadería de una caja prestada por el señor Pelusa Escudero con la leyenda "Misión al Impenetrable".

- ¡Un dos! ¡Un dos! -resollaba Ana María levantando el palo con las ollas.

- ¡Muy bien señora, ahora le agrego un kilo de polenta! -se entusiasmó Miliki.

- ¡Espere un rato, che! ¿Cuántas levantadas llevo...? -preguntó la mujer traspirando como testigo falso.

- Yo conté tres, señora.

- ¿Tres? ¿Está seguro, che, a mí me parece que hice como doscientas?

Sobre el escritorio descansaba una botella de vino y un sifón de soda. Cada tanto la señora abría la boca lo más que podía al tiempo que sostenía el palo y las ollas en lo alto, entonces el comandante se arrimaba despacio y le descargaba un chorro de soda en el garguero. La operación no era sencilla y cada vez que el secretario cumplía con éxito su misión embocando el "chorro" donde debía, suspiraba aliviado y se mandaba un trago de vinito. Debemos decir en honor a la verdad que el primer intento del comisario fracasó llenando de soda el escote de la Intendenta. Un detalle que pasó por alto porque después, el fulano, tuvo dos o tres aciertos notables, aunque el tercero fue tan violento el impacto del "sodazo" que obligó a la señora a cerrar la boca y sacar un chorro de rebote contra el rostro de Miliki. 

Cuando la primera dama dejó el palo en el suelo dispuesta a concluir con los ejercicios, las cacerolas tenían cada una un kilo de arroz, uno de polenta y uno porotos blancos. La mercadería no perecedera con destino al impenetrable fue retirada de las ollas por el comandante y retornada a las cajas que gentilmente había acercado el locutor marnico por orden del canal Pelusa.

- Hágame un vino con soda, señor Fernandez.

- Lo siento señora, no hay más vino.

- ¡Oiga, se lo tomó todo, quiere ponerse en pedo!

- Disculpe señora

- ¡Haga el cuatro!

El comisario intentó dos o tres veces hacer el cuatro sin éxito. Entonces la señora dijo: "Lo voy a tener que castigar Fernandez y la puta que lo reparió", enojada sacó de la caja del impenetrable un paquete de porotos y los desparramó en el suelo, después ordenó a Miliki sacarse los mocasines y lo obigó a caminar sobre los porotos. La señora miraba como el otro saltaba sobre los garbanzos mientras se sacaba el equipo de gimnasia empapado de soda y lo colgaba en uno de los balcones. En ropa interior y descalza su majestad se sentó en su mesa de trabajo y estornudó sobre el proyecto para comprar el palacio Stoessel. Se puso de pie con la intención de retirar un envase de papas fritas de la caja del impenetrable, fue entonces cuando pisó un poroto y se cayo de culo. Lo que pasó después no tiene la menor importancia.
 
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