AÑO 18

NUMERO 61629

Opinión

Año: 1

Número: 67

Periodistas creíbles y periodistas que dicen la verdad. (E. Ferrero)

Las viejas técnicas de la dominación han utilizado por años a los periodistas para conseguir sus fines. Fines que, por supuesto,  no tienen por qué ser necesariamente obtusos o malos o degradantes, pero que, eso sí, si es que se consiguieron manejando la opinión pública "fabricando" figurones tendrán, por lo menos, un claro defecto formal.  La Argentina es un generoso muestrario de estos ejemplos, porque durante mucho tiempo (hasta que por fin nos avivamos) fue terreno propicio donde se fueron inventando personajes (que todavía subsisten) a través de un proceso en el que el "figurón" va haciendo carrera en el profesorado (¡Salute Grondona!), en el periodismo (¡Buen día Bernardo!),  en las ciencias o en letras, en la política, etc. y, finalmente, personaje y prestigio, son llevados al nivel de la opinión pública por la gran prensa, que va anotando los elementos de prestigio a través de una amplia publicidad y ya está, listo el pollo, el trucho puede empezar a opinar.  Si el periodista fabricado tiene o no méritos y calidades para ejercer el oficio del que (se dice) está especializado, no es imprescindible, si verdaderamente vale, mucho mejor, pero si no hay uno capaz para el objetivo, bueno, el trucho se construye con cualquier farabute, porque lo que importa no es la técnica sino su servicio, y su servicio consiste en utilizar el (supuesto) prestigio que se le da para prestigiar a uno que otro sector aspirante o,  mejor todavía, en ejercicio del poder.
La opinión pública (es un hecho) ya no se construye de esa forma, es decir con figurones, porque la gente a lo largo y a lo ancho de la Patria, ha sido más de una vez traicionada por aquellos sujetos "creíbles" que les negaron impunemente la verdad. Y entonces la gente ahora descree.  Porque el pueblo fue testigo de los padecimientos de Irigoyen y Perón, sufrió también lo de los ingleses en Malvinas y vio como fueron elogiados (y se siguen elogiando)  los militares del Proceso más sangriento e inhumano de la historia. Están las pruebas en diarios y revistas.  Documentos lapidarios que avergüenzan a más de uno de los periodistas nacionales (y también locales) por pecado de acción y omisión. Muchos de los nuestros repitieron (publicaron) como loros temerosos las listas y los cargos que bajaban de los capos militares, copiaron los títulos de la revista Gente en la tragedia malvinera y "franelearon" a los funcionarios que ayudaban a administrar la ciudad como gerentes del Proceso.
Deberíamos olvidar tales renuncios y agachadas (los que pueden) y construir  entonces otro periodismo. Un periodismo sin copiar, bien nuestro,  inventando a partir de nuestras aptitudes, de nuestra inteligencia, de nuestra originalidad y sobre todo a partir de nuestra pasión por la ciudad y su gente.  Aquellos que valoran a sus vecinos no construirán (seguro) ninguna figurita de cartón para macanear, antes procurarán estimular a los inteligentes, a los ingeniosos, a los que hacen de la verdad una consigna.  Es de ley en estos pagos que antes que hablar de más conviene quedarse callado. Pueblo donde los mudos abundan y en la mayoría de los casos son los que han adquirido un prestigio superficial pero notable.  Es una verdad que los medios en esta querida ciudad no están acompañando con la debida propiedad a su gente, la ciudad crece en número y en inteligencia y sus medios -en franca parálisis- parecen detenidos en el tiempo. Formatos idénticos, voces impostadas y originalidad cero, hacen que nueve de cada diez esperancinos consideren con displicente desinterés diarios, radios y programas de televisión locales.  Habrá que cambiar, pensar.  Hemos elegido la cercanía del día del periodista para sugerir este cambio,  como un aporte a la originalidad en una ciudad donde "todo debe estar necesariamente bien",  poniendo el acento sobre algo que está a las claras muy mal pero que estamos a tiempo de cambiar. Tómense estos conceptos como dolorosas confesiones, o, si se quiere, como vibrante autocrítica, o como le cuadre al que lee. Eso sí,  no se tome como mentira, porque eso no es.  Felicidades a los verdaderos periodistas en su día.  Tal vez podamos construir un espíritu ciudadano digno de imitar, nuestro. Así sea.    
 
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