La basura es un concepto inseparable de nuestra civilización: la telebasura, la comida basura, el trabajo basura. La vida de un ciudadano cualquiera se ve ligada a la basura, un ámbito que rebasa los contenedores y penetra hasta las salas de arte.

La exposición "Cultura Basura: Espeleología del mal gusto", que organiza el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, promueve una reflexión y un recorrido por esta estética: sus orígenes, sus lenguajes y su funcionamiento. "Cultura Basura" es un viaje al exceso, la distorsión, la intensidad, la ironía y la crítica.

Un producto de la "cultura basura" es algo atroz que fascina: como un rostro desfigurado al que no podemos dejar de mirar, una canción idiota que no conseguimos quitarnos de la cabeza o una película desastrosa cuyas torpezas formales nos hipnotizan.

"La cultura basura eleva a categoría estética todo aquello que la cultura oficial considera aberrante", comenta Jordi Costa, periodista, escritor y comisario de esta exposición, abierta hasta el 31 de agosto.

Suele hablarse de "cultura basura" con intenciones frecuentemente peyorativas: es la expresión discriminatoria que usa quien quiere delimitar el terreno de su concepción del buen gusto -habitualmente consensuada por la elite cultural- frente al caos y desorden del placer estético que no ha sido aceptado.
Costa apunta que "la exposición no se planeta como un recorrido histórico a través de la evolución de la cultura basura, sino como una disección de lo que podríamos llamar el Procedimiento Basura, es decir, la estrategia que nos permitirá detectar belleza donde el buen gusto determina que no la hay"...
 
LA BELLEZA DE LO MONSTRUOSO
La "cultura basura" consiste en sucumbir a la belleza de lo monstruoso. Por eso, el recorrido parte de la primera industria del espectáculo que colocó bajo los focos a formas excepcionales lejos de la hermosura: el "freakshow" (feria de monstruos humanos).
En ese ámbito está el germen del impulso que más tarde se transformó en fascinación por el arte aberrante, inarmónico y estéticamente discutible, como las pinturas "kitsch" de Margareth Keane, el "serial killer art" (Charles Manson, Henry Lee Lucas) o la reivindicación a través de páginas web del urbanismo desarrollista de los 70 como Torremolinos Chic o Zaragoza De Luxe.
La exposición continúa con una sucesión de vitrinas repletas de programas de cine, carteles, objetos promocionales de películas, "flyers" y revistas que permiten recorrer una historia del cine alternativa a la de las grandes estrellas de Hollywood.
La obra basura no es premeditada, sino espontánea y natural; y en ocasiones se convierte en una transgresión del lenguaje artístico, en una vanguardia a las antípodas de la mediocridad. El caso de Ed Wood Jr., considerado el peor director de la historia del cine, es ejemplar: la intensidad de sus incorrecciones cristalizó en una serie de trabajos que han tenido influencia posterior en directores como David Lynch.
Con una escenografía cercana al "kitsch" de las cabinas eróticas, la exposición escarba a través de diez habitaciones en diez músicos de la cultura basura: The Shaggs, Daniel Johnston, William Shatner, Heino, o los españoles Raphael, Luixy Toledo y Tamara, entre otros.

"LIVING LA VIDA BASURA"
A continuación, un montaje audiovisual permite al público un paseo por los productos basura de la televisión, un medio, subraya el comisario, que "en cierto modo, ha acabado pervirtiendo el funcionamiento y la naturaleza de la cultura basura, pues ha abandonado su poder transgresor y se ha convertido en esperanto populista".
Ejemplos de esta telebasura son los concursos televisivos japoneses, el programa infantil "Teletubbies", la intervención del escritor Fernando Arrabal en un programa de literatura, los últimos formatos de "tele-realidad" surgidos a remolque de "Gran Hermano", o "Mentiras peligrosas", programa presentado por Leticia Sabater en el Canal 7 de Madrid.
La muestra se cierra con el documental "Living la vida basura" (Viviendo la vida basura), dirigido por La Nevera y con la voz del actor Quique San Francisco. Esta proyección evoca la vida cotidiana de un personaje anónimo, un ciudadano cualquiera, y cómo la televisión basura, la comida basura, el empleo basura se encadenan en un rosario de consumo que conforman la sociedad de la cultura basura.