AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 10

Número: 502

¡EXCLUSIVO! CHARLA SECRETA ENTRE ALBARRACÍN Y LA SEÑORA ALCALDESA.

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Los responsables de prensa y ceremonial del Municipio habían organizado la cumbre entre el ex apoderado Albarracín y la señora en el quincho de la residencia Meiners en la ruta 70.  Cuando asomó el Mercedes del abogado cruzando el parque que está al frente de la cas, solo estaba para recibirlo un negroide con musculosa negra y pantalón pescador quién se encontraba haciendo un asado. El morocho ni siquiera se dio vuelta, pero cuando Gabriel Albarracín se bajó del auto exhibiendo una ancha sonrisa ganadora, pasó algo gracioso, el negro, desde el asador, se tiró un pedo trmendo. Fue una grosería horrible, sobre todo porque se ejecutó en la misma casa de la Intendenta, pero la verdad es que tuvo mucha gracia. ¡Que tremendo pedo, señores, no voló el techo del quincho de milagro! Albarracín se quedó pálido al oirlo aunque no se puso furioso ni nada. Enseguida entró la señora, que, seguro había escuchado el estruendo, hizo como si no se hubiese enterado de nada, no se atrevió a reírse en voz alta, aunque miró al morocho que movía las brasas y por un momento parecía querer convencerlo para que se tire otro.

- Llegó el mala leche -dijo la señora mirando a Burno Bonete y Dos Santos que se arrimaron al verla entrar.

La primera dama tenía un shorcito amarillo con dibujitos de unos payasitos tocando la pandereta. Se había colocado una vincha en el pelo y lucía una camiseta colorada con la foto de Maradona en blanco y negro fumando un toscano.

- Señora, mis respetos  - recitó el abogado extendiendo la mano y haciendo trompita para besar a la mujer.

- ¡Salga de acá, no hace falta que simule, che...! ¡Vayamos al grano, empecemos con la perorata...!

Albarracín estaba impecablemente vestido. Llevaba un traje nefro con rayitas, una camisa celeste y corbata naranja con unos dibujitos muy pequeños de unos elefantitos con una trompetita. Los zapatos lustrados a fondo del abogado contrastaban con la señora que se encontraba "en patas".

- ¡Bueno, dígame, che, qué carajo es esto...! - La señora sacudía un papel que le había alcanzado Alexis Bruno.

- Una carta, señora. -La carta ya había volado hecha un bollo por el suelo.

- ¡Ya se que es una carta, tan idiota no soy! ¡Pero que mierda andás diciendo que somos chorros y todo eso, está loco o qué bicho te picó, malandra de porquería...! -El morochazo que hacía el asado se dió vuelta, tenía un cuchillo en la mano derecha que hacía como que afilaba con una chaira.

- Señora, creo que no es necesario insultar. Lo que dice la carta se lo puedo explicar punto por punto y estoy seguro, si usted me permite, que nos entenderemos ... - Albarracín se agachó, tomó la carta, la acomodó, se calzó los lentes y empezó a leer el primer párrafo.  Los otros escucharon un rato, la señora bostezaba mientras se rescaba una nalga,  hasta que el negro que hacía el asado no aguantó más y se echó otro tremendo pedo.

La lectura se interrumpió y entonces la señora se arrimó al morocho y le zampó un discurso. Le dijo que era la última vez que le toleraba esa grosería, que quién hace eso no es digno de estar en el gobierno municipal. El negro miraba el piso y por un momento pareció que se iba a tirar otro, pero eso no ocurrió porque la señora, que estaba en patas pisó unas brasas que habían caído del asador y empezó a zapatear y gritar como loca. Todos fueron a asistirla. Alexis le agarró la pierna regordeta que parecía afectada por el fuego y trató de limpiársela con una rejilla, la señora, en una pata casi se da un porrazo, la agarraron entre todos con el negro asador incluído y le hicieron "la sillita" hasta una canilla, el agua pareció aliviarla. Eso sí gritaba como si la estuvieran degollando. Albarracín aprovechó la confusión para subirse al Mercedes y desaparecer.

- ¿Se fué el mala leche...? -preguntó la señora mientras gritaba de dolor.

- Si señora - Dijo Dos Santos mientras le soplaba la planta del pie zurdo.

- Parece mentira -dijo resollando la alcaldesa- cuando lo teníamos a tiro para fajarlo nos viene a pasar esto.

- Bueno, no se preocupe, ya habrá otra oportunidad.

- ¡Este coso que dejó ciego a Venado Tuerto, nos viene a tratar de chorros, donde se ha visto! - se lamentó la señora mientras metía los miembros inferiores en una palangana que le había acercado Alexis Bruno Bonete.
 
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