El trabajo constituye el único factor de la producción, aún cuando se realice con la ayuda de herramientas más o menos complicadas y costosas. Es cierto que sin instrumentos de trabajo el hombre pierde la mayor parte de sus posibilidades de producción pero, sin el hombre, la máquina más automática se convierte en un objeto inerte e inútil.  Los teóricos del capitalismo hablan de dos factores de la producción: Capital y Trabajo y de ese axioma para bien o para mal ha surgido la mayor parte del pensamiento económico.  Es interesante y viejo como el mundo lo que señalan con buen criterio algunos pensadores sociales cuando dicen que hablar de dos factores de la producción Capital y trabajo significa poner indebidamente en pie de igualdad un elemento activo: el trabajador,  con un elemento pasivo: la herramienta; un elemento amo por función y un elemento esclavo por su doble naturaleza de cosa y de producto de un trabajo anterior.  Tales teorías ejercen hoy una muy buena defensa del trabajo y más todavía del hombre, en su faceta más noble, original, justiciera y bastante olvidada: el hombre en toda su dimensión de hombre, el hombre como persona. Y hoy resulta que el hombre como persona hace demostraciones que lo distinguen de las cosas y -a veces- también de los otros seres vivos y se comporta como lo que debe ser  y entonces  hace que un día triste,  marcado por la catástrofe, un día que buscaba el  llanto, donde la perinola del río cae en "perdiste todo", un día para llorar,  se convierta en una especie de epopeya solidaria que enciende todas las esperanzas en un país herido en la fe y presa de un desencanto mortal.

Este mes de mayo arrancó con todos los conceptos cambiados. Unos tipos que viven en un país llamado Argentina que a todas luces creían que "trabajar era  producir plata", resulta que esta vez se pusieron a trabajar gratis y le mostraron al mundo que el hombre es algo más que una caja registradora, que puede dar y dar cosas, y que puede meter entre las cosas que da un poco de ese material escaso, universal y precioso que se llama solidaridad.  Si como dice la Madre Teresa de Calcuta "el Amor es acción" entonces los sufrientes inundados santafesinos no habrán padecido en vano, porque es muy posible que siempre recordemos en esta Patria (saqueada y mil veces entregada) que un primero de mayo, en el día del trabajador, los argentinos le dieron descanso al individualismo y entraron a las fábricas que producen solidaridad,  unidad y  grandeza.
Nosotros vimos lo que vimos en esta ciudad de Esperanza y no lo pudimos creer.
Estos jóvenes nuestros que llenaron el predio ferial fueron conmovedores.

Recordaremos este primero de mayo. El hombre, el mismo hombre que pasó por todos los extremos que propuso la historia,  desde la negra esclavitud hasta estos tiempos del conocimiento, se hizo persona, se hizo solidario, se hizo universal. Y eso es grande.  Y seguirá siendo grande aunque dure poco, porque habla del hombre trascendente, del hombre que escapa a las reglas profanas del consumo. El verdadero hombre, varón y mujer solidarios, únicos y grandes.  Así debe ser.