AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 10

Número: 490

LA NOVELA MUNICIPAL: "CAPONINO EL INTENDENTE SUSTITUTO, INTERVIENE EN LA CASTRACIONES DE LOS PERROS...."

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Apenas el gran Caponino se hubo hecho cargo del sillón mayor del palacio de la Suiza de las Pampas en reemplazo de su majestad la "Charlotte Caniggia del Salado",  o sea,  Ana María de los Angeles,  quien se encuentra de licencia en la Suiza propiamente dicha, cuando irrumpieron en el gran salón de los tejemanejes dos señoras, miembros de la honorable sociedad protectora de animales, las cuales ingresaron a los gritos y precedidas de una jauría de perros vagabundos que no paraban de ladrar.

-Señor Caponino –dijo una petisa morruda que parecía estar al mando del grupo- nos apersonamos ante su majestad para exigir solemnemente que restituya a nuestra  Asociación el subsidio mensual que durante los años radicales ingresaba para ser utilizado en castraciones y otros menesteres.

El gran capo del partido de la boina blanca retrocedió un poco por la atropellada de la perrada y otro poco por el tono castrense utilizado por la petisa.

- Señora, lo siento mucho, pero le recuerdo que estoy como suplente y que no me ha sido autorizado por el titular el uso de fondos.  –Eso dijo De Pace al tiempo que daba vuelta los bolsillos en demostración de que no contaba con billete ni moneda alguno.

- ¡Eh,  no sea rata cruel, che! ¿No me diga que anda seco de toda sequedad...?

-No es mi costumbre andar sin papel moneda, señora, pero, me recomendaron mis correligionarios que, durante mi suplencia,  no traiga ni siquiera un níquel a este Municipio porque seguro me lo manguean... .

Escuchando detrás de una cortina el Secretario de Hacienda seguía el curso de la charla y se comunicaba por señas con el Intendente sustituto. Las señas que se repetían con más frecuencia eran las que identifican al “ciego” en el juego del truco. Las instrucciones de la alcaldesa antes de emprender viaje al viejo mundo fueron inequívocas: no largar un solo peso hasta que vuelva.

- ¡Bueno vamos, che...! –Le dijo la petisa de los perros a una compañera que sostenía con esfuerzo a un galgo que se quería comer la pata del escritorio- ¡Rajemos de acá que estos giles no tienen guita ni para el remisse!

- Disculpe señora, me ofende –dijo Caponino metiendo la mano por debajo del cinto- para que no ande hablando al pedo, me voy a hacer cargo de mi peculio personal de la castración de un perro de los que trae con la única condición de que me deje elegir el cuzco ...!

De Pace se dio vuelta y se metió las dos manos en un sector cercano a la bragueta de donde sacó una bolsita blanca cerrada con un cordón. La petisa frunció la nariz y preguntó si “eso” contenía el subsidio para castrar el perro.  El Intendente interino abrió la bolsa y sacó dos billetes con la imagen de Evita, los dobló con cuidado los puso debajo de un cenicero y volvió a guardar la bolsa en la entrepierna.  Aunque la petisa se apretaba la nariz con dos dedos de la mano derecha en señal de rechazo,  seguía firme en su sitio con la esperanza de llevarse los doscientos.

- Una vez que elija el perro en cuya castración se utilizarán los dos billetes, usted, señora, previa firma de un recibo en mesa de entradas podrá levantar el subsidio.  –Dijo Caponino carpeteando a la perrada que ladraba con notable insistencia.

- Está bien- -dijo la fulana de la protectora- elija de una vez, che...

- ¡Ese, el negro lanudo que está allá...! –dijo De Pace señalando con el dedo.

Cuando se impusieron de la elección de Caponino, las dos mujeres de la protectora, empalidecieron y pegaron un salto como si hubiesen pisado un sorete de perro.

- ¡No, el lanudo no se puede! –gritó con desesperación la acompañante de la petisa.

- ¿Cómo que no se puede? ¿Por qué no se puede...?   -se quejó Caponino.

-Porque ese no es un perro –dijo la mujer- ese es mi marido.

Gómez se enrolló con la cortina para no caerse. El Intendente suplente miró a la mujer y al perro y viceversa dudando si reírse o llorar.

- ¡Oiga, no me tomen el pelo porque no hay plata! ¿Qué dice, che, está loca, cómo qué es su marido?

La petisa morruda se adelantó mirando a De Pace fijamente. Sacó una pinza de las cejas y aprisionó los dos billetes que estaban bajo el cenicero. “Oiga, Nino, elija otro perro, ése que eligió es el marido de la señora que parece que es lobizón y los viernes se convierte en un caniche lanudo y bigotudo, elija otro, hágame el favor”

- ¿Y que tiene que ver que sea el marido de la señora...? ¡Cástrelo igual, che...!

- No podemos.

- ¿Cómo que no podemos? ¡Cástrelo mientras sea perro y lsto, yo pongo la plata...!

- No podemos castrarlo por una cuestión de Estado, la señora que está ahí y que dice que el perro negro es su marido es la señora de Blangini... ¿Entiende ahora?

Cuando la petisa dijo lo que dijo fue tal la sorpresa de Caponino que la mujer aprovechó para embolsar los doscientos y amagar la retirada haciendo una seña de “a la carga” a su compañera y de paso a la jauría que ya martirizaba con los ladridos...

- Oiga –insistió De Pace cuando las mujeres estaban cerca de la puerta- ¿Está segura que ese perro es Blangini...?

- Para serle sincera, no estoy tan segura, pero mire si lo castramos y después resulta que es el arquitecto...

- Tiene razón. –dijo comprensivo el lord mayor en ejercicio de interinato- .

La firmeza que caracterizara en otros tiempos a nuestro ex Intendente no es que haya claudicado,  de ninguna manera. Según explicara a su señora esposa una vez terminada la jornada en el palacio blanco, parece, que el gran Caponino, tuvo miedo de de la posiblidad, por más remota que fuese, de que el perro negro en cuestión se tratara en verdad del Arquitecto y hacer intervenir quirúrgicamente al responsable de la única obra pública del Municipio a su cargo. "No me hubiera importando tanto que quede mocho, dijo don Rafael, como que me utilice la castración como pretexto para no cerrar la plaza.
 
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