Los gritos del Secretario de Hacienda Alfonso Gomez se escuchaban desde abajo. Uno de los serenos del municipio preguntó qué pasaba y le dijeron que uno de los perros vagabundos que pernoctan en el edificio la habría tragado un billete de cien pesos al funcionario y que el tipo estaba como loco.  Integrantes de la "Protectora" subieron  en tropel hasta la oficina de hacienda gritando "no innovar" "no innovar" en momentos en que Gómez sostenía al perro por la cola y lo sacudía preguntando ¿dónde estpa el billete perro de mierda?

- ¿Señor, dónde van las cosas que usted se traga? -dijo una secretaria del fulano
- ¡Hay que operarlo! -gritaba Gómez- ¡Llamen a Elena!

Rápidamente se cumplió la orden y pasados unos minutos, los necesarios para cruzar el patio, llegó el doctor Elena de guardapolvo y estetoscopio colgando. Se le informó de inmediato del percance y el "doctor" se dispuso a operar al pichicho.

-¡Momento! -dijo Gomez- ¿Cuánto sale?
-- Nada -contestó el otro- me quedo con lo que saco.

Negociaron los dos funcionarios hasta muy avanzada la mañana. El perro se durmió y le echaron un balde de agua para que se despierte. La protectora exigió tratamiento psicológico para el perro. Trajeron uno de los profesionales de la secretaría de promoción social. "¿Qué le está pasando?" preguntó la sicóloga. "No se, dijeron los de la protectora, nos pareció que nos quería decir algo". "¿Como quiere que lo atienda, sentado o acostado?" "¿Cuánto sale?" "  "¿El perro tiene obra social?" Después resultó que nadie quería pagar la consulta del perro y que hacía falta un "contrato analítico" para atenderlo y Gómez hizo un expediente y dijo que era un asunto para el Tribunal de Cuentas. Los de la perrera se fueron con el compromiso de vigilar al perro y devolver los cien pesos. "Qué cagada" dijo el inspector que debía vigilar al perro.