AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 10

Número: 451

LA NOVELA MUNICIPAL. "LOS PROYECTOS ESTÁN BIEN GUARDADOS".

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La banda municipal atronó con los compases del "Himno a los primeros pobladores de Esperanza" mientras entraban al gran salón blanco del Municipio las autoridades de la excelsa Universidad Nacional de Litoral portando carpetas, videos y diapositivas. La señora Alcaldesa acicalada para la ocasión con la melena planchada, batón floreado y tacos altos, en posición de firmes, miraba con "cara de guerra" a los sonrientes académicos que se acercaban encandilando con el brillo de los zapatos,  los trajes negros y, algunos, con sus lustrosas y doctorales peladas.
El ruido del tambor y los platillos era infernal. La banda le daba sin asco a la marcha siguiendo los movimientos de los recién llegados que se iban acomodando frente a los funcionarios de la ciudad al compás de la milonga. La señora se corrió, disimuladamente,  la vincha que le sostenía el pelo cubriéndose los oídos y el tesorero Gómez, siempre firme al lado de la alcaldesa, hizo una seña al director para que apure el final del tema.
-Oiga Gómez, cuando termina este barullo... -preguntó la Intendenta entre dientes.
-Enseguida señora, falta poco...
Cuatro o cinco garrotazos al bombo, una entrada de trombón, platillos a fondo y final. Los músicos dejaron de soplar, saludaron respetuosos y salieron en fila por la puerta que lleva a la escalera. El silencio que se produjo en el salón fue total. Algunas palomas que se habían retirado espantadas volvieron tímidamente a posarse en los barandales.
- Señora, con su permiso -dijo un pelado abriendo una carpeta- en representación de la Universidad Nacional del Litoral cumplimos en participar a usted de estos proyectos que hemos elaborado para maximizar y hacer más eficiente el trabajo de los municipios argentinos....
El fulano se adelantó unos pasos y dejó en mano de la señora un atado de papeles, que la primera dama trasladó de inmediato al petiso Dos Santos, quien se encontraba un poco más atrás con un changuito de supermercado, dos empleados del corralón cargaron el vehículo y, el mismo Dos Santos, preguntando antes "si había más para cargar", ante la negativa, se retiró haciendo una reverencia.
- Dos Santos, venga por favor -ordenó Ana María de los Angeles cuando vio que el otro encaraba la puerta.
-¿Señora? - inquirió suavemente el petiso.
-¿Dónde va a llevar eso...?
- A su escritorio señora -respondió el fotógrafo echando rodilla en tierra.
- Oiga... ¿Usted cree que mi escritorio es un basurero?
- No señora.
- ¿Entonces? ¿A qué estamos jugando?  -dijo la dama del Salado cuidándose de que todos escuchen y comprueben su firmeza.
- ¿Y... dónde desea la señora que lleve estos proyectos?
-¡Donde va a ser Dos Santos, donde están todos los proyectos!
Los presentes, profesores, rectores, secretarios académicos, casi sin respirar para no importunar a la Jefa Municipal, observaban la escena. La Intendenta electa mientras tanto parecía querer comerse a su ayudante, con los ojos fuera de las órbitas, los brazos en jarra y mirando de reojo a la concurrencia como si estuviera lista para saltarle encima y arrojarlo por el balcón.
-¿Y dónde es que se guardan todos los proyectos, señora...? -preguntó el petiso afirmándose con fuerza al changuito.
Los cachetes de la señora se inflaron y adquirieron un color violáceo. Gómez, tratando de prevenir una catástrofe, le dió unos golpecitos en la espalda con la intención de calmarla.  El resuello de su majestad fue de tal magnitud que hubiera bastado para un solo de trombón.  La mujer, tomó aire, hizo unas flexiones como para recomponerse, abrió y cerró los brazos dos o tres veces, amagó con agarrar un zapato, estiró los dedos como para tomar a Dos Santos por el cogotre y, finalmente, luego de tantos amagues habló y dijo:
- ¡Al cementerio, m´hijo, lleve todo ese mamotreto al cementerio! ¡No sabe acaso que acá no hay más lugar! ¿Hasta cuando voy a tener que repetir las cosas...?
El facultativo encargado de entregar el "proyecto" a la primera dama se desmayó. Unos cuantos colegas al grito de "no le saquen el aire, no le saquen el aire" lo asistieron mientras otros gritaban "llamen a un doctor en medicina humana que estos lo van a matar porque son veterinarios", la confusión era total,  la señora y su gabinete hicieron unas señas para el lado de las escaleras y como por arte de magia volvió a aparecer la banda municipal que entró a sacudirle de inmediato a un pasodoble "para aquietar las aguas" dijo el director.  En medio del caos total, mientras Dos Santos se retiraba con el changuito, la señora, más tranquila, se soplaba el flequillo y se acomodaba la vincha cuidando que le tape totalmente las orejas.
 
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