AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 10

Número: 448

LA NOVELA MUNICIPAL. UN FILIPINO CON LA INTENDENTA.

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La intendente municipal Ana María Meiners recibió en su despacho, la visita de un importante empresario del rubro de la alimentación en Filipinas, su país de origen. Participaron del encuentro, miembros del Departamento Ejecutivo Municipal y empresarios locales vinculados comercialmente al visitante, quien mostró un profundo interés por la ciudad y la región, particularmente en el alto desarrollo local de la tecnología y equipamiento industrial que pudiera utilizarce para la optimización de la producción avícola y especialmente en toda aquella inversión referida al mejoramientos de las condiciones operativas medioambientales en sus empresas.
-Señora, con su permiso -dijo uno de los ayudantes de la alcaldesa- cumplo en comunicarle que el empresario filipino se encuentra en el edificio.
La señora dejó el abanico sobre el escritorio y resolló son fuerza en señal de fastidio. Se acomodó un bretel del batón y se calzó las sandalias mientras se acomodaba los lentes.
- ¿Y que carajo tengo que hacer con el coso este, si se puede saber...?
El tesorero Gomez hizo una seña en dirección de la primera dama interrogandola para saber si estaba lista y cuando se aseguró que todo estaba en orden hizo un gesto hacia las escaleras para que la comitiva avance.
- ¿Oiga Gómez - dijo susurrando la señora- en que idioma habla el fulano este...?
- No se -dijo el otro- tal vez en francés...
-Porque tiene pinta de chino -se desesperó su majestad- si habla en chino estamos sonados...
- Disculpe, señora -contestó Blangini que se había arrimado a la Intendenta- en cualquier idioma que hable estamos sonados.
El filipino entró a paso de murga rodeado de dos inspectores municipales que -según se supo- se entendía con el visitante haciendo señas. No era chino, pero tenía pinta de chino, ni bien entró, miró para todos lados buscando a la mandamasa para saludar, un inspector lo agarró del cogote y lo puso en foco para que no se confunda y entonces el tipo hizo una reverencia, le agarró la mano a Ana María de los Angeles del Cocco y le zampó un beso entre los dedos.
- ¡Amigato! ¡Amigato! -dijo la intendenta en precario japonés.
- Disculpe señora -intervino Caussi- pero creo que eso es japonés.
-¡Japonés, chino, todo es lo mismo! -saltó la dama de fierro.
El Filipino -que no entendía el dialecto municipal- se quedó clavado sonriente frente a la señora Intendenta. Se hizo un incómodo silencio en que todos se miraban sin saber como seguir con el entrevero. Hasta que la habilidad de la jefa suprema de la Suiza de las pampas rompió el hielo. 
-¿Qué quelel? ¿Qué quelel? ¿Señol filipino, que carajo quelel?  -dijo la Intendenta mientras los presentes se escondían tras las cortinas.
Durante más de una hora trataron de hilvanar una palabra, un concepto, una idea, el filipino parado siempre en el mismo lugar, la señora intentando de todas formas comunicarse, por señas irreproducibles que el otro no registraba, con expresiones extraídas de un diccionario mandado buscar especialmente de la biblioteca Sotomayor, trayendo al chino Sidoni y al japonés Sanchez, en fin, la cosa es que no hubo caso, la intención estaba, pero la barrera del idioma resultó infranqueable.
Cuando los presentes comprendieron que todo esfuerzo era inútil, tomaron al recién llegado (que todavía sonreía) de un brazo y lo sacaron como rata por tirante del salón.  La señora, entonces, cuando se despejó el ambiente, volvió a tomar el abanico, se sacó las sandalias y mandó pedir una palangana con salmuera "para descansar las tabas"  tal cual era su costumbre.
-Señora -dijo Dos Santos cuando entró con la palangana- usted que sabe tanto ¿me podría decir qué negocio quería poner el filipino en la ciudad?
- No estoy muy segura -contestó su majestad mientras se abanicaba- pero me parece que estaba en el negocio de las tintorerías.
 
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