La señora soñaba que se había caído con el auto dentro de un pozo en la calle General Paz y que Blangini disfrazado de Batman llegaba para rescatarla. "Lo que son los sueños" pensaba mientras encaraba para el baño con una pantufla sola porque el perro le había llevado la otra. "Qué desesperación cuando pasaba el tiempo y no respondían a mi llamado, para colmo cuando desde el auto, patas para arriba, en el pozo, logré comunicarme, me dicen que los camiones, que eran una especie de batimovil no salían porque no había gasoil" "¡Cómo que no hay gasoil había dicho! ¿Por qué no hay gas oil? Parece que Vega, el guasón, se lo había llevado a su guarida para que no se lo sigan afanando le dijeron". La alcaldesa sola, tal cual era su diaria costumbre, se había despertado de apuro, con palpitaciones y toda transpirada por la angustia de la pesadilla. "Menos mal que después llegó Batman Blangini y la rescató con la ayuda de cuatro percherones y un tractor de una empresa de venta de soda que justo pasaba por el lugar.
"¿Qué significa este sueño? -pensaba la fulana- Porque los sueños siempre significan algo, se decía a sí misma la que te dije, que ahora estaba frente al espejo, embardunándose la cara con crema Pons" "¿Tendré que jugar el 24 que es el caballo o el 74 gente negra?" Por lo de Oreste que vino a rescatarme, digo, no sé, la Intendenta gesticulaba levantando el dedito, ya en la cocina preparando el mate con cascaritas de naranja. "Qué bien que estuvo el negro, si no hubiera sido por él, seguro me comía toda la noche en el pozo de la calle General Paz, lo que no entiendo es por qué tuvo que aparecer disfrazado de Batman, eso también significa algo, seguro, los sueños siempre tienen que ver con algo que pasó o que va a pasar..."
A eso de las 8.30 la alcaldesa revoleó la pantufla y se enfundó unos pantalones blancos y un saquito del mismo color, se acomodó el flequillo después de haberle arrimado plancha al carré. Cuando llegó a la puerta hubo de volverse porque se había olvidado de ponerse una blusa, eligió una color violeta, estampada con caritas chiquitas de los miembros del primer gabinete y salió a paso de murga en dirección al garage, puso en marcha el auto, intentó cuatro veces colocar la marcha atrás sin éxito, lanzó unas puteadas irreproducibles y se bajó, ingresó nuevamente a la casa y llamó por teléfono al Municipio para que la vengan a buscar.
Al rato llegó una furgoneta que tocoó bocina frente al portón de entrada. La señora salió al galope mirando el reloj, cerró la puerta, la volvió a abrir porque había olvidado los lentes, se sopló el flequillo, gritó "¡fuira perro!" justamente al perro que se le metía entre las piernas, se ajustó las hombreras del saquito que se le habían corrido para los omóplatos y por fin llegó hasta el móvil. "Buenos días" dijo, "Buenos días señora Intendenta", dijo el otro. El otro era el negro Blangini. Hoy juego el 74 pensó la alcaldesa.