AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 10

Número: 440

LA VUELTA DEL GAUCHO ALBARRACÍN. "EL PODER ESTÁ DE VACACIONES"

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La señora alcaldesa se encuentra en "Villa Roda" pasando sus vacaciones, dijo uno de los encargados de la cocina del Municipio, cuando el gaucho Albarracín preguntó. "Además, -siguió el tipo- su majestad ordenó que no se la moleste para nada,  a tal punto que se retiró sin revelar el lugar donde acamparía".

-¿La señora se llevó la carpa? -preguntó el gaucho mientras pellizcaba una aceituna frunciendo el entrecejo.

-¿Qué pasa no le gusta? -preguntó el empleado.

- ¿La carpa? -repreguntó Albarracín.

- No, pregunto si no le gusta la aceituna.

- No es eso, sucede que me dificulta masticarla, porque tengo un solo diente, sabe...

El gaucho Albarracín recorrió con la mirada la cocina mientras se entretenía con la aceituna en la boca como si fuera un caramelo. El edificio estaba desierto y el silencio era total, hasta se podía escuchar el arrullo de las palomas que, lejos de tomarse vacaciones, continuaban cagando las molduras, las paredes y los pasillos. El criollo, siempre con la aceituna en la boca, dejó la cocina y se dirigió al gran salón de los tejimanejes, abrió la enorme puerta e ingresó en la semipenumbra del despacho, lo primero que observó fue el brillante escritorio y el trono apuntando a la ventana, en la pared, el retrato del Intendente Breques parecía querer advertirlo de algo. El gaucho se acomodó la bombacha y encaró hacia el sillón, cuando lo hizo girar, grande fue su sorpresa al ver que el sitio era ocupado por una muñeca de trapo del tamaño de la Intendenta, con todos sus atributos y una cabellera de estopa que imitaba el peinado de la primera dama.

- ¡Qué lo reparió! -exclamó Albarracín, echandose para atrás y escupiendo la aceituna- ¡Qué carajo es esto, canejo, me quieren matar del susto!

Una voz que surgió desde las sombras gritó "¡Alto quién vive!", Albarracín se tanteó el cinto y, mientras reculaba, vio al fotógrafo Dos Santos que salía detrás de una cortina con un palo de amasar en la mano.

-¡Quieto petiso que soy yo...! -dijo en un hilo de voz el gaucho viendo que el otro se le venía.-
- "¡Alto quién vive!" -repitió Dos Santos.

Ya se trenzaban los dos criollos en un duelo a muerte cuando el empleado de la cocina prendió la luz del salón y, fue entonces que ambos peronistas se reconocieron y se confundieron en un abrazo. Cuando se desenredaron, el gaucho Albarracín, preguntó al otro de qué se trataba el muñeco, que la verdad lo intrigaba y mucho.

-Mire, mi amigo -dijo Dos Santos mientras resollaba cansado por los aprontes del día- la señora Ana no se puede ir de vacaciones sin dejar nada, algo o alguien tiene que ocupar el trono, aunque sea un títere, un muñeco, porque si no queda nadie, el peligro de que Caponino, el presidente del Concejo, se instale es cada vez mayor.

- No me diga, compañero, tan grave es el asunto....

- Con decirle que ya lo encontré gateando dos o tres veces.

- Y que hizo.

- Le grité:  "¡Alto quien vive!"

- Y el tipo que dijo.

- Nada, cuando vio la muñeca, creyó que era la Intendenta, preguntó donde estaban las campanas del campanario y se fue por donde vino.

Sobre la mesa de trabajo de la señora, los dos criollos, mandaron traer una botella de cinzano, soda y dos vasos de la cocina, Dos Santos sacó una bolsita de maní del bolsillo del saco y Albarracín levantó la aceituna que había dejado caer, entonces ambos gauchos, se concentraron en un aperitivo de camaradería. "Esto es vida" dijo Albarracín mientras le mostraba a Dos Santos como tomaba soda directo del sifón.
 
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