Un gaucho nuevo apareció en la ciudad. "Oreste" le dicen y parece que es un gaucho pudiente, de solo verlo en el pingo, pretal, espuelas relucientes, virolas y en las cabezadas solas tenía el hombre un potosí. Según decían las chinas del centro, el gaucho Oreste tenía hasta de plata las bolas (las boleadoras, se entiende). Atropelló por la plaza con un caballito overo de tranco compadrón y fue recibido frente a las escalinatas de la comuna por la china mayor de la comarca: Ana María de los Angeles, que apareció luciendo sus mejores alpargatas y un pollerín blanco prolijamente almidonado con almidón "Colman".

- ¡Ave María Purísima! -gritó Oreste mientras ataba el overo al palenque y el cura párroco echaba un poco de agua bendita con un rociador.
- Oiga, señor cura, que hace tirando agua a troche moche -preguntó entre dientes la señora.
- Señora, para eso estamos, usted nos dijo que le diéramos la bendición a todo bicho que camina y eso hacemos.

El Pastor Protestante que estaba cerca del palenque también le dio sus bendiciones al recién llegado: por el "ecumenismo" dijo.

-Oiga doña María -rezongó el gaucho Oreste- si me van a andar tirando cosas, me voy y listo...
- Disculpe aparcero, lo que pasa que es la costumbre, cada vez que llega un forastero al Municipio, lo hacemos bendecir y lo recibimos con la banda municipal. -Cuando la gran dama dijo "banda municipal", la susodicha agrupación arrancó con la cumbia "Fuiste" de Gilda.

-¡No animal! ¡Pare la música! ¡Ese tema era para Stessens! -a la orden de la Intendenta la banda se llamó a silencio y tema "Fuiste" quedó trunco.

Mientras tanto dos edecanes tomaron de la mano al gaucho "Oreste" y lo arrimaron a uno de los arbolitos de Navidad que había frente al palacio, en uno de los ejemplares, de color negro, con fotos de Schmuth, Hubeli, Strickler y de todos los compañeros peronistas de ayer y de siempre, sobresalía el gaucho Albarracín disfrazado de Papá Noel quién le extendió una tarjeta que decía: "Oreste, todavía estás a tiempo..."

Viendo al gaucho Oreste un tanto pensativo, la señora, sacudió el pollerín, revoleó las alpargaras "porque me van chicas" según dijo, tomó del brazo al criollo y se lo llevó escaleras arriba no sin antes pedirle que se saque las espuelas para no rayar los pisos.