AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 6

Número: 427

EL GAUCHO ALBARRACÍN SE SIENTE SOLO Y ABANDONADO.

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Apoyado en el mostrador de la pulpería de Lorenzón, luego de haber dejado a su potro "Gucho", el moro pampa, atado al buzón de la esquina, el gaucho Albarracín, un poco sobrio y un poco en pedo, esto decía inundando el boliche con su aliento aguardentoso.
 
"Dispué de tanto corcovo
para ayudarla a la gorda
aura se me hace la sorda
y me dice que le robo..."

- ¡Vio don Albarracín que lo han nombrau a su amigo Fascendini como ministro de la Provincia...! -le gritó uno gordo de alpargatas que empinaba una caña en el rincón.

"Para colmo la alegría
de tanta dicha pasada
terminan en la cagada
de la politiquería..."

-¡Oiga, don Albarracín, ojo con la boquita, porque lo vamos a sacar a patada limpia de las instalaciones! -le advirtió el bolichero levantando un salame picado fino en forma amenazante.

El gaucho Albarracín, tenía el cinto un poco flojo, al parecer por el peso de las monedas que lo engalanaban, las bombachas infladas que, por la ley de la gravedad, estaban cruzando peligrosamente la frontera de la cintura y la camisa afuera. El rebenque, el cuchillo, las boleadoras, todo hacía contrapeso tirando hacia abajo. La peor ofensa para un criollo es que se le caigan las bombachas.

Percatándose de tal situación, un forastero, que se encontraba haciendo uso del buzón, entró al boliche con la intención de averiguar de quién era el caballo "muerto de hambre" (así se expresó) que le había deglutido una carta para su novia que "intentaba deslizar por la boca del artefacto colorado que la empresa de correos había instalado en la esquina". 

-¡Tenga mano compañero, ese potro, es de mi propiedad y no es un "muerto de hambre...! -gritó Albarracín saltando al medio del salón, con tanta mala suerte que en el salto perdió las bombachas y se quedó en paños menores.

Los parroquianos que se entusiasmaron con la posibilidad de presenciar un duelo criollo,  vieron frustradas sus esperanzas, porque los aprontes terminaron en un desastre. Albarracín "maneado" por las bombachas revolcándose en el suelo y el bolichero zamarreando al "chupau" hasta la puerta "porque este es un negocio serio y no vamos a permitir que un stripper venga a "pudrir" el ambiente". Eso dijo el pulpero y luego arrastrar al gaucho hasta el buzón donde estaba "Gucho" el moro pampa, allí nomás lo abandonó no sin antes embocarle una sonora patada en el culo.

Renegando, pero sin perder la dignidad, el gaucho Albarracín, montó su potrillo y salió al trote. Antes, con el bolichero en la puerta observando la escena, "Gucho", el caballo criollo, giró la cabeza, escupió la carta del forastero y después, troteó despacito en dirección a la querencia.
 
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Baruch Spinoza (1632-1677)
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