AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 6

Número: 418

LA LEYENDA DEL GAUCHO ALBARRACÍN.

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-"¿Vio ese criollo que está de espaldas contra el mostrador, ese con cara no tener nada para el envido? Bueno, ese es un gaucho que llegó de los pagos de La Pelada y está a cargo de los patacones del Municipio."

El que hablaba era un morocho de bigotes, gordito y de patitas cortas que se hacía llamar Dos Santos y, según se comentaba, era "chupamedias" de la Intendenta. Se estaba refiriendo a otro individuo flaco y desgarbado al que todos conocían por "Fatiga" Rubens y que, efectivamente, controlaba la plata del gobierno.

-¡A ese "Fatiga" lo tengo visto de otros boliches! -gritó desde la puerta el gaucho Albarracín mientras escupía un bolo de tabaco en el salivadero- Ese tesorero era famoso por robarle la limosna al cura.

Con toda la intención y amagando con "pelar" el cuchillo, el gaucho matrero que llegara de Venado Tuerto, levantaba la voz para que el otro se de por enterado.

-¡Tenga mano compañero! -pego el salto el bolichero- ¡No quiero riñas en el boliche, don Albarracín...!

Afuera se escuchó un relincho. Era "Gucho", el potro del gaucho Albarracín que corcoveaba inquieto cada vez que escuchaba la voz de su patrón.

-¡Está bien! -dijo Albarracín- ¡Y conste que lo hago porque a mi parejero se le afloja el vientre cada vez que me oye discutir! ¡Pero sepa la concurrencia que ese que se hace pasar por criollo y que gasta los patacones de la Intendenta, no es un gaucho argentino, es un gringo alimentado a leche de cabra!

Cuando escuchó las últimas palabras de Albarracín el "Fatiga" pateó el mostrador y dio media vuelta tanteándose el cinto. En los ojos inyectados en sangre (no se sabe si de rabia o por la chupa que tenía) se traslucía la fiereza de los valientes. Albarracín se estremeció. "Gucho" afuera del boliche empezó a descargar el vientre en sonoras avalanchas de bosta. El bolichero Lorenzón sacó un sifón de soda del cajón y le arrojó un chorro en la jeta al gaucho sotreta y provocador que llegara de Venado. Rubens sonrió mientras afilaba el cuchillo con una chaira y lo refregaba contra las bombachas.

-¡Te voy a hacer cagar gringo de mierda! -Le gritó Albarracín al otro envolviéndose el brazo derecho con una cortina- ¡Yo te voy a enseñar cuantos pares son tres botas!

Fue en ese momento, en que el aire se podía cortar con un tenedor, que se tapó el sol de la entrada. En la puerta, como la sombra de un horno, la señora alcaldesa, la que corta el bacalao, con una pollera floreada, chaquetilla de cuero y botas de montar, patas abiertas y brazos en jarra, taladraba con la mirada a los dos gauchos pendencieros.

-¡Qué mierda está pasando acá señores! -gritó la Intendenta mientras se soplaba la nariz con una punta del mantel de una mesa.

"Fatiga" Rubens pusó rodilla en tierra y bajó la cabeza en señal de respeto. El gaucho Albarracín se ajustó la faja y "Gucho" volvió a relinchar afuera.

- ¿Y usted Albarracín, qué hace en el boliche, ya le dije que no lo quiero volver a ver nunca más por mi territorio? ¡Váyase por donde vino, vuelva a recorrer las pulperías vendiendo pimienta, pimentón y clavo de olor si quiere plata, gaucho atorrante!

Albarracín sintió que una lágrima se le escapaba por el ojo derecho. Se arrimó a la señora, clavó una rodilla en el piso y le besó las botas a la mujer. "Gucho" relinchó.

-Señora, por favor, ahora con el nuevo presupuesto, va a alcanzar para todos, dejeme participar de la repartija... -Albarracín se secó las lágrimas con el dobladillo de la pollera de la primera dama.

- Levántese Albarracín, el que se fue a Bolivia perdió su "silia" -dijo la señora y enseguida dio media vuelta y salió del boliche a paso de murga seguida por "patitas cortas" Dos Santos. "Gucho", relinchó por última vez.
 
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Luis Adolfo Thiers (1797-1877)
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