AÑO 18

NUMERO 61629

Opinión

Año: 1

Número: 37

Los nuevos adolescentes. Edgardo Ferrero

Resulta que hay un dictador de la ex república soviética de Turkmenistán  llamado Niyazov que no contento con  ponerle su nombre a ciudades, meteoritos y hasta a los meses del año ahora parece que, a su manera, ha resuelto el problema de la desocupación juvenil y el problema de los jubilados. ¿Cómo hizo? Muy simple: con un edicto ha dividido la existencia en 9 etapas prolongando la adolescencia hasta los 25 años y estableciendo (por decreto) que se es viejo a partir de los 85.

El tiempo se divide  -según Niyazov- de la siguiente manera: infancia de 0 a 12 años, adolescencia hasta los 25, la juventud termina a los 37 y la madurez a los 49. A continuación suceden,  la edad profética 50-61, la edad de la inspiración 62-73 y la de la sabiduría que va de los 74 a los 85. O sea que se es viejo recién a partir de los 85.

En definitiva todo esto que parece una parodia resulta que está preocupando a algunos en la Argentina. Por supuesto que cuando son cosas que  vienen de afuera y se nombra a la Argentina se quiere decir Buenos Aires. Algunas radios, los diarios más importantes y sobre todo la televisión (en forma explícita o implícita) se esmera por avisarnos a todos, que los jóvenes ya no se van de la casa paterna como era sana y antigua costumbre. No, parece que ahora se quedan hasta edades en las que nosotros ya teníamos varias carreras ganadas y sobre todo varios hijos, entre los que se encontraban -precisamente- estos que ahora no se van ni con humo.

Estos temas sociales que se dan en estos tiempos y que muchas veces creemos exclusivos de nuestra ciudad o producto de la malaria nacional, se nos aparecen ahora con sofisticadas explicaciones de psicólogos, analistas y  "opinólogos" que vienen a decirnos que los muchachos se quedan un poco (bastante) más en casa de los viejos porque resulta que la adolescencia se corrió unos años... o porque es una generación que tiene una especie de trauma que afecta su  capacidad para los trabajos que, en fin,  deben hacerse en dirección a la preservación de la especie, ustedes me entienden. 

Nosotros que nos hemos impuesto la tarea de proteger a nuestros jóvenes y escuchar a los más viejos, haciendo alarde de una simple revalorización muy esperancina de las cosas que siempre estuvieron bien, porque  -pensamos- estuvieron guiadas por el buen sentido,  vamos a volver a advertir a nuestros conciudadanos, declarando a viva voz :
"que  hoy más que nunca se impone regresar a las fuentes y que si el  "nene" o la "nena" tiene más de cuarenta y está  "apoliyando" en la cucheta celeste de la pieza que usted le hizo cuando nació,  no es porque la adolescencia se estiró ni nada por es estilo o porque tiene algún trauma generacional. No viejo, no es un tema de ahora, de la globalización que le dicen. Nada de eso,  el asunto es más viejo que Egipto. Por eso si usted estaba pensando en decirle al nene que se vaya buscando un lugar para hacer su vida, llevar a su pareja, jugar al póquer con los cuatro o cinco amigotes de turno y tocar el saxo hasta las cinco de la mañana, puede hacerlo sin temor a equivocarse por más que  La Nación, Radio Mitre, el ruso Niyazov que vive en Turkmenistán y todos los genios que quieren vendernos el buzón de todos los días digan que su hijo todavía es un adolescente.

(Y a los que ya pasaron los cuarenta (largos) y aún insisten en comportamientos que no hace mucho eran patrimonio exclusivo de los pibes de veinte les recomendamos (con todo respeto) que, en bien del saludable aumento de la población esperancina cumplan en pensar en el desalojo de la casa paterna  de inmediato, casarse  y buscarse un laburito.  O en todo caso emigrar a Rusia donde el ciclo de las edades es un poco más elástico y el casorio, el laburo y todas esas incomodidades se exigen recién a partir de los cuarenta y cinco.) 
 
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