AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 6

Número: 394

LA NOVELA DE MAMA JUNIORS: HOY: "EL TESORERO DEL REINO"

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Encontrábase la alcaldesa tratando los temas del día sentada en su gran sillón desde donde presidía el cónclave en presencia de su gabinete de notables y "compañeros" peronistas ortodoxos de la primera y de la última hora.

-¡Señora, ya se han presentado todos y cada uno de los integrantes de la reunión, incluso los disidentes y críticos del gobierno! -dijo uno de los becados por el régimen, un mozo bailarín del liceo, de sexo dudoso, mientras revoleaba una matraca y zapateaba para llamar la atención.

-Está bien que el compañero Gabriel de lectura al orden del día. -ordenó la primera dama acomodando las asentaderas en el amplio sillón y sacudiendo la cabeza para espantar una mosca que la acosaba.

Viendo que el insecto insistía en su vuelo alrededor de la mollera de la Intendenta, uno de sus lacayos, portando el decreto que ordenaba limpiar con creolina los baños de la estación de colectivos, pasó a perseguir a la mosca con intención de eliminarla de inmediato.

-¡Deje! ¡Deje! ¡A la final me molesta más usted que la mosca! -dijo la rubia señora haciendo aspementosos ademanes con los brazos- ¡Es el spray, desde esta mañana que me siguen todo tipo de alimañas!

El empleado "espantador de insectos" fue retirado del salón por dos morochos que revistaban como "seguridad privada",  tomando al comedido de una oreja y propinándole dos sonoras patadas hasta colcarlo en situación de salida. La mosca, mientras tanto, se acomodó en el centro del peinado de la alcaldesa, quién optó por ignorarla y reclamar al abogado asesor coordinador la lectura del primer tema.

-¡Primer tópico a resolver por los presentes, honorable Cabildo Abierto, compañeros peronistas y otros turistas! -dijo solemne el tipo escupiendose los dedos- ¡Cerramiento de la plaza San Martín, proyecto del camarada Blangini!

Un morocho cabezón se sonrió mostrando una carpeta y mostró una foto con unos canteros, escalones y macetas, con la que amagó apantallarse mientras los otros lo miraban con recelo, salvo uno que le palmeó la espalda.

- ¿Cuánto sale? -gritó desde la punta la señora alcaldesa.

El Secretario de Gobierno, un morochito con cara de "estar haciendo fuerza" se arrimó a la dama del Salado y le mostró confidencialmente una factura que contenía, supuestamente, los números del proyecto. La señora frunció el ceño y con el ceño fruncido lanzó una mirada furibunda en dirección a la mesa.

-¡Que se apersone el Tesorero del Municipio!

El grito de Jefa provocó un estremecimiento en el grupo. Todos miraron en dirección a una cortina colorada que dejaba ver unas alpargartas bigotudas de alguien oculto tras el trapo.

-¡Señor Tesorero, apersónese! -ordenó uno de los negros de la seguridad apartando la cortina y tomando al hombrecito por los bigotes para arrimarlo al pie de la alcaldesa. Acto seguido, los patas de plomo, soltáronle los bigotes y tomando al funcionario de la solapa de la campera de plástico roja y blanca  lo arrojaron frente al trono de su majestad.

-¡Acá tiene señora! -dijo uno de los custodios poniénmdole una pata encima del lomo al tesorero.

- Señor Tesorero: ¿Tendremos dinero suficiente para llevar a cabo el proyecto del compañero Blangini? -preguntó dulcemente la señora extendiendo la factura con el costo de la changa.

El tesorero tomó el documento, se calzó unos lentes remendados con cinta aisladora y miró largo rato el papel. Tanto demoró que algunos de los presentes pensaron con razón que el hombrecito se había dormido. Cuando uno de los morochazos se aprestaba a descerrajarle una patada, el tesorero, pareció revivir y sacándose una alpargata, hurgó de inmediato dentro de ella para, finalmente, sacar un rollo atado con una gomita de lo que parecía ser un atado de billetes de curso legal. 

-Esto es todo lo que hay, señora. -dijo el tipo extendiendo el rollo.

La señora con visible cara de asco se calzó un guante descartable y tomó el atado que le ofrecía su tesorero, desató la gomita y mirando con atención lo que parecía ser plata contante y sonante, pegó un grito, como, si, de pronto, alguien le hubiese pisado un juanete.

-¡Pero que me da acá, señor mío, estos son australes, mierda, carajo!
-Es lo que hay señora.  -dijo en un hilo de voz el tesorero.

La señora enrolló nuevamente los billetes y cuando el rollo estuvo hecho le volvió a colocar la gomita y lo arrojó en dirección al arquitecto autor del proyecto de cerramiento de la plaza, quien, ni lerdo ni perezoso atrapó el objeto en el aire.

-¿Y que hago con esto, señora? -preguntó mientras levantaba las cejas en señal de interrogación.

- ¡Ya sabe lo que puede hacer con eso! -dijo resollando la señora, que de inmediato se paró en el sillón, dando por terminada la reunión.

Los patobica tomaron por las axilas al tesorero y lo sacaron del salón mientras decían "yo te voy a dar australes a vos...",  los otros, desaparecieron murmurando la marcha peronista entre dientes y, entonces, su Majestad, sola, en el salón de los grandes tejemanejes, la señora, la reina de reinas, tomó entre sus graciosas manos el expediente de los 5000 lotes del doctor Albarracín y con un golpe certero asesinó por fin, sin asco, a la mosca que la había perseguido durante todo el día.
 
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