AÑO 18

NUMERO 61629

Opinión

Año: 1

Número: 33

Cultura y ciudad. Una nota de Edgardo Ferrero

Indudablemente la ciudad, esta ciudad de Esperanza, como todas las ciudades, tiene dos clases de dependencias. Una económica, que, salta a la vista, se refleja en sus industrias y en la mayor o menor convocatoria que tengan sus institutos educativos y otra cultural que se va construyendo con el aporte espontáneo de todos los esperancinos. Tal vez donde debamos poner el acento hoy  en día sea en este último asunto.

La cultura de las personas tiene que ver con la búsqueda de la Verdad que supone una filosofía de vida, con el Bien que es pariente de la ética y de la Belleza que tiene su vehículo en el hecho artístico. Para no pasar por oscuros o complicados digamos que esto quiere decir simplemente que una ciudad inculta  sería una ciudad donde predomina la mentira y la injusticia. La resultante de esos defectos sería una expresión artística mediocre o en todo caso nula.
¿La ciudad de Esperanza es una ciudad culta? ¿Sus habitantes son cultos? Cualquiera que viva por el barrio diría que sí, que esta es una ciudad cultísima y educadísima poblada de buena gente amable, dispuesta, tolerante y muy católica apostólica romana. Y puede ser que sea cierto.

Habrá otros que pensarán que somos unos gringos cerrados, poco comunicativos y hasta medio brutos o amarretes. Y quizás algo de razón tengan. Pasa que la cultura se construye a cada instante, no existe la perfección absoluta, como no existe la verdad absoluta (por lo menos en esta tierra) por eso se dice que el hombre va hacia la perfección, por eso todos nos sentimos capaces de conseguir siempre algo mejor porque tendemos hacia la perfección o sea (diría Santo Tomás) la PERFECCION existe. Ya que no se puede ir hacia algo que no existe.

Lejos de presumir con esta nota solo estoy tratando de establecer la importancia de la cultura de una ciudad, su definitiva importancia en el futuro y realización de las comunidades. No se puede aspirar a ser felices con el solo hecho de ser prósperos económicamente, el uso justo de la riqueza, el empleo de los medios en la defensa constante de la verdad y el apoyo al ejercicio vital para el espíritu que representa el arte son ingredientes fundamentales para la plenitud del hombre.

Tal vez la ciudad que plantearon los primeros que llegaron a estas tierras no tenga mucho que ver con esta de hoy, inmersa en una Nación complicada, sometida a tantas y tan variadas dificultades como jamás los pioneros pudiesen haber imaginado. Tampoco imaginaron que esta ciudad se iría transformando en un centro universitario, colmado de estudiantes que llegan de todas las provincias argentinas. Hoy, sin duda, la cosa está planteada como para subir un escalón en el espíritu ciudadano, los habitantes de esta tierra deben interesarse por las tareas que afirmen sólidamente nuestra cultura y así, alcanzar con el esfuerzo que no se ve, por esencial, por inasible, todo lo bueno y concreto que observamos a nuestro alrededor.

Una familia inculta, o sea que no contempla en sus afanes de todos los días la búsqueda de la Justicia, la Verdad y la Belleza tarde o temprano se desbarranca por más rica que sea.

Y la ciudad es una familia grande. Mal que les pese a algunos.
 
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