AÑO 18

NUMERO 61629

Opinión

Año: 1

Número: 31

Cerveza... una notita de Edgardo Ferrrero

"Cerveza..."
(Edgardo Ferrero)
La Fiesta o feria o como se llame de la cerveza no fue precisamente el desenfreno, el vértigo esperado, la orgía loca que el calor y la expectativa hacían suponer. La increíble maldición que parece cumplirse año tras año hizo otra vez lo suyo y si bien a la hora señalada no llovió -es cierto-  un "fresquete" semipolar azotó la geografía que se levanta a orillas del Salado y el tórrido verano trocó en riguroso otoño. El escenario al aire libre se descartó y la feria se metió adentro un poco a las apuradas. Y después, para que se cumpla la profecía milenaria, llovió.
La ruta 70 si todo seguía de acuerdo a la normalidad hubiese explotado a eso de las once de la noche y los terrenos destinados al estacionamiento ni te cuento, simplemente hubiesen sido un atolladero de autos mientras en el parque,  la fiesta increíblemente iluminada, que digo la fiesta, las mil y una noches quedaban chicas si seguía el calor. Pero no, otra vez la implacable negativa del clima, "lluvia en sequía, frío en verano y nieve en el desierto" -reflexionaba tristemente un empresario del CICAE- "¿Qué pasará el año que viene? ¿Invadirá la ciudad otra vez la tucura? ¿Se presentará un huracán o se repetirán tal vez las siete plagas de Egipto?".
-Esto pasa desde que nos visitó "Mendez"... -dijo otro empresario cuidándose de no nombrar al ex presidente riojano por miedo a quedar mufado.-
Maldición o yeta, la cosa es que, mientras tanto, adentro, nadie se privaba de nada. Corría el liso con velocidad creciente entre los que embuchaban, bailaban y se gritaban al oído dentro del inmenso salón.
-"Esto es el espíritu mismo de la gula" -le oí decir a un gordo que ya iba por el enésimo liso al tiempo que se llenaba los cachetes con un puñado de papas fritas-
-¡Efervescencia pura! -susurró una Concejala estirando el cuello por sobre la multitud en procura de una hamburguesa-
- No habrá mucha gente pero igual, este lugar parece la película "El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante" -Gritó una pintora del grupo del Molino a su marido frente a un kiosco de Cáritas que desparramaba chorizos a troche moche.
El poeta Leonardi había salido un momento al exterior,  estaba ensimismado frente a la humareda de uno de los asadores que arrojaba más humo que la caldera del Expreso Oriente atravesando el Cáucaso a toda máquina. "Estoy preocupado por el tiempo -dijo el escritor de la sastrería- si llueve nos quedamos sin choripanes".  Mientras esta sospecha (Luego refrendada por tres brutos chaparrones) atormentaba al hombre de la Sociedad de Canto un alboroto cerca del escenario anunciaba el espiche del barril. Pedro, vestido de tirolés con un birrete colorado y verde y pantalón corto, se adueñó de un barrilito de madera con una cuña clavada. "Esa cuña se hunde y después funciona como canilla" -Me dijo un rubio con un abdomen notable y una camisa abierta con aroma a chucrut-
-Hay muchos extraterrestres gente que no ví en mi vida... ¿de donde habrán salido? -Preguntó una maestra retirada a un hombrecito que masticaba una salchicha. La orquesta tocaba en alemán tititititiririirileluliiii mientras los locutores trasmitían la hazaña del espiche. Era la hora de Pedro-
-La cerveza no me hace nada. Yo tomé diez lisos y aquí estoy, todavía vivo -Botarateaba un pelado con los ojos vidriosos y celestes. Una mujer lo tenía arriconado contra una pared para que no se caiga-
Finalmente brotó la espuma. Un botellón se llenó de cerveza. Probaron algunos de los organizadores,  después el elixir pasó al pueblo. Confieso que probé y era bueno tenía gustito a madera. Después me alejé del escenario a tiempo para evitar "la lluvia de cerveza" que es ni más ni menos que un baldazo de líquido arrojado por el "gran espichador" desde el escenario.
Algunos desprevenidos quedaron peinados a la cachetada. (continuará)
 
 
Cerveza II  (Continuación)
(Edgardo Ferrero)
"La cosa debe haber sido así -dijo uno de mis amigotes a eso de las tres de la mañana- primero espichado, segundo chupitegui y tercero lluvia de cerveza."
-¡Sí, todo lo que vos quieras pero si el viejo "tirolés" me mancha la camisa mi mujer me mata..! -respondí yo aliviado y lejos del diluvio de espuma-
-¿Saben quién es el agente satánico que nos tienta con chucrut, empanadas, papafritas y choripanes? ¡La cocinera!  -gritaba un morocho con varios litros de cerveza en el bagre mientras se reía tambaleante cerca de una chopera-
Tocaba "Zandunga" y los amantes de la cumbia se mandaron a la pista en malón. "¡Yo soy de Santa Fe! ¡Santa Fe!".  Todos bailaban con los ojos vidriosos de las cuatro de la mañana y el gran salón cambiaba de fisonomía una y otra vez. Vacío en el fondo, lleno al frente y otra vez lleno al final. Nadie se iba. "¡No se vayan que falta un poco más! - gritaban los locutores (tres locutores tres, una verdadera exageración)-.
Los organizadores a esta altura tomaban gaseosa y contaban las sillas que había que volver a apilar para empezar de nuevo el domingo. Meyeban discutía por un precio en el kiosco de Caritas.  "Necesitamos que entren 5.000 por lo menos para salvar los gastos" -me decía uno de los que organizaron-
-¿Cinco mil? ¿Pero, cuánto gastaron, che?
- Y, para empezar, hay como seis mil mangos en orquestas, después vienen los gastos, servicios, la mercadería, en fin, gastamos casi 18.000...

En el salón no había más de 2.500 personas, se habían vendido 1.200 sillas y la venta de comida y cerveza habrá estado regular pero no es la misma con este clima fresco que con cuarenta grados. Se notaba que en las choperas no había amontonamientos. La cosa estuvo tranquila, no hubo batallas de borrachos, los agentes de la ley vestidos de combate se pasearon por el gran salón sin problemas. Ahora en el ambiente predominaba el aromas del chucrut, algunos bailarines vestidos de alemanes quedaban en la pista. 
La movida mayor  estaba ahora en las puertas de salida y en los autos que se encendían en el estacionamiento.  Los últimos clientes estaban desparramados en sus sillas. Los tres locutores todavía hablaban.
-¡No se vayan! -insistía el trío de locutores- ¡Y si se van vuelvan mañana para el gran cierre de la Feria de la cerveza! ¡Vuelvan!
Pero la fiesta agonizaba. Y cuando una fiesta agoniza, agoniza. Eran cerca de las seis de la matina. Suficiente por hoy.
 
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