AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 6

Número: 366

NOVELA (II):  REUNIÓN SECRETA.

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Imaginemos una casona cualquiera en un lugar oscuro de la ciudad. Imaginemos a  Mamá Juniors, el doctor Chapatín y uno de sus edecanes caminando por un sinuoso sendero bordeado de yuyales. Veamos a nuestros conductores renegando con un alambrado y atravesando una desvencijada tranquera para desembocar en una precaria construcción apenas iluminada por la luz de un candil. Observemos como aplaude el abogado Gabriel para llamar la atención de las sombras que se menean en el interior de la ranchada.

-¡Ave María Purísima! -la señora es la que grita un poco nerviosa por la oscuridad y por el descampado.

Un negrazo con una tricota peluda sobre una camiseta de argentina y una vincha que decía "Meiners 2011" apareció en el hueco de la puerta haciendo seña de silencio a los recién llegados.

-Pasen y calladitos la boca. -dijo el morocho escupiendo un palito de escoba que al parecer usaba de escarbadientes.

-No se para qué usa palillo este ordinario si tiene un solo diente...¿Se puede saber quién es el coso este...? -secreteó la alcaldesa al oído de su asesor y albacea.

-Es uno de sus ayudantes gran señora, son de la Juventud Peronista... -contestó el abogado mientras colgaba en un clavo su sobretodo de piel de camello.

-¿Juventud Peronista, como no me lo han presentado?

- Es un grupo parecido a "La Cámpora" que acá llaman "La Andreoli" y secundan al Concejal del mismo nombre en todas las reuniones importantes...

El salón estaba un poco deteriorado y sucio. Dos "compañeros" un poco obesos y una mujer con el pelo batido estaban sentados alrededor de una mesa sobre la que había una botella de cubana sello verde.

-¡Bueno! -dijo la alcaldesa mientras manoteaba la botella- ¿A qué carajo vinimos a este tugurio, si se puede saber!

-Señora -se apuró a aclarar el Doctor Chapatín- hemos venido a "adquirir" los votos del compañero Andreoli.

Cuando el abogado dijo "adquirir" los tres de la mesa, incluído Andreoli y el negroide de la J.P. se incorporaron con actitud amenazante, uno de los gordos tenía en la mano un nido de hornero que amagaba con lanzarlo en dirección del jurisconsulto.

-Señores, acá nadie compra nada, porque no hay nada en venta. Los votos de los compañeros no se venden. Es mejor morir de pie que vivir de rodillas. -dijo solemnemente Andreoli tranquilizando a los otros.

-¡Entonces, me puede decir, señor Chapatín, para qué carajo vinimos si no hay nada en venta, según dice este coso...! -La señora amagó con encarar la puerta sin soltar la botella de cubana.

-¡Momento! Acá no hay nada que vender, pero para "alquilar" si que hay...
-aclaró Andreoli mientras se chocaba una fiambrera con la cabeza, en cuyo interior (de la fiambrera) parecía colgar un bicho no identificado-

-¡Todo hombre tiene su precio! -exclamó el doctor Gabriel pidiendo un trago para festejar.

-¿Y de cuanto estamos hablando por el alquiler, compañero? -preguntó amablemente la señora.

-Queremos la tesorería del palacio.

Cuando el compañero Andreoli dijo lo que dijo, el doctor Chapatín se llevó las dos manos a los bolsillos. La alcaldesa se sentó en una sillita petisa que estaba en un rincón y,  amparada (la gran dama) por la penumbra, dobló dos o tres veces el codo, haciéndole honor a la botella de cubana sello verde.

- ¡Compañeros, se puede pedir cualquier cosa, menos el manejo de los dineros del pueblo! ¡La plata del contribuyente esperancino es sagrada!-recitó el abogado, asesor y coordninador del Municipio, visiblemente molesto por la demanda de los otros fulanos.

- Este no quiere soltar la mosca. -dijo uno de los miembros de "La Adreoli" agarrando otra vez el nido de hornero.

- ¿Y qué es lo que ofrece usted doctor por el alquiler de los votos de nuestro sector? -preguntó el caudillo Andreoli sacándose la alpargata.

- Le podemos dar para que administren el cementerio.

Por el mismo sendero por el que vinieron debieron emprender el regreso los tres fulanos en fila y con la señora Intendenta a "cococho" de su edecán. Cuando el doctro Chapatín abrió la tranquera para que pase la señora,  se pudo observar la marca de lo que parecía ser un terrón de tierra seca en el fino abrigo de camello. En un bolsillo, el jurisconsulto llevaba una botella de cubana vacía y en el otro una liebre cuereada y muerta. La reina de la pampa, bastante alegre, tenía el flequillo en cualquier parte,  la boca despintada, la vincha a la altura de las cejas y un solo zapato. Más allá, en la puerta de la ranchada, Andreoli y sus amigotes, le tiraban cascotes al trío, mientras cantaban la marcha peronista. 
 
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