AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 6

Número: 365

LA NOVELA DE MAMÁ JUNIORS. HOY:  EXTENSIONES.

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El gran salón de los tejemanejes se había convertido en una especie de peluquería, casa de belleza y gimnasio donde los miembros del gabinete afinaban la figura y acicalaban sus truchas para salir a hacer campaña.  En un rincón dos peluqueras luchaban por enderezar el bigotito del doctor Gabriel Chapatín ayudándose con una regla, mientras tanto, cerca del cuadro de Roca unos delicados maquilladores enpolvaban la cara del secretario Anza tratando de empalidecerlo y , un poco más allá, otros, especialistas, lanzaban grititos junto a un espejo donde le recortaban la rubia melena a la señora alcaldesa.

-¡Ay, quédese quieta, señora, que le corto una oreja!
 
El corte que le hacían los afeminados (con todo respeto) pretendía, sin éxito, "afinar" los generosos cachetes de la primera dama dejándole un grueso mechón que le hacía de marco a la cara, mechón que, por ahora, se resistía a mantenerse aprisionado tras la oreja derecha de su majestad.

-Usted tiene un cachete reventón, Ana, todo esfuerzo que realizamos por taparlo resulta inútil, tal vez tengamos que agregarle extensiones. -Dijo uno de los gays mientras hacía sonar la tijera cerca del ojo de la alcaldesa.

- ¡Que tiene mi cara! ¿Por qué carajo la tienen que andar afinando?

- Su rostro es redondo como un globo, señora, -dijo suavemente el peluquero que atendía a la Intendenta- y si le hacen un primer plano para los afiches de campaña va a parecer una pelota a punto de reventar.

- ¡Oiga, che, arregle si puede, pero no me insulte! -dijo la primera dama arrojando un sopapo y revoleando la sábana que la protegía de la pelambre.

- ¡Ay, loca de mierda! ¡Esta bien! ¡Está bien! ¡Lo que pasa es que hago todo lo posible, pero no se puede, el flequillo no llega a tapar el globo!

Otro de los peluqueros se acercaba con una cabeza de "tergopol" cubierta con una peluca rubia con reflejos colorados.

-Señora, con su permiso, le probaremos esta peluca, si usted no se opone.

-¡Proceda! ¡Pero que sea rápido, porque no tengo todo el día! -dijo visiblemente molesta la alcaldesa que ya había reboleado las ojotas y estaba en medias tres cuarto moviendo con rabia los dedos de los pies.

-Cuando mueve así las patas hay que cuidarse porque puede agarrar cualquier cosa y zampártela en la cabeza - advirtió en un susurro uno de los edecanes, un petiso de bigotes que trabajó en "La isla de la Fantasía".

De pronto se produjo un revuelo en el grupo que atendía a la Intendenta, desparramo de sábanas, tijeras y objetos varios, con forcejeos, corcoveos y gritos que hizo que todos prestaran atención a lo que pasaba. Voló de pronto la peluca con maniquí y todo por los aires y fue a caer sin pena y sin gloria en una maceta. Ana María de los Angeles se levantó como una tromba y portando una silla corrió a los peinadores quienes huyeron a los saltos por las escaleras. Visiblemente desencajada, la señora, volvió al rato de su loca carrera y apareció por la puesta, descalza, con una media caída.

-¡La puta que lo parió! -dijo mirando con furia a todos los presentes- ¡La reputa que lo reparió!  -insistió mientras pedía que le busquen las ojotas y desaparecía por la puerta de su despacho.

- ¿Qué es lo que pasó? -preguntó el doctor Chapatín con medio bigote arreglado y talco en la nariz.

- No le entraba la peluca, doctor. Hicieron mucha fuerza y tampoco entró. Le engrasaron la testa con gomina y nada. Entonces fue cuando le dijeron que le iban a tapar los cachetes con un pañuelo celeste y blanco.

-¿Y por eso se ofendió?

- No, no fue por eso.

- ¿Y entonces....?

- Se ofendió cuando le dijeron que era muy cabezona.

La mañana se extinguía. Otra jornada de trabajo se desinflaba en los grandes salones del palacio blanco, mientras, el sol, mezquino, se asomaba por los grandes ventanales y los pájaros anunciaban con sus trinos que volverían a cagar a cuanto jubilado se ponga a tiro.
 
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James Russell Lowell (1819-1891)
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