AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 6

Número: 359

LA NOVELA DE MAMÁ JUNIORS: HOY:  "AMIGOS".

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Apenas hubo el rubicundo febo, detrás de una gris cortina sucia, porque todavía continuaba la erupción del volcán chileno, inaugurado una nueva jornada de trabajo, abrió la Nueva Alcaldesa la sesión del día con un interminable bostezo, debido a no haber dormido bien la noche antes, al mismo tiempo que el Ujier Mayor abría la puerta del Salón de los Exquisitos Experimentos, clamando con voz estentórea:

-¡Esplendencia! ¡Piden audiencia tres morochones que dicen pertenecer a su custodia personal!
- ¡Magnífico! Justamente los ando necesitando -exclamó Ana María de los Angeles.

Después de lo cual entraron al salón dos negrazos ataviados con guerrera verde,  una corona de laurel en la cabeza y agitando en la diestra una cachiporra y en la siniestra lo que parecía ser una factura con las letras del monotributo.  La Intendenta al verlos se levantó de la silla, creyendo que se trataba de un golpe militar; pero luego se acordó que los golpes militares mandaban los tanques primero.

- ¡Esplendencia! -anunció el petiso Tres Santos- he aquí a dos miembros de su custodia, que en tiempos de paz ofician de cocineros y las más de las veces le venden cosas y servicios al palacio...

- ¿Y que traen en la mano?

-Traemos -dijo un hombrecito achinado, carita morena, puro ojos y barbilla afilada- una factura del monotributo para que nos pague porque viene atrasada un día y medio, gran señora...

-¿Un día y medio? ¡Y para eso me molestan! ¡Qué los saquen de inmediato y que se metan la factura en el culo! -La señora pegó el grito esperando que irrumpan en el salón sus edecanes, pero no entró nadie. Entonces se parapetó contra el escritorio y levantó un cenicero con el escudo de la provincia de Santa Fe para defenderse por las dudas.

- Lamento decirle señora, que nadie responderá hasta que no reciban la orden de los dos oficiales que aquí se encuentran.

- ¿Estos son mis oficiales? -la primera dama se secó la transpiración con una ordenanza y se aflojó el cinto.

-Estos son, gran señora. Y cobran por el servicio.

-¡Servicio! ¿Qué servicio?

- Estos "compañeros", así como los ve, facturan todos los meses, el servicio de escuchar de boca de su graciosa Majestad, 30 o 40 veces el relato de una operación de apéndice en el Sanatorio Esperanza, facturan los elogios que a usted le dispensan, los abrazos, los cuentos picantes y las bromas pesadas.

- ¿Eso hacen? ¿Entonces no es sincera su disposición? -Se hubiera jurado que la señora lagrimeaba.

-No señora, lo hacen por dinero. Y le digo que es un servicio bastante caro, especial para Intendentes, incluye además una corte de adulones que la acompañan a todas partes, gritan en los actos, se ríen de sus chistes, aplauden sus ocurrencias y suscriben con entusiasmo cualquiera de sus pensamientos, hasta incluye un "corneta" que abre la puerta de los salones y asomando la cabeza dice: "¡Ahí viene la señora alcaldesa!".

-¿Y por qué ahora tienen esa cara de culo y han entrado sin saludar?

- Porque se le debe una factura por el servicio. Cuando vence la factura los contratados cambian la buena cara por cara de perro.

La gran señora miró de arriba a abajo a los dos visitantes haciendo los ojos "chiquitos", "chiquitos" y luego preguntó con dulzura:

- ¿Y una vez que se le pague, volverán a la normalidad?

- Así es señora -asintió Tres Santos el de la Isla de la Fantasía.

Acto seguido llamaron al tesorero, quién entró con paso cansino y ojos soñadores al recinto, portando una chequera oficial, para proceder al pago de los servicios a los dos negroides presentes. Los dos cobradores, en el mismo momento de embolsar el cheque, soltaron una carcajada, arrojaron papel picado y, haciendo sonar una matraca, gritaron varias veces "¡Viva Ana del Cocco, carajo!", después se retiraron, reculando, haciendo reverencias y cantando un valsecito.

La señora ordenó a todos que se retiraran para reflexionar sobre "la soledad del poder" según dijo. "La amistad es más un tema de conversación que una actividad concreta", pensó. Después se sacó los zapatos y caminó hacia los ventanales, miró hacia abajo, hacia los pocos paseantes que iban y venían por la plaza San Martín y dijo tristemente en voz apenas perceptible: "Es fácil conseguir personas que escriban canciones sobre los amigos pero, en cambio, es bastante difícil conseguir que esas mismas personas, le presten a uno dinero.
 
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