Los que hacen de "periodistas" en nuestra ciudad deben elegir entre dedicarse a ser meros propaladores burocráticos y acríticos de lo que hace el Gobierno o trabajar de otra cosa y ejercer la actividad como un entretenimiento.

Por eso, nadie puede dejar de sorprenderse cuando un grupo de comunicadores se plantan a decir un discurso en una esquina de la ciudad donde un viejo periodista fue asesinado. Emular la conducta, citar como modelo o querer compararse con Stein es casi igual que pretender compararse con Rodolfo Walsh, y eso es demasiado para estos chicos locales que, tal vez ignoren, que tanto para Walsh como para Stein, el lugar que les gustaba ocupar era el de "la vereda de enfrente", la del cuestionamiento permanente a los poderosos, eran casi dos románticos anarquistas que no tienen nada que ver con estos hijos de la publicidad, cuando no, de la obsecuencia.

En esta ciudad no se puede vivir del periodismo. Quien lo hace corre el riesgo de involucrarse con oficios bastante obscenos, que obligan a algunos actos de dudosa moral, silencios patéticos e "investigaciones interesadas".  Para ejercer el periodismo es necesario trabajar de otra cosa.  Otro trabajo honesto es lo único que garantiza la libertad de este noble y heroico oficio.