AÑO 18

NUMERO 61629

Opinión

Año: 1

Número: 24

"Cinco". Escribe: Edgardo Ferrero

¿Los cinco países que tienen derecho a veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas son los que nos defienden del demonio Saddam? ¿Los mismos cinco países que son los mayores fabricantes de armas? Cinco países que toman las decisiones en el Fondo Monetario Internacional. Cinco.
¿Cómo y cuando fue que el barbudo Osama Bin Laden se convirtió en Saddam?, pregunta el periodista irlandés Robert Fisk. ¿Cuándo? ¿Cuándo nos cambiaron el enemigo de la humanidad? ¿No era Bin Laden el malo?
¿Qué tan lejos estamos nosotros, acá en esta ciudad, de esas ingenuidades, de esos argumentos casi infantiles con que se maneja la suerte del mundo? Muy lejos. Estamos muy lejos porque no es nuestro trabajo enseñar a nuestros chicos a matar como necesariamente tiene que hacer el Imperio del Norte. Contra lo que se piensa no es tan fácil enseñar a los jóvenes a matar al prójimo. Porque el hombre no está naturalmente inclinado hacia la violencia, la educación para la violencia que brutaliza al hombre exige una pedagogía especifica, un intenso y prolongado adiestramiento. Una Nación que dentro de sus planes, incluye la capacitación de sus jóvenes en el acto de matar a otros y fundamenta tal actitud embanderándose como defensor de la paz, algo de enfermo tiene. Por lo menos miente. Miente salvajemente. Los que van a defendernos de la guerra, los dueños de la democracia, los violadores del mundo, venden armas, roban comida, roban petróleo, hambrean trabajadores, y lo peor educan para la muerte, a domicilio, con la televisión.
Cuánto de lejos estamos en esta ciudad de todo eso. Cuánto de violentos y mentirosos somos. No hace mucho nuestro ejército practicó el difícil acto de matar al prójimo, bien prójimo, con sus compatriotas. Hoy en las calles de la Argentina, policías y ladrones le quitan valor a la vida. ¿Dónde aprendimos ese reglamento mortal? ¿Copiamos a los que hacen de la muerte su negocio? ¿La irresponsabilidad y la impunidad se han vuelto costumbre? ¿El mercado manda? ¿El Estado no controla nada?
Habrá una guerra liderada por una cultura que no nos pertenece, que no compartimos, que solo algunos cipayos, beneficiados por la plata sucia de sangre con la que compran campos y bienes por acá cerca pueden defender. Algo de culpa también tenemos nosotros, esperancinos, santafesinos, argentinos, tenemos responsabilidad porque hemos dado permiso a la muerte, por eso hoy ante lo que pasa con nuestros prójimos en el mundo ni tan siquiera nos conviene derramar lágrimas de cocodrilo. Solo empecemos a cambiar hoy.
 
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