¿Morir es vivir o, simplemente, será que Vivir es la muerte? (esa es la cuestión)
por E. Ferrero
Algunos pretenden hacernos  creer que lo que está bien puede estar mal. Hacernos creer que detrás de una realidad a todas luces beneficiosa para la ciudad se esconde una siniestra conspiración contra el bienestar general, la seguridad y, fundamentalmente, contra la salud de todos. ¿Ridículo? Tal vez. Tal vez lo es y lo sea para la mayoría de la gente, de los vecinos que practican el viejo y útil "sentido común", pero resulta que no es tan así para cuatro o cinco de los nuestros (¿Conciudadanos?) que, día por medio, ejercen teorías tan originales y delirantes como las que dicen, por ejemplo, que lo "blanco es negro", "lo alto puede ser bajo" y "que los sicópatas son en realidad los cuerdos y nosotros los tarados".  Hoy vemos con asombro que, según estas nuevas doctrinas de la culpa, es inconveniente generar nuevos espacios de trabajo, es sospechoso mejorar los lugares donde se produce y hasta puede ser criminal invertir en nuevas maquinarias.  Y no te digo nada cuando se trata de construir galpones que amplien exageradamente las fábricas o factorías, porque parece que eso puede llegar a ser fatal para las poblaciones y hasta (guarda el chirlo) un pecado mortal. ¿Curiosos pensamientos? ¿Más acordes con los códigos de las casas de salud que con las conductas que se ven al aire libre? Puede ser. Y puede ser para el resto de la humanidad, para otras geografías donde reina el viejo y natural axioma de que "dos más dos son cuatro", pero no para nosotros, no para algunos esperancinos que anidan en las misteriosas organizaciones no gubernamentales, las heroicas e impecables OGT de la ciudad que ruge a orillas del Salado entre oro de trigales. Vamos al punto. 
Resulta que el sello de "Vivir", que es una Organización No Gubernamental ha aparecido en una nota dirigida al Concejo Municipal, solicita en esa nota que se les proporcione una serie de detalles sobre una construcción que realiza la firma SADESA de nuestra ciudad, construcción que viene siendo explicada, expuesta y PONDERADA como inversión, no solo por la empresa, sino por toda la ciudad que ve en tales despliegues un beneficio económico para Esperanza. ¿Fácil de entender? Es cierto, eso lo comprende y lo sabe todo el mundo. Los hombres primitivos, sin ir más lejos, se fueron modernizando para relizar con más comodidad y rapidez sus tareas. ¿Qué me dicen del invento de la rueda? ¿Y el gas que usamos como combustible? ¡Qué bárbaro! Pensar que hemos progresado tanto sin detenernos un instante a pensar si será o no peligroso avanzar tanto.  ¿Y la soda?  ¿Y la Coca Cola? ¡Qué invento la Coca Cola! ¿Cómo no mandamos una nota al Concejo Municipal cuando se hizo la chimenea de La FAEL, los tanques de La Krulino o el Arco de la Colonización? 
Este es un año electoral. Hay lío en el sur y ahora se pretende hacer lío en el norte. Estos juegos infantiles, que en otras épocas no tan lejanas, hubiesen servido para calificar a sus autores como ezquizofrénicos, hoy prosperan (y ofenden la inteligencia de los esperancinos) ayudados por las letras catástrofe que emplean grotescamente algunas publicaciones con ganas de vender un ejemplar más.  Otra vez el camino repetido del macaneo amasado en burdas elucubraciones de alcoba, otra vez  los viejos resentimientos no resueltos, pesadillas de revolucionarios frustrados que, tal vez, cuando fue el tiempo y la hora de hacer algo, optaron (por el mismo egoísmo que hoy los mueve)  por esconderse bajo la cama.