AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 6

Número: 318

¡URGENTES SUCESOS DE ÚLTIMO MOMENTO EN EL MUNICIPIO!

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La gran dama dormitaba en su trono cuando uno de sus edecanes irrumpió en la gran sala de los grandes hurgueteos anunciando a los gritos la presencia de un gordito con cara de "yo no fui" que según dijo era miembro de una vecinal con funciones en la ciudad. 

- ¡Gran señora! -dijo el sirviente haciendo sonar una cornetita a modo de presentación- ¡Este que me acompaña es uno de los insurrectos que está hablando mal de nuestro candidato a primer concejal José Plantín Bechio!

La alcaldesa resopló como si le hubiese quedado un ronquido tardío y con un solo ojo miró al visitante que, rodilla en tierra, esperaba frente al trono. 

- ¿Se puede saber qué quiere usted señor, primero habla feo de nuestros compañeros y ahora se presenta ante mí como si nada...?

- Señora, he venido a presentarle mis respetos y a decirle que la he perdonado por la amenazas telefónicas de las que he sido objeto.

El edecán, al que llamaban Alexis Bruno Bonetto le pegó una patadita al gordo, para indicarle prudencia en sus dichos. 

- ¡Usted fue amenazado señor, porque se fue de boca y no vamos a permitir que una basura vecinalista hable al pedo de nuestros candidatos!

El gordito fue a ponerse de pie y en el esfuerzo por levantarse no pudo evitar una ventosidad rebelde y sonora que retumbó en el salón. 

- ¡Perdón! - se presuró a decir- 
- ¡Oiga, con ese trueno hace usted honor a mis palabras! -La señora totalmente despierta gritó molesta u ordenó a Alexis Bruno para que saque al recién llegado. 

-¡Fuera de mi vista, degenerado!

Al oir los gritos de la alcaldesa entraron al salón los granaderos Dos Santos y Salinas encarando al gordito con un bate de beisbol y una pala ancha, con evidentes intenciones de fajarlo. 

- ¡Ahora vas a ver! - Exclamaron los dos "patas de plomo" raspando la pala contra el lomo de la víctima.

- ¡Este mal educado se tiró un pedo delante de su Majestad! ¡Sáquenlo de inmediato! - dijo histérico Alexis Bruno Boneto, mientras se tomaba la nariz con dos dedos. 

-No fue intencional... -se animó a susurrar el vecinalista cuando lo retiraban a los empujones del recinto.  

Ya en la soledad de su despacho, con la sola presencia de su edecán Alexis, la señora dejó caer su cabeza sobre el escritorio y mirando triste en dirección a la plaza del reino que explotaba luminosa de negruchos, palomas y gorriones, dijo estas misteriosas palabras. 

-¡A la final, cualquiera se caga en mí autoridad!
 
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Carlo Dossi (nacido Alberto Pisani Dossi) (1849-1910)
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