AÑO 18

NUMERO 61629

Opinión

Año: 5

Número: 265

LA OTRA CARA DEL REY MIDAS. Escribe: José Serrizuela (junior)

Cuenta la leyenda que lo que el Rey Midas tocaba, se convertía en oro. Pavada de cualidad para hacerse de un capitalito.

Pero, con el tiempo y los avatares de la globalización, desteñida y casi pordiosera por estos lados del mundo, Midas mutó su condición de capo del dorado y precioso metal, a todo lo contrario: se dio vuelta como una tripa gorda y empezó a acumular derrotas como para el descenso de dos o tres categorías simultáneas.

Cuentan, los voceros del reino, que Midas personificó en una funcionaria municipal que un día se vio embarcada en culturosa y deportiva, aunque quienes la conocían de mitologías anteriores, no ponían las manos en el fuego ni por lo de culturosa ni por lo de deportiva.
Sí, le reconocían una tosudez rayana en el fanatismo, aunque caiga quien caiga, casi un escupitajo al manual del funcionario público inteligente.

Cuentan que a este Midas le saltó la térmica y comenzó una seguidilla de fracasos tan lamentables que los negruchos de la plaza, en adhesión al duelo y con vergüenza ajena, pidieron asilo político en uno los conventos de la ciudad, hasta donde las delirantes iniciativas del Rey no los alcanzaran

Éste. Midas, por supuesto, quiso ganar algunas monedas para el reino y organizó unas festicholas con unos cumbieros muy populares y, a los pocos días, otra con un cura cantor de los pagos de Corrientes.

El público fue tan poco, en las dos ocasiones, que si hubieran tirado un grueso fajo de billetes al aire, seguro hubiese caído en un lugar vacío.
¡Cuánto laburo para juntar las monedas para pagar a los artistas!, porque de pedir al fiado, ni soñar (Pueden ser artistas y bohemios, pero no giles)

A Midas se le escapó la tortuga: olvidó que su reino no tiene ni tuvo poder de convocatoria. Que este pueblo si quiere, tiene sus propios Midas. y no necesita que venga un iluminado de cualquier lugar a enseñarle lo que ya sabe por capacidad y acción de otra gente eficiente que antes estuvo allí y a la que vale la pena recodar.

Midas ha generado una gran tristeza en el reino. Los súdbitos se preguntan cuándo se terminará el calvario y esperan con ansiedad cierto día, de cierto mes de un año de estos, cuando al fin llegue la oportunidad de rajarlos con el voto. Aunque si se fueran antes, Midas y los otros tristemente célebres, nadie se opondría, por el contrario: habría una fiesta en la plaza, volverían los pájaros auyentados y la vida tendría color esperanza.

Tal vez nuestro personaje en cuestión se de cuenta de lo inadecuado que es para la función que ocupa cuando una tarde de estas mientras otea el horizonte desde la puerta del reino, acierte pasar por allí el gordo vendedor de diarios en su bicicleta voladora y le espete a pleno vozarrón: ¡MIDAS, SE TE ESCAPÓ LA TORTUGA!
 
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