AÑO 18

NUMERO 61629

Novela

Año: 5

Número: 251

LA NOVELA DE MAMÁ JUNIORS. HOY:

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- "Señor Secretario de Gobierno vaya usted hasta la estación terminal e informe a sus responsables que de ahora en más vayan poniendo las barbas en remojo, porque en un futuro muy próximo y según dispone el nuevo proyecto de tributaria por cada colectivo que llegue deberán pagar un canon de $10 por cada diez pasajeros, en concepto de derecho a pisar tierra esperancina , será el novedoso tributo al "Pixen Terris Esperantus" que recaudará fondos para recapar las cubiertas del NECE, según se sabe. - eso dijo la señora alcaldesa mientras esperaba que le pongan los ruleros en el gran salón del cabildo abierto.
- "Disculpe gran señora pero me veo imposibilitado de dar cumplimiento a su mandato" - retrucó ceremonioso el morocho Secretario comiéndose las uñas.
- "¡Mis deseos son órdenes señor Luciano, cumpla o no cobra el sueldo de enero!"
- "Señora, con vergüenza digo y espero que usted sepa disculparme, en verdad no se donde queda la estación terminal"
 
Cuando esta secretísima conversación se desarrollaba iban y venían los edecanes llevando y trayendo palanganas y afeites para acicalar a la gran dama quién ahora tenía la cara embadurnada con un pastiche color verde claro. Escuchado lo que escuchó, la Intendenta se estremeció y escupiendo un pelo que se le había colado por las comisuras, despidió a su Secretario de Gobierno no sin antes encomendarle el estudio obligatorio del mapa de la ciudad de Esperanza, de memoria, y sujeto a verificación por el arquitecto Dutruel o sus herederos.
- ¡Se da cuenta - rezongó la dama dirigiéndose a su coiffeur - estos cabecitas negras lo complican todo! ¡No hay un solo amigo del Doctor Chapatín que valga la pena!
De pronto el Jefe de Ceremonial, beduino Josef Al Gian Nini, dio dos golpes con un bastón y luego de ordenar cuatro trompetazos gritó en medio del salón que el Cabildo Abierto quedaba inaugurado, de inmediato pasó a leer la numerosa lista de convocados, de los cuales solo había concurrido uno, cabildante que estaba a la puerta con urgencia por entrar.
- ¡Señor - gritó la alcaldesa sacándose crema de la boca- no es momento para comenzar, ni siquiera he terminado de componerme para la ocasión!
- El hombre que acá se presenta es sordo y ciego señora, no se percatará de que los trabajos de los peluqueros y maquilladores está a medio terminar.
- ¿Ciego y sordo? ¿De quién se trata, señor mío?
- Es el representante de las fuerzas vivas, gran señora.
 
Bajo juramento el tal Gian Nini hizo pasar al sordo y ciego representante de las fuerzas vivas quién ingresó al salón a grandes zancadas conducido por un perro, portando bastón blanco y lentes oscuros. El visitante se inclinó frente al trono mientras la alcaldesa abandonaba su sitio en la silla de peluquero para acomodarse sigilosamente en el gran sillón de los tejemanejes.
- ¡Señora, he venido convocado por su edecanes, ha colaborar con este Cabildo, del cual según me he informado por el periódico "El colono Braile" se hablan pestes. Los opositores a su gobierno me han llevado al Parque y, si bien tengo algunas carencias, no soy incapaz de hacer uso de mis narices, las cuales me han confirmado que el olor a podrido existe, por lo cual, deduzco, que el lago debe ser un asco!
El ciego dijo lo que dijo de un solo tirón dando cuenta que, perdidos los otros dos sentidos, había sobre ejercitado su lengua.
- ¡Calumnias radicales! - contestó la señora mientras revoleaba un rulero que se estrelló contra la foto del Intendente Breques- ¡Calumnias del envidioso partido radical! ¡Sepa señor que seguramente a usted le hayan hecho oler pescado podrido! ¿Para qué, dirá usted? ¡Pues para desacreditarme! ¿Y para qué desacreditarme si ya estoy desacreditada? ¡Pues por envidia, señor, la envidia no tiene escrúpulos!
- ¿Y que es lo que le envidian, señora?
La pregunta del sordo y ciego presidente de las Fuerzas Vivas resonó en el ambiente como si en una palangana se hubiese lanzado un petardo. Los presentes se paralizaron por un segundo. Después, mientras por la ventana entraba una leve brisa trayendo los olores de la plaza, los peluqueros, manicuros y masajistas se fueron retirando uno a uno sin decir palabra. El Jefe de ceremonial enfundó los mástiles y banderines que contenían la leyenda "¿Querés cambiar? " y desapareció con prudentes movimientos. La señora, con los ruleros a medio colocar, sostenía su rubia cabeza con las dos manos, las que daban un patético marco a su rostro empastado de cremas.
El único invitado al Cabildo abierto, ciego y sordo, parecía una estatua de la señora Borla, mirando sin ver y aislada del mundo extraño de la alcaldesa y sus ayudantes. Ya no había nadie más acompañando a la señora y su cabildo. De pronto, el perro lazarillo, pareció despertar y a paso muy lento, muy lento se llevó a su dueño en dirección de la puerta.
 
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