La cultura del carnaval es lo más acorde a la situación dramática que vive el país y la región. El Secretario de Cultura podría obligar a los esperancinos a disfrazarse de vaca lechera o, tal vez, exigir mediante genersos estímulos (que puede solicitar a Bertero), que vuelvan las chatas tapadas de ramas de paraíso con tres o cuatro tamberos escondidos entre las hojas  gritando y gimiendo por las promesas del gobierno de un peso por litro de leche. El toro con dos vecinos disfrazados bajo una lona con forma bovina, uno atrás y otro adelante sería más que apropiado para la ocasión.

También podría llamar a los "Perros Colorados" para que vengan danzando desde el norte alguna melodía indígena emparentada con los ritos a los dioses de la lluvia y así alentar esperanzas de que alguna vez caigan sobre los campos un poco más que diez milímetros.
Contratar al "taxi loco" no sería mala idea para promocionar el uso del casco y las clases de manejo que brinda el Municipio.
Por supuesto no pueden faltar las comparsas que vienen de alguna ciudad vecina, emplumadas sencillamente (porque el presupuesto no da para más) desparramando a diestra y siniestra plumas a todas luces extraídas de todos los gallineros de la zona de influencia o de sendos plumeros en desuso.

No se puede negar que lo mismo que se descalificaba como "berreta" hace un año, ahora ha sido adoptado como logro del gobierno Meiners, haciendo flamear (por supuesto) la bandera torcida de la cultura popular, cuando no las tradiciones de los clubes y otras franeleadas por el estilo. Para todo esto y mucho más que se verá en la calle Sarmiento entre Laprida y 3 de Febrero (si este no es el cambio... ¿el cambio donde está?) se han dispuesto unas coquetas boleterías que le cobrarán a la familia esperancina que quiera curiosear la módica suma de ocho pesos por cabeza. Precio de crisis. Otro paso adelante del régimen de la señora. A esta ciudad o la fundimos entre todos o no la funde nadie.